Spreen, como siempre, se encontraba al aire libre con su espada en mano, enfrentándose a diferentes enemigos que trataban de atentar contra su integridad física y su vida. Él mismo se había metido en ese "lío", ya que para cualquiera estar en esa situación sería declarar su muerte inmediata, pero para el híbrido de oso no era nada complicado. Uno tras otro sus enemigos caían al suelo y segundos después se desvanecía en el viento, sin dejar rastro alguno de su existencia excepto la sangre que quedaba en la espada del asesino y algunos dejando pequeñas heridas en la piel del mismo.
— ¡Hijo de puta!— Maldecía al aire en algunas ocasiones mientras movía su espada sin muchas complicaciones. Lo único que le jodía era la cantidad de monstruos que se acercaban a él al mismo tiempo, eran demasiados. Aún así se mantuvo firme y moviéndose con agilidad, sin dejar que le causaran demasiadas heridas.
Y así estuvo un buen rato más, eliminando a todas esas cosas que atentaban contra su integridad. Quedaban 5, luego 4, 3, 2 y el último. El oso había conseguido eliminar a todos en un tiempo que para él era un récord por la cantidad y el tiempo que le había tomado.
Sudor caía por su frente hasta el suelo, su ropa estaba un poco dañada y algo de sangre en la misma. Levantó su mano libre y se limpió el rostro con la manga de su ropa, soltando suspiros seguidos por el cansancio que sentía en ese momento. Pelear en la media noche no era una buena idea en lo absoluto. Abrió su mochila y de ahí sacó una antorcha que usaría para guiarse en el bosque, la luz que le brindaba la luna no era suficiente.
— ¡Ay cabrón! ¡Aléjate de mí, mierda!— Se logró escuchar de lejos. Un chico de cabello castaño peleaba con un zombie por su vida, con una hacha de piedra en ambas manos para mejorar su agarre, aunque torpemente la agitaba hacia el ser extraño con la intención de alejarlo, caminando de espaldas.
El oso, gracias a sus habilidades, pudo escuchar los gritos de aquel chico de cabello desordenado a lo lejos. Movió su oreja izquierda tratando de agudizar esos sonidos, no tardando mucho para empezar a caminar en esa dirección. Podría ser un asesino a sueldo, pero si no tenía ninguna orden para matar a alguien, no lo haría.
Seguía empuñando su espada y se acercó en silencio al zombie, quien estaba demasiado ocupado siguiendo al chico con suéter rojo. Spreen se posicionó detrás del muerto viviente, atravesando su estómago con su espada y con un movimiento fuerte y rápido subiendo la misma, causando que la bestia cayera al suelo de inmediato y luego se desvaneciera en el aire como todos los demás.
— ¿Qué onda, capo? ¿Cómo andás?— Preguntó el híbrido, manteniendo una expresión calmada, mientras que el otro parecía estar a nada de morir por culpa de un infarto.
— Hijo de su pinche madre, pensé que me moría... ¡Ay mamita, piedad!— Exclamó, todavía sin darle las gracias a la persona desconocida, agradeciendo a todos los dioses por no dejarlo morir, enviando a ese chico tan extraño a su rescate.
— Che loco, ¿te acabo de salvar la vida y decís esa pelotudés?— Le recalcó ofendido, guardando su espada y alzando un poco su cabeza, mirando al más bajo por unos 2 o 3 centímetros. No había tanta diferencia, pero lo hacía para demostrar superioridad.
El castaño, al escuchar eso, prácticamente se abalanzó al otro para rodear su cuerpo con sus brazos, dejando su hacha en el suelo antes de eso, cerrando sus ojos a su paso, apretando el abrazo con fuerza. — ¡Eres mi héroe! ¡Pensé que no volvería a ver un amanecer!
— ¡Soltame, enfermo! ¡Flasheaste confianza vos, boludito!— Dijo con molestia, tratando de separar al que ahora parecía una garrapata pegada a su cuerpo. El otro simplemente seguía aferrado a él como si su vida siguiera dependiendo de eso.
Roier se separó poco después, sintiéndose feliz por no haber muerto. Se agachó para recoger su hacha y poder guardarla en su mochila, mirando al contrario con más detenimiento y notando que tenía manchas de sangre, pero no parecía ser suya en su mayoría, además de la sangre de las heridas...
— ¿Vienes metiéndote a chingadazos o qué, cabrón?
— ¿Y eso a tí qué mierda, loco? Andá a cagar.— Respondió algo molesto, sacando de su mochila un mapa y empezando a caminar en dirección a su casa. Quería dormir.
— ¡Eh, pelotudo! ¡Me voy a morir solo!— Le gritó al ver que este empezaba a irse, siguiéndolo con cautela pero a paso rápido para evitar llamar la atención de otros monstruos y ser atacado nuevamente. Al menos estaba con el híbrido, se veía que sabía pelear.
— Morite, gil. Me importa una poronga.
— ¿Me dices eso después de prácticamente salvarme la vida?— Roier caminaba al lado izquierdo del híbrido, mirándolo con una sonrisa juguetona mientras que con sus manos interpretaba sus palabras de vez en cuando.
— Loco, cerrá el orto.— Expresaba su molestia a base de insultos, sabía que si el otro seguía hablando posiblemente más monstruos se les acerquen, algo que odiaría por completo.
Roier rió por su respuesta, haciendo caso por fin, caminando en silencio por unos segundos hasta que decidió hablar. — Soy Roier, o mejor conocido como el amor de tu vida, mi amor. ¿Cuál es tu nombre?— Diría en tono coqueto, observando al híbrido con atención. Se veía como alguien rudo y definitivamente alguien grosero, entonces, ¿por qué lo seguía? Dudaba que le dejase entrar a su casa siendo prácticamente desconocidos. En ese caso tendría que rogar por le suerte de que la casa del oso quedara cerca de la de su amigo; Mariana.
— Che wacho, flasheaste confianza un poco, ¿no? No rompás las pelotas.— Le dijo con ese acento que tenía él, empujando un poco al contrario sin llegar a que se cayera o algo por el estilo, simplemente que se desviara de su camino ligeramente. —Dime Spreen, no "mi amor".
— ¡Ay, Spreen, qué grosero!— Exclamó después de ser empujado, dramatizando sus palabras un poco, o mejor dicho, demasiado.
— Dejá de gritar, pelotudo. Va a venir un puto zombie y te vas a cagar muriendo, hermano.— Diría como amenaza, dando a entender que no le ayudaría otra vez si es que llegaba a ser atacado por otro ser. Cambió su antorcha de mano y, con su ahora mano libre, le dio un suave puñetazo en el hombro al castaño.
— ¡Ay sí, Spreen, sigue!— Dijo para después soltar una risa, observando atentamente cualquier reacción ajena. Obviamente no quería acabar como ese zombie que terminó por morir a manos de aquel pelinegro con lentes oscuros.
El híbrido no dijo ninguna otra palabra, se había quedado de pie, algo confundido. ¿Ese chico tan extraño era masoquista o algo por el estilo? Agitó su cabeza y siguió caminando, un poco más lento que antes, aunque seguía por delante de Roier.
Pasó un largo tiempo en silencio, pese a que el castaño tratara de romperlo repetidas veces solo resultaba siendo ignorado por el otro hasta que se dio por vencido. El pelinegro volteó su mirada al de suéter rojo, manteniendo una expresión neutra.
— ¿Para qué me seguís vos? Ni creas que te voy a dejar quedarte en mi casa, wacho.—
El chico al que eran dirigidas esas palabras se quedó helado. Tenía razón, nadie metería a su hogar a alguien desconocido. ¿Tendría que darle algo material? No quería caminar hasta su propia casa o a la de su amigo, ambas se encontraban lejos y ya era de madrugada.
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1265 palabras. 25/04/23
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Kiss of death || Spiderbear
RandomCANCELADA. Spreen, un híbrido de oso que sobrevivía gracias a las ganancias que le daba su trabajo; ser asesino a sueldo, fue quien recibió la misión de acabar con la vida de cierto chico con suéter rojo, un tal Roier. Pero oh, era tan lindo que no...