Capítulo 14

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CAPÍTULO 14

La oscuridad como refugio

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Al día siguiente, Kim Min Joon sale de su habitación y busca a su hermano menor. Tiene planes para ambos, así que llama a la escuela a notificar que Ji Ho no irá a clases. El restaurante tampoco abrirá el día de hoy.

Ante la incapacidad que tengo de caminar por cuenta propia, y frente a la posibilidad de reservar cualquier energía, me dejo arrastrar por Ji Ho, de modo que solo aparezco en cada nuevo lugar que visita: la estación de tren, un centro comercial, y sigo así hasta encontrarnos en una sala de cine.

No parece que el par de hermanos hayan hablado de nada en particular durante el tiempo que pasé ausente, pero ahora que estamos reunidos otra vez, Kim Min Joon le explica que eligió la película de Naruto, por cuanto era una serie animada que ambos miraban juntos cuando eran pequeños.

Los hermanos cargan con palomitas gigantes y refrescos en las manos, mientras buscan sus asientos en la sala. Pero, al sentarse, Ji Ho por accidente tumba el balde de palomitas del otro, y la mitad se vacía sobre la cabeza de un extraño ya instalado delante de ellos.

Me pongo tenso cuando el hombre voltea a mirarlo en cámara lenta. Pero en lugar de disculparse, Kim Min Joon comienza a reírse y a lanzar palomitas a su hermano, y luego a la gente a su alrededor.

La escena es extraña e incluso dolorosa de ver al comienzo. Pero a lo mejor es por el tipo de personas que asistieron para ver este rodaje, que pronto alguien más se pone de pie y arroja la cubeta repleta hasta la última fila, de modo que golpea un espaldar, y las palomitas llueven sobre un grupo de chicos que lo toman como un grito de combate.

Al poco tiempo, la sala entera está en una guerra de palomitas, con todo el mundo riendo y disfrutando. Solo tengo ojos para la persona que intenta alcanzarlas con la boca, y que a veces se escuda detrás de las butacas o su hermano.

Al final, no hay lugar para caminar sin que los pasos crujan. Cuando las luces se apagan y empiezan los créditos, todos están cubiertos de palomitas, pero felices.

El olor a mantequilla me resulta apetitoso, sin embargo, no me esfuerzo en atrapar algunas, pues la mayoría me atraviesa el cuerpo.

Los hermanos se acomodan un poco más atrás de la mitad de la sala, por otro lado, yo aguardo sentado en una de las gradas más cercanas, contemplando una sonrisa que creí perdida. Agradezco el esfuerzo de su hermano, pues tuvo la capacidad para convertir un tonto accidente en algo maravilloso.

Al chico que me amó ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora