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CAPITULO 12





LISANDRO MARTÍNEZ








Otra vez tenía problemas para dormir, así que recorrí el pasillo de puntillas y abrí la puerta de Cristian. Esa noche, dormía bocabajo, rodeando con un brazo la almohada mientras que el otro colgaba del borde de la enorme cama. Estaba roncando... una especie de ronroneo grave que necesitaba oír.

Observé su cara en la penumbra. Le recorrí los labios con la punta del dedo, sorprendido todavía por el hecho de que me hubiera besado, de que me hubiera abrazado, y de que hubiéramos bailado. Sabía que todo formaba parte de su gran plan, pero había momentos, por pequeños que fueran, en los que veía a un hombre distinto del que estaba acostumbrado a ver. El asomo de una sonrisa, el brillo de sus ojos e incluso alguna que otra palara amable. Todo eso me había pillado desprevenido esa noche.

Ojalá permitiera que esa parte de sí mismo aflorase más a menudo, pero mantenía sus emociones, la positivas al menos, bajo llave. Era algo de lo que ya me había percatado. Sabía que si decía algo, se encerraría en sí mismo todavía más. De modo que decidí permanecer callado... al menos, de momento. Eso sí, debía admitir que besarlo no había estado mal. Teniendo en cuenta las barbaridades que podían salir de su boca, sus labios eran cálidos, suaves y carnosos, y sus caricias, tiernas.

Gimió y rodó sobre el colchón, llevándose la ropa de cama consigo. Su delgado y definido torso quedó a la vista. Tragué saliva, en parte por la culpa de estar observándolo y en parte por el asombro. Era un hombre muy guapo, al menos por fuera. Masculló algo incoherente y yo retrocedí, dejando la puerta entreabierta, tras lo cual regresé de puntillas a mi habitación.

Tal vez esa noche se hubiera mostrado más agradable durante algunos momentos, pero dudaba mucho que reaccionara bien si me descubriría mirándolo mientras dormía.

Aun así, sus suaves ronquidos me ayudaron a sumirme en un placido sueño.

Me marché temprano del piso para visitar a Laura. Estaba lúcida y de buen humor. Me reconoció me pellizcó la nariz, hablamos y reímos hasta que se quedo dormida. Bebí café mientras ella dormía contemplé los cuadros que había estado pintando. Escogí uno que me gustaba especialmente, uno con flores silvestres, y lo estaba admirando cuando ella se despertó. Me miró, se acercó en su silla de ruedas y extendió el brazo para que le diera el cuadro.

"Me gusta este." Sonreí. "Me recuerda a cuando íbamos a coger flores en verano.

Ella asintió con la cabeza, con aire distraído.

"Tendrás que preguntarle a mi hijo si está a la venta. No estoy segura de dónde se ha metido." Me quede sin aliento, había vuelto a irse. Los momentos de lucidez cada vez se espaciaban más, pero ya sabía que no debía alterarla.

"A lo mejor puedo llevármelo a ir a buscarlo." La vi coger su pincel y volverse hacia el caballete.

"Puedes intentarlo, quizá esté en el colegio. Mi Licha es un chico muy ocupado."

Acuerdo de MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora