Plegaria a las estrellas

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Hoy el palacio está en calma, las reuniones han terminado ya y no había ninguna audiencia programada, así que mamá ha hecho un hueco en su apretada agenda de reina de Xiah, la isla de las ninfas, para acompañarme al templo y ver a Delia, su mejor amiga y mi segunda madre.

Las calles rebosan tanta vida como de costumbre, aunque las noticias de golpes de estado en tierras lejanas levantan algunas alarmas. Sin embargo, yo estoy tranquila, sé que esos temores no llegarán hasta nuestras costas, las ninfas somos la raza más pacífica de los cinco reinos.

—¿Crees que podría llegar a pasarnos a nosotras también? —pregunto con cierto temor. —Lo del golpe de estado ...

Es imposible que en Xiah pase algo así, mi madre es la reina más querida desde hace generaciones, fue nombrada como Selenne IV, la bendecida por las estrellas, por su buen juicio y la prosperidad que ha traído al reino desde que subió al trono. Pero la posibilidad de que haya alguien conspirando para acabar con la vida de mi madre me hace revolver me en mi asiento del carruaje.

—Tranquila cielo, —su mano se posa en mi regazo con el máximo cariño. —no debemos alarmarnos nosotras, ni alarmar a la población. El miedo es el peor de los enemigos y el más efectivo contra la paz y la calma, que son las máximas del reino de las ninfas. —su discurso consigue apaciguar los agitados latidos de mi corazón lo suficiente como para finalizar el trayecto hasta el templo.

Dentro de este nos saludan no solo las ninfas que aquí viven, sino toda la naturaleza que rebosa este lugar, desde el agua hasta las flores más diminutas. Todo el mundo adora a la reina y ella ama detenerse y conversar con todo aquel que así lo desee, quizá por eso sea tan amiga de Delia, porque las dos son iguales.

—Ainya, cariño, ¿qué tal estás? —la hermosa voz de Delia siempre me transporta a un remanso de paz. —Oh, veo que hoy vienes acompañada. —añade al distinguir la figura de mi madre entre las columnas de flores.

—Así es, hoy vas a tener más público. —ensancho mi boca para formar una gran sonrisa.

—Espero que la historia que nos cuentes sea buena. —dice la reina en tono juguetón.

Delia deja el libro que tenía en su regazo y se levanta.

—Querida, va a ser merecedora de la atención y el agrado de una reina y una princesa la mar de agradables. —ella también sonríe, contagiando a mi madre. —Ahora, por favor, tomad asiento y que las estrellas guíen mi voz en este épico relato.

Las tres nos sentamos formando un triángulo. Delia empieza su epopeya narrando cómo antes las sirenas protegían los océanos hasta que la magia del amor las hizo dejar las profundidades para empezar una nueva vida en tierra firme, siendo ellas consideradas las primeras ninfas de los cinco reinos.

El códice de los pétalos perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora