El padre Miguel se marcha del camerino con su guitarra al hombro, dispuesto a dar el mejor concierto que ha hecho en su vida. Las fiestas patronales de Arenas de San Pedro no saben a quién han contratado para su concierto de cierre. Está nervioso, pero ha rezado sus oraciones y ha ensayado todas canciones que tocará, pero no importa cuánto ensaye o rece, siempre siente el gusanillo como la primera vez.
Desde el día en que una de sus feligresas más devotas le hizo quedar como el hazmerreír de la diócesis llevando una talla de la Virgen María maquillada como una cabaretera ha perdido la fe en su misión como predicador y ni si quiera su música le ha devuelto la emoción con la que antes hablaba del Señor en sus homilías. No ha vuelto a componer nada, ni si quiera ha tocado su guitarra de la suerte. Al menos hasta hoy, que se ha convencido de que podía hacerlo gracias a un sueño que ha tenido en el que el apóstol San Pedro le pedía que cantase otra vez para transmitir la palabra de Dios. <<A San Pedro no le puedo fallar.>> Ha pensado nada más levantarse. Por eso ha asistido a la prueba de sonido esa mañana y ha cantado como nunca lo había hecho, interpretando uno de sus mayores éxitos "Pecado aquí, pecado allí. Confiésate, confiésate".
Justo en la salida del pasillo que da a los camerinos se encuentra con su representante, Paco, que además es su mejor amigo de la infancia. Pero no es la única persona que está allí, también lo está su enemigo acérrimo, el sacerdote de Arenas de San Pedro, el padre Faustino, quien expandió el rumor sobre lo mala que era la iglesia de su pueblo y lo poco ortodoxas que eran sus misas, provocando que el número de feligreses bajase considerablemente.
—Hombre, hola, Miguel. —le saluda con su tono más meloso. —Veo que al final no has renunciado a dar el concierto, pese a haber dejado de cantar. —se puede notar la malicia con la que lo dice.
Miguel se muerde el labio por dentro, sabe que caer en sus provocaciones solo le traerá problemas, pero abre la boca y, bajo la atenta mirada de Paco, responde al padre Faustino.
—Faustino, espero que hayas caldeado el ambiente, porque me muero de ganas de hacer que Arenas se mueva al ritmo la música y no de las calumnias. —se permite el lujo de esbozar una amplia sonrisa. Paco suelta una risilla que molesta incluso más a Faustino. —Por cierto, aún no te has pasado a ver a María la Castellana. —es el nombre que le han puesto entre las feligresas a la Virgen María maquillada.
Faustino está a punto de estallar de rabia, pero Miguel no le da opción a que abra la boca. Le hace unas señas a su representante que le confirma que ya puede salir al escenario. Ambos se abrazan unos segundos antes de que Miguel sea tragado por la luz de los focos y solo se escuchen los gritos de la gente que espera con ansias que empiece el concierto.
—¡Buenas noches, Arenas! —grita Miguel en cuanto llega al micrófono. —¿Estáis listos para bailar? —la audiencia no tarda en concederle una respuesta en forma de ovación.
Una corriente eléctrica le recorre y le embriaga mientras se coloca la guitarra y ajusta la altura del pie del micrófono. Todos los miedos que le atenazaban desaparecen cuando abre completamente los ojos y ve la plaza del pueblo llena de gente que corea su nombre.
—¡Vamos a empezar con una buena! —toca unos acordes con la guitarra y abre la boca. —¡Yo quiero pecar! —la audiencia completa la frase: toda la noche.
El concierto terminó varias horas más tarde como un rotundo éxito que devolvió la confianza al padre Miguel para continuar con su carrera como cantautor mientras oficia las misas de su pueblo, que ahora se ha convertido en toda una atracción turística que recibe gente de todas partes para ver a la Virgen mejor maquillada de la historia y al cura cantante.
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El códice de los pétalos perdidos
Random🌸Déjate arrastrar a esta antología en la que cada pétalo caído es una historia única y diferente🌸 Entre ellas se encuentran leyendas de sirenas, las aventuras de un superhéroe, las desventuras de una anciana amante de la pintura, un apocalipsis z...