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| Y A N A R A|

Reunión de las lunas crecientes.








Miró a su alrededor, el silencio se apoderó de su alrededor, el sentir de la soledad la rodeaba en cada centímetro de su cuerpo. Un lugar enorme, que a pesar de sus cientos de años, aún no era capaz de conocer por completo por su infinidad estructural.

Dejó caer su cuerpo de espalda contra el borde de la estructura dónde apareció de pronto, cayendo al abismo lleno de oscuridad.

Debajo de ella, justo a su costado derecho, pudo diferenciar el Castillo Infinito, el hogar del amo y creador de los demonios Kibutsuyi Muzan. Parpadeo dos veces antes de aterrizar contra una plataforma que flotaba entre muchas otras más, ésta comenzó a moverse, atravesando varias puertas corredizas que la llevaron a un lugar que parecía de otra dimensión.

Era extraño que se llevara acabo una reunión, no era habitual ver a las otras lunas a menos que una fuese dañada, asesinada o que en realidad el señor deseara que cumplieran con alguna tarea. Después de todo, desde que tenía memoria llevaba buscando una extraño lirio de araña azul que aún no eran capaces de localizar a pesar de sus años de vida.

No había información alguna que pudiera dar con el paradero de aquel Lirio, de lo único que tenían conocimiento era que el señor Muzan tenía la idea de que si lo tomaba de nuevo como la vez que recibió una medicina a base de dicha flor por parte de un medico, se volvería inmune al sol y podría convertirse en un ser indestructible como tanto deseaba.

El sonido del Biwa la hizo reaccionar, llegando a la ubicación exacta de dónde solían reunirse, encontrándose primero con alguien escondido por debajo de uno de los tantos escalones, asustado y tembloroso, a tal punto de que se lograba escuchar el sonido de sus dientes chasqueando.

—Se... Señorita Yana... Yanara... —la nombró tembloroso, con su característica desconfianza—. Hacía mucho que no sabía de usted, es bueno verla más hermosa de lo que recordaba.

—Han pasado casi ochenta años desde que nos reunimos, estoy segura de que no hay muertos, así que debe de ser por otra razón que estamos aquí —declaró, haciendo ademanes para que el miedoso saliera de su escondite—. Dime, dime, Hantengu, ¿Me dejará ver a Aizetsu? —dijo de forma coqueta, recibiendo una negativa en cuanto Hantengu se escondió.

Lanzó un bufido y se cruzó de brazos sin poder evitarlo, la primera vez que vio las otras emociones del miedoso de Hantengu, quedó sorprendida de la destreza que poseía cada uno de ellos, sin embargo, hubo uno que captó su atención más que las demás.

Aizetsu, el más decaído de todos ellos logró demostrarle una destreza sin igual a comparación de los otros que se sentían intimidados. La emoción que más destacó durante su enfrentamiento, le dijo que su mentalidad de ya no tener nada que perder lo hizo seguir hasta el final.

No sé arrepintió de atacar a la nueva luna creciente en su momento, le gustaba medir su capacidad de quienes entraban a su círculo de convivencia e hipocresía.

— ¡Yanara! —la nombró uno de las lunas con bastante emoción, dirigiéndose hacía ella con los brazos extendidos hasta terminar abrazándola por el cuello.

La pelirroja tan solo se mantuvo en silencio mientras recibía el abrazo de su compañero y, sin previo aviso, este plantó un beso en sus labios provocando que todos los presentes se quedaran mirando en silencio. El aura tan alegre que vibraba a su alrededor era para vomitar, a pesar de que solo estuviera fingiendo al intentar comportarse cómo alguien capaz de sentir algo hacía alguien, era algo más realizado con morbo que por conveniencia.

Yanara | Kimetsu no YaibaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora