Untitled Part 1

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"¿Por qué?" Pienso mientras me voy quitando prendas.
Un calcetín, luego el otro, después los pantalones, y la camisa. La misma rutina de siempre.

Abro el agua de la ducha, y sin esperar que se caliente, entro.
Dejo que todas las gotas caigan sobre mi cabeza, agachada mirando mis pies.

Susurrando, llego a articular algunas palabras.

"Estoy cansada de sentirme así. ¿Por qué tiene que ser todo tan jodidamente difícil?"

Mis dientes apretados por la rabia. Mis piernas, no pudiendo aguantar mi propio peso, caen despomadas en el suelo de la ducha, temblando, y notando cómo la fría agua choca casi violentamente con mi pelo debido a la distancia.
Suspiro profundamente.

No puedo evitarlo, y noto mis mejillas mojadas, no solo por el chorro de agua helada cayendo sobre ellas.

"Para... para.... ¡Joder, para de llorar puta débil!"

Las lágrimas caen cada vez con más intensidad, y cada vez me odio más por ello.

"Imbécil, pensé que podías con esto... ¡Deja de llorar, mierda!"

Los sollozos se hacen presentes, y empiezo a hiperventilar. Los segundos pasan.
Y mi mente se esclarece.

"No. No voy a seguir con esto. Se acabó."

Un segundo suspiro, y dejo que el agua de la ducha arrastre consigo los restos de todas aquellas lágrimas que alguna vez han atravesado mis mejillas.

Y me siento mejor. Una sonrisa se hace presente en mis labios, y me siento mejor.

"Si no le gusto al mundo, ¿a quién le importa si dejo de sufrir de una vez por todas?"

Mis piernas consiguen levantar de nuevo mi peso. Cierro el agua de la ducha, y sonrío.
Sonrío, porque por fin el dolor se va a esfumar.
No más mentiras.
No más personas que entran en mi vida para hacerme daño, para romperme poco a poco por dentro para luego irse de ella sin el más mínimo remordimiento, así, de repente.
No más lágrimas por aquellos que no las merecen.

No más.

* * *

Ella jamás le mostró a nadie que en realidad tenía miedo, que estaba asustada, porque estar sola era demasiado que afrontar. Aunque algunos decían que ella era muy fuerte, lo que no sabían era que apenas podía seguir adelante.

Ella siempre se decía a sí misma que podía hacerlo sola. Nunca pidió ayuda, simplemente estaría bien. No quería poner a nadie en el compromiso de tener que preocuparse por ella, sentía que molestaba a todos a su alrededor si lo hacía. Porque personas que creía importantes le habían fallado tantas veces, que ya apenas le quedaba algún pedacito puro y cristalino en su pequeño corazón. Pero aun así, ella seguía, no muy segura de la causa que la motivaba a hacerlo. Quizá fuera esa esperanza de que algún día todas esas burlas, todos esos insultos y todas esas falsas amistades se irían para no volver. Y ella seguía adelante. Tragando y olvidando, tragando y olvidando, tragando y sonriendo.

Pero todo cajón se acaba llenando, y toda bomba acaba explotando. Y su vida perdió su sentido. Se hundió en sus propios intentos de evitar entrar en lo más profundo de su alma. Se hundió, y no podía soportar pensar que no había sido capaz de superarlo, que no había sabido ser lo suficientemente fuerte. Tanto como ella había querido hacerse creer que era. Se sentía vulnerable, estúpida, inservible para todos, y para ella misma.
Se hundió, y no pudo levantarse.

Se fue, sin saber que existía una persona que, casi invisible en la sombra, la observaba. Día tras día la observaba sin atreverse a acercarse, y la admiraba. Admiraba su fuerza, la admiraba a ella. Porque era preciosa. Aunque ella no fuera capaz de verlo, para él era la chica más increíble que jamás había conocido. Él siempre había querido decirle lo preciosa que era desde donde él la veía. Quería decirle que noche tras noche la veía en sus sueños, y que era fuerte. Que siempre lo había sido, y que podría con todo.
Pero se fue sin saberlo.
Y ya jamás lo sabría.

SilenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora