Estaba dormida en mi cama, hace 5 años. Mis hermanas dormidas a mi lado. Una noche tranquila como cualquier otra en casa.
Empiezo a perderme en mi sueño, mi cuerpo se siente pesado y mi mente comienza a llevarme a un lugar profundo en mi subconsciente.
Me levanto y es de día, hay una cama, sabanas y almohadas, pero no es mi cuarto y yo tampoco soy yo.
Me levanté en un cuerpo mayor a mi yo de esa época (10 años aproximadamente), tengo de unos 16-18 años.
De pronto me regresan a la realidad los rayos del sol y ahora resulta que estoy cambiada como una sirvienta, bajo silenciosa pero rápidamente las escaleras, como si tuviera miedo de llegar tarde a donde sea que fuera.
Llego a la habitación de una niña, la levanto y me saluda con una sonrisa.
Todo va bien. La visto, la peino, jugamos juntas, y la llevo a desayunar.
Ahí, en el comedor, ya nos espera una señora, alta, con bastón, vestida elegante y con ojos tan oscuros como su aura. Me da mucho miedo su presencia y tanto la niña como yo nos ponemos rectas apenas pone sus ojos en nosotras. Las risas se acaban y comprendo que la mujer debe ser alguien importante.
Más tarde me entero que es la abuela de la niña y que yo le caigo terriblemente mal.
La señora me comenta que habrá una reunión en casa esa misma tarde y que debo preparar las cosas para la ocasión, en especial que saque los platos de cristal.
Es obvio que eso ya había pasado antes porque me muevo automáticamente, le aviso a los demás del personal y todo está listo en el momento justo.
Paso a estar dentro de la habitación con la reunión.
Me había mantenido lo más lejos posible de la gente en la habitación aquella. Pegada a la niña como su propia sombra, había una extraña sensación en mi pecho de que ella no quería que por nada del mundo la dejara sola, y yo sentía exactamente lo mismo.
Íbamos bajando las escaleras cuando la mujer me detuvo.
Dijo que me necesitaba atendiendo a los invitados, y, cuando la niña comenzó a rogarle casi llorando que no me llevara, a mí me recorrió un escalofrío de punta a punta.
Ahora llevaba una orden de copas a la mesa de bocadillos, había quienes me paraban por una bebida y otros que simplemente me veían como a un ser inferior. En ese instante entiendo perfectamente por qué quería mantenerme tan alejada de ellos.
En un momento, la señora se acerca disimuladamente a mí, y me hace tropezar con su bastón...
Le gente se aglomera a mi alrededor, la mujer me mira con un odio y un enfado indescriptibles. Mis manos están sangrando por horribles y dolorosas heridas, hechas por las copas ahora rotas y en el suelo.La mujer me toma por la muñeca, y, al momento en que me clava las uñas hasta el hueso, me levanta del suelo.
Empieza a gritarme que soy una inútil, una desvergonzada, y una idiota por "mi error" al tropezar.A la gente en la habitación todo eso le parece increíblemente gracioso. Sueltan carcajadas que me parecen horrendas, y me miran de una forma que me hace sentir humillada totalmente.
Sin ser suficiente para ella, me arrastra fuera de la fiesta y me continua arrastrando hasta que salimos de la casa por completo.
Me avienta por las escaleras del porche y casi me siento desfallecer, de no ser por la niña, que bajaba desesperada las escaleras de adentro.
La señora quiere cerrarle la puerta en la cara justo cuando ella va a cruzarla, sin lograr su cometido, la niña intenta acercarse a donde estoy, tirada en el barro.
La señora la detiene con el bastón y le dice que una rata inmunda como yo no merece estar en su hogar.
Unos hombres llegan de atrás de mí y me toman por los codos, me arrastran y el miedo me carcome viva cuando veo que me llevan al pozo de agua del patio.
La niña grita aterrorizada y desesperada, los hombres se detienen un momento y la señora le dice a la niña que vuelva a la casa. La pequeña continua gritando, diciendo que si regresa dentro me van a matar y que ella no quiere eso.
La señora, tan cruel como es, intenta regresarla por la fuerza, la niña se aferra a una de las columnas de madera del porche y yo trato de calmarla diciéndole entre lágrimas que todo estará bien.
Me cuesta respirar del pánico y aunque quiero que se quede sigo diciéndole que todo estará bien y que no debe preocuparse.
La señora al fin separa a la niña de la columna, clavándole las uñas en los brazos, justo como hizo conmigo.
La retiene contra ella y da la orden de continuar a los hombres que me sujetaban.Ellos afirman su agarre a mí y entonces siguen con nuestro camino.
La niña grita y llora a su abuela que por favor no lo haga.
Grito horriblemente, del puro miedo y la frustración de no poder moverme y salir de ahí junto con la niña.
Al fin llegamos al pozo de agua y en mi desesperación comienzo a pedirle perdón una y otra vez a la señora. Le pido que me perdone la vida, se lo imploro, se lo suplico, lloro y grito por que me perdone.
No hay ni un ápice de remordimiento en sus ojos, que siguen tan oscuros que no parece llegarle la luz. Levanta su barbilla y luego la baja, los hombres me dejan caer al agua y siento que me hundo en la profundidad del pozo con el último sonido de la niña llorando y gritando por mí.
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Abro los ojos y he vuelto a mi cama, sigo pidiendo perdón por unos 5-6 minutos más, antes de poder regresar a mis 5 sentidos. Sigo llorando hasta que logro calmarme y sé que esta pesadilla jamás la voy a olvidar.
Con el paso de los años intento convencerme de que nunca pasó, pero, cada que se me viene a la mente, aún puedo sentir ese miedo, ese dolor y también recuerdo los gritos y el llanto de la pequeña niña a la que cuidaba.