NO ERES UN SANTO.

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Estoy en uno de los baños de la mansión mirándome por el espejo. Llevo ya algo de tiempo aquí. La fiesta sigue y todo el mundo se está divirtiendo.

La culpa en mi se ha incrementado descomunalmente. Tengo un maldito nudo en la garganta que no soporto. Esto es demasiado para mi, siento que en cualquier momento me voy a volver completamente loco.

Incluso siento que no puedo respirar. Estoy perdiendo lentamente la puta cabeza por culpa de todo esté maldito teatro.

Cierro mis ojos, trato de calmarme y segundos después siento cómo un par de lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas.

No puedo, yo ya no puedo más con esto.

Esto es demasiado, creí que sería lo suficientemente fuerte cómo para hacer esto. Pero la realidad es muy diferente.

Bajo la mirada y cedo completamente al llanto.

Tocan a la puerta y levantó la mirada.

—Está ocupado —hablo en voz alta.

Vuelven a tocar.

—¡Dije que está ocupado!

La puerta se abre, limpio mis lágrimas y doy la vuelta.

—Adán.

—Hola Jay —dice —.¿Estás bien? —pregunta.

—Si —fingo una sonrisa —. Estoy bien.

Él se me acerca y con sus manos limpia las lágrimas que brotan de mis ojos.

—No lo estás —me dice —.¿Qué pasa? ¿Por qué estás así? —pregunta muy confundido.

—Yo...—mi voz se comienza a romper —.Yo...

Carajo, las malditas palabras no salen de mi boca. Quiero hablar pero no puedo.

—Yo...

Nuevamente empiezo a llorar y el oji-azul me abraza.

—Tranquilo —me dice —. Jay ¿Qué pasa?

—No puedo...—digo entre lágrimas —. Creí que lo aguantaría, pero la verdad es que... no puedo hacerlo.

—¿De qué hablas? ¿Qué es lo qué ya no puedes aguantar?

—Es...

—Vaya...—la voz de Dimitri nos hace dejar de abrazarnos y mirar rápidamente hacia la entrada —. Que gran sorpresa. Jamás llegue a pensar que llegarían a hacerme esto. Mucho menos el día de mi boda.

—Hermano, no es lo que piensas.

—¿A no? Entonces que mente tan sucia tengo. Adán... ¿Querías cogerte a mi esposo?

—¿Qué carajos dices? ¡No! Claro que no —Adán se coloca delante de su hermano mayor —. Estás borracho. Hermano estás ebrio.

—Estoy ebrio, pero no idiota. Sal ahora mismo y déjame hablar con Jayden.

—Dimitri...

—Ahora —ordena muy serio.

Adán no dice ni una sola palabra, sale del baño y cierra la puerta.

—No estábamos haciendo nada malo —digo.

—Por que no les dí tiempo. Me puedo imaginar muy bien lo que habrían hecho si yo no hubiera llegado —se me acerca y se coloca delante mío —.¿Quién lo diría? Tienes la apariencia de un muchacho inocente y bueno. Pero la verdad es que no es así. Tú de inocente no tienes nada Jayden ¿Qué era lo qué pretendías hacer con Adán?

—Nada —respondo —. Estás malentendido todo Dimitri.

—Yo no pienso eso.

—El alcohol no te está dejando pensar correctamente.

—No es así. El alcohol me pone más... avispado por así decirlo —se acerca a mi oído izquierdo —. El alcohol me hace ver quién realmente eres tú Jayden Russell. Tú no eres un inocente. Tú lo que eres... es un fácil.

Se aleja para verme a los ojos.

—Eres un fácil Jayden —vuelve a decir.

No soporto más y le doy una bofetada.

—En tú vida, me vuelvas a hablar así.

Él se soba y después sonríe de lado.

—¿Vas a comenzar a sacar las garras? Bien... me gustan los retos —dice, me toma por el cuello con demasiada fuerza, me lleva hacia la pared y me pega contra ella.

Intento soltarme pero él pone más fuerza.

—¿Qué era lo qué pensabas hacer con mi hermano? —cuestiona muy cerca de mi.

—Dimitri... déjame en paz por favor.

Él lleva su mano libre hacia mi pantalón, lo desabrocha, lo baja dejándome en ropa interior, baja mis boxers y toma mi miembro con su mano haciendo que soltara un gemido.

—¿Esto? —me mira fijo —. Déjame decirte que... para esté tipo de cosas amor. Yo soy el maestro. Adán no es nada —comienza a masajear mi miembro.

—Dimitri... por favor... detente —jadeó —. Por favor.

—¿Qué pasa? ¿No te gusta? Pensé que era lo que estabas buscando hace un rato con el imbécil de Adán. Vamos Jayden. Disfruta.

Él continúa masajeando mi miembro, de mi boca no salen otra cosa más que gemidos. Mi sangre está ardiendo, todo en mi está descontrolado. No me siento cómo yo.

—Dimitri...

—Somos esposos Jayden. Podemos hacerlo.

Gimo alto y una sonrisa se dibuja en el rostro del castaño. No soporto más, llevo mi mano derecha hacia su pantalón, lo desabrocho, retiro su ropa interior y tomo su pene con mi mano para luego comenzar a masajear también.

Él comienza a gemir también, se acerca a mi cuello y comienza a besarlo lentamente.

Los segundos pasan, se dirige hacia mi oído izquierdo y lo muerde.

Muerdo mi labio inferior y aumento la intensidad del masaje en su miembro.

Él gime alto, me mira a los ojos. Su cara no refleja otra cosa más que placer.

—Jay...—jadea.

Me siento cerca del final.

Ambos seguimos con los masajes, ambos solamos un par de gemidos altos y terminamos corriendónos en nuestras manos.

Nuestras respiraciones están demasiado alteradas.

Él junta su frente con la mía.

—Eres mío...—dice —. Cada parte de ti me pertenece Jayden. Quiero que jamás se te olvide eso. No quiero que estés cerca de nadie más que no sea yo ¿Oíste?

—Si —respondo —. Escuche bien.

—Buen chico.

Se aleja, sube su ropa interior, sube su pantalón, se acerca al lavamanos y se lava las manos para después mirarme.

—No eres un santo —me dice —. Lo he comprobado con esto.

Camina hacia la puerta, la abre, la cruza y cierra la puerta a sus espaldas.

Suelto un gran suspiro y levanto la mirada.

¿Qué demonios fue lo qué hice?

¡Carajo!

¡¿Qué mierda está pasando conmigo?!

¿Cómo se me ocurrió?

Debo de estar loco.

Mierda.... ¡Mierda!

CameronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora