Premio a la ordinariez más destructiva

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Esta es la historia de Clotilde o Loles, que es como la llaman sus amigas del bingo. Esta es la historia de cómo todo su pueblo se volvió en su contra y a los pocos días la encumbraron como a una celebridad.

Clotilde sólo tenía dos pasiones en su vida: cuidar a su nieto cuando iba a visitarla al pueblo y el arte. Adoraba hacer manualidades, pintar paisajes y miniaturas para el belén que ponía el grupo de mujeres todos los años en el ayuntamiento.

Un día como otro cualquiera fue a la iglesia con su grupo de amigas y, como hacía siempre, cuando la misa acabó se acercó para hablar con el cura y preguntarle si necesitaba ayuda para la limpieza.

—Buenos días, padre Miguel. Ha dado usted una misa preciosa. —le saludó con afecto. —¿Necesita que le ayude con algo?

El padre Miguel es un sacerdote que compagina la enseñanza de la palabra de Dios en la iglesia y en los escenarios como cantautor. Solía denegar la oferta de Clotilde, pero ese día se mostró receptivo.

—Pues, la verdad es que pensaba pedirte yo ayuda a ti, querida. —las palabras del padre, lejos de descolocarla, emocionaron más a Clotilde.

—Claro padre, lo que necesite.

—Necesito que restaures una talla de la Virgen que se cayó el otro día. Lo haría yo mismo, pero tengo un bolo en Antequera y me marcho dos semanas. —dijo apenado.

—No se preocupe, padre. —exclamó emocionada. —Yo me ocupo, quedará como nueva.

El padre Miguel la entregó la talla y Clotilde se puso manos a la obra esa misma tarde. Tenía tiempo de sobra, pero no pensaba malgastarlo en hacer otras cosas y rechazó ir al bingo con sus amigas, como hacía todas las semanas.

—Pero Loles ... —intentó su amiga Teresa, sin embargo, no hubo nada que pudiese decir o hacer para convencerla.

Los siguientes días Clotilde se dedicó íntegramente a la restauración. Era una tarea compleja, pero no es muy distinto a sus pinturas, así que lo trató como tal. Empezó con el barniz previo para que la pintura quedase fijada a la superficie. Todo marchaba relativamente bien hasta que dejó de mirar la estampita de referencia y se dejó llevar por su estilo.

Durante dos semanas se volcó completamente con la tarea que la habían encomendado. La tarde antes de que cumplieran los catorce días llegaron su hija y su nieto para pasar unos días con ella. Se encontraron a Clotilde pintándole una sombra de ojos a la talla que ocupaba gran parte de su frente y unos labios exageradamente grandes.

—¡Abuela! Parece una Drag Queen. —dijo su nieto grabándolo todo con su móvil, sin dejar de reír a carcajadas.

Su hija fue la primera en echarla la bronca, aunque al día siguiente lo hizo todo el pueblo cuando llevó la talla a la iglesia para exhibir su obra. Todos la acusaron de haber destrozado un patrimonio del pueblo. El enfado fue tal que la prohibieron asistir a la iglesia. Aunque a los pocos días Clotilde se hizo famosa en internet gracias a su nieto y la gente de su pueblo la empezó a considerar como una artista desconocida y se organizaron exhibiciones de sus mejores obras de arte, entre las que se encontraba la Virgen mejor maquillada de toda España.

El códice de los pétalos perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora