-Oh...oh hay problemas-

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Heeseung casi perdió de vista a White, pero logró alcanzarlo. El caballo blanco parecía algo alterado y nervioso. Él empezó a reconocer a donde se dirigía el animal. Estaba yendo hacia le estancia de los Montoya, lugar en donde estaba Estrella. Aquella yegua negra lo era todo para White. Era extraño, para ser animales entendían muy bien la palabra amor.

White dobló detrás del viejo establo de los Montoya y Heeseung lo siguió. Se detuvo al ver aquella escena. Estrella estaba acostada en el suelo y Carl estaba arrodillado delante de ella. White se acercó a ella y bajó la cabeza para tocarla con su hocico.
— ¿Qué sucede, Carl? —le preguntó al viejo trabajador de aquella estancia. El hombre se giró a verlo y le dedico una pequeña sonrisa.
—Estrella está por parir —le contó.
Los ojos de Heeseung se abrieron por la sorpresa. Así que eso era… White iba a ser papá. Se bajó con cuidado del caballo y se acercó hasta donde estaban. Estrella se veía algo cansada y White estaba muy cerca de ella.
— ¿Por qué no me dijiste que estaba preñada? —le preguntó.
—Queríamos que fuera sorpresa, ¿verdad, White?
El caballo blanco relinchó. Heeseung se acercó aun más. La yegua parecía estar muy cansada, y Carl se encargaba de limpiar la sangre y todo lo que ella estaba perdiendo.
Y de repente todo fue rápido, Estrella hizo un raro sonido y dos segundos más tarde el pequeño potrillo estaba fuera. Heeseung lo miró encantado. Era tan pequeño y se veía completamente vulnerable. El pequeño comenzó a ponerse de pie, mientras Estrella se incorporaba rápidamente y se acercaba a él para olerlo. White también se acercó. Y una tonta sonrisa se dibujó en el rostro de Heeseung.
El pequeño potrillo era igual de blanco que White, asombroso y muy pequeño. Pero entonces vio aquella pequeña mancha color negro alrededor de su ojo derecho. Rió levemente. Carl se puso de pie y se secó la frente.
—Pfff, ha sido difícil —le dijo a Heeseung.
—Ya lo creo —sonrió el vaquero.
— ¿Te parece si los dejamos solos? —preguntó el anciano.
— Si, necesitan su espacio.

Se alejaron de la nueva familia para llegar hasta la parte delantera de la caballeriza de los Montoya. Heeseung miró extrañado hacia la casa de estos ya que unos cuantos gritos llegaron a sus oídos. Y entonces los vio, Niki y Jay caminaban a grandes zancadas hacia un par de caballos. Mientras que Marco Montoya los seguía a paso decidido.
— ¿Qué habrá pasado? —inquirió Heeseung.
—Luna —murmuró Carl. Heeseung se giró a verlo rápidamente.
—Luna, ¿Qué?
—Seguramente escapó… otra vez.
—Rayos —musitó él y corrió hacia su caballo.
Seguramente la pequeña Luna había ido a buscar a Jungwon. Y si eso era así y ellos tres los encontraban juntos iba a haber muchos problemas.

Ross salió contenta de su habitación. Se sentía sumamente feliz, renovada. Y eso que apenas habían pasado unas cuantas horas desde que había llegado. Bajó las escaleras y vio que Andy también salía de su cuarto.
— ¿A dónde vas? —le preguntó el rubio.
—A caminar —contestó ella con una sonrisa — ¿Me acompañas?
—Mmm… no lo sé.
—Vamos, Andy. Desde que llegaste no has salido a ningún lado. Tienes que conocer un montón de lugares.
—Es que no lo sé, Sweetness —dijo por lo bajo —Deben haber tantos bichos por ahí.
— ¿Sabes que más hay? —preguntó mientras meneaba las cejas.
— ¿Qué?
—Trabajadores —respondió con una media sonrisa —Muchos sudados, acalorados, musculosos y bronceados trabajadores para ti.
—Oh dios mío—dijo él y se abanicó con una mano —Eres una manipuladora horrible. Pero si que sabes convencer a la gente.
Ella rió y juntos bajaron las escaleras para salir de la casa. Pero entonces Ross divisó a Jungwon. Frunció el ceño.
— ¿A dónde vas? —le preguntó ella sobresaltándolo.
Jungwon giró algo asustado y maldijo por lo bajo ante el punzante dolor en su brazo herido. Se las arregló para pararse derecho y disimular. Pero Ross no era tonta y pudo notarlo.
—Yo… no iba a ningún lado —le respondió
—Deberías estar en cama, Jungwon. Tu tía va a enojarse mucho si alguien llega a contarle que no estás en la cama.
—No —murmuró él —No le digas nada, por favor.
—Entonces vuelve a tu cuarto.

El pelinegro dirigió sus pasos hacia la puerta de salida. Ross se acomodó la garganta.
—Esa no es tu habitación —rió Andy divertido.
Jungwon resopló y dio media vuelta para entrar en la cocina.
—Seguramente iba a ir a buscar a la hija de Montoya —dijo ella.
—Aaaw, eso es tan romántico.
—No, es suicidio. Está herido, casi lo matan. Debe ser más prudente.
—Si, tienes razón… Pero aun así sigue siendo romántico.
Ross miró divertida a su amigo y luego tomó su mano para dirigirse hacia el mundo exterior.

El sol del atardecer era una suave caricia para el verde pasto que se presentaba ante sus ojos. Todo se veía calmo y pacifico. Varios hombres estaban trabajando por allí.
Ross comenzó a caminar hacia lo que ella recordaba era el viejo gallinero. Sería divertido ir a juntar un par de huevos con Andy para el desayuno. Más divertido sería ver como Andy insultaba a las gallinas porque estás iban a picotearlo.
Caminaron hablando sobre cosas tontas mientras se empujaban y hacían chistes malos. Pero muy malos.

Llegaron.

Ross se giró a verlo.
— ¿Listo para juntar huevos, Andy? – le preguntó. Él puso su mejor cara de asco.
—No lo sé, darling. Tu cara me dice: Vas a sufrir mucho Andrew Donovan. Por haberme robado mi novio en primer año de secundaria.
Ross soltó una estrepitosa carcajada.
—Eres un tonto.
Ingresaron. Los cacareos no eran tantos. Solo un par que estaban riñendo por ahí eran las rebeldes. Ross sonrió. Andy puso cara de asco.
—Preciosa, esto es asqueroso.
—Oh, vamos… no es tan malo.
Se acercó a una de las gallinas y revisó si había algo debajo de ella. Se sorprendió de no encontrar nada. Era raro. Ella recordaba que casi siempre a esa hora era que pasaban a recolectar los huevos. Quizás alguien les había ganado de mano.

Algo se cayó del otro lado del gallinero. Andy se acercó rápidamente a Ross y se escondió detrás de ella como animal asustado. Ella miró en la dirección del sonido.
—Ross, tengo miedo.
—Shh —lo calló ella —No pasa nada.
Se alejó de él y comenzó a acercarse hacia la parte trasera. Estaba segura de que había alguien
ahí. Su corazón latió rápido. Sintió algo de miedo.

—Ten cuidado —murmuro su amigo.
Ella asintió. Y entonces alguien se asomó. Ross dejó de caminar para mirarla bien. Ella también la miró fijo.
—No eres Jungwon—dijo la chica.
—No, soy Ross —dijo ella.
—Oh, lo siento. Yo… no debería estar aquí —se disculpó y se dispuso a irse.
— ¡Espera! — la detuvo la chica —¿Tú eres Luna?

La castaña asintió tímidamente. Andy se acercó a Ross y le sonrió a la muchacha.
—Así que tú eres la famosa Luna por la que el lindo de ojos verdes está herido y postrado en la cama.
— ¡Andy! —lo regañó Ross. Luna se sonrojó.
—Lo siento —se disculpó —Yo no quise que eso pasara.
Luna desapareció de allí. Ross miró mal a Andy y salió detrás de la chica para pedirle disculpas por su amigo. La divisó caminando hacia la parte delantera del gallinero.

— ¡Oye, Luna! —la llamó. La castaña no se detuvo. Pero entonces Ross aceleró el paso y la alcanzó.
—Espera, espera —Luna se giró a verla —Disculpa a mi amigo, es algo… tonto.
—No pasa nada —murmuró ella.
Entonces escucharon los galopes de varios caballos. Las dos miraron hacia la casa, y allí estaban ellos. A Luna se le detuvo el corazón. Allí estaban su padre y sus hermanos, buscándola.
—Oh, oh... hay problemas —dijo Ross.

Wild Horses - Lee Heeseung ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora