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☽ | POR SU CULPA.

☽ | POR SU CULPA

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Su cabello oscuro como el carbón desprende reflejos azules que hacen quedarse a Vanitas embobado por unos segundos. Observa sus mágicos ojos que le recuerdan los buenos momentos que pasaron hasta que el otro decidió marcharse de Suiza por su bien y una enorme nostalgia se apodera de su corazón. El más alto extiende una de sus manos hacia el que permanece en el suelo y muestra una sonrisa complacida. El de piel lechosa la sostiene con fuerza y agradece la ayuda para levantarse. No hay mucho esfuerzo de por medio porque primero, es delgado, y segundo, porque el otro tiene bastante fuerza.

—¿Eráis vos el chico del que hablaba tanto Roland? —No trata de ocultar su expresión llena de sorna y a Vanitas le resulta interesante la forma en la que cruza sus brazos, bastante cómodo.

—Parece ser que lo dejé flechazo —comenta el de piel lechosa, mientras ve que el más alto rueda sus ojos con diversión.

Ambos se olvidan de la presencia de las otras dos personas más en el pasillo y aunque Vanitas lo intenta, no puede evitar centrar su atención en la manera en la que se doblan y tensas los brazos del otro alrededor de su pecho. Mueve una de sus piernas, emocionado ante tal reencuentro.

—Vani, puedo aseguraros que a quien tengáis la oportunidad de conocer, caerán como moscas por vos. Al final de cuentas —añadió el de ojos oliva sosteniendo la barbilla del más bajo y uniendo sus ojos con intensidad—, ¿yo no me marché de Suiza para poder olvidaros?

El mencionado se libera del agarre e inevitablemente, un fuerte sonrojo se apodera de sus mejillas, causado por la aflicción que causaba en su interior las fuertes memorias vividas con el más alto en el pasado. Dando una vista hacia un lado, Vanitas se da cuenta de las curiosas miradas de Dante y Johann y murmurando por lo bajo lo cotillas que son, acomoda su pijama larga. Intenta ignorar la intensa mirada oliva que recorre su cuerpo de arriba a abajo y cambia de tema rápidamente.

—¿Qué hacéis por aquí, Oli? —El mencionado recupera su anterior compostura y colocando sus brazos sobre su cintura, le dice que venía a entregar un paquete que se le olvidó dar el día anterior a Roland.

Recuerda al chico que fácilmente podría ser confundido con un rayo solar, y no duda en ningún momento que tenga la cabeza siempre en las nubes. Entonces, Olivier atrae de nuevo su atención al hablar con los dos dueños de la casa.

—Ya que está todo correcto ahora, me marcho. Que tengan un buen día. —Y así, sin decir nada más se dirige a la salida.

Por alguna extraña razón, Vanitas rememora sus suaves y tersas manos acariciarle la mejilla, peinar su largo cabello y acariciarle la espalda, consolándolo. Sus largas piernas se mueven solas y lo alcanza justo en la entrada de la vivienda. Sostiene uno de sus fuertes brazos que visten y lucen un uniforme de trabajo. A este se le remueve el cabello sedoso y trenzado al girarse y al mirarlo, Vanitas se siente atrapado por su intensa presencia; siempre fueron así las cosas antes.

𝐂𝐀𝐍 𝐈 𝐌𝐄𝐒𝐒 𝐘𝐎𝐔 𝐔𝐏? | vanoé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora