Capítulo - 9 La compañía de Syler

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Al verle me quedé como un pasmarote, cohibida y encantada al mismo tiempo. Él me saludó.

—¡Hola! ¿Qué tal estás?

—¡Hola!... Bien, bien. Entra, no te quedes ahí, hombre.

Entró y cerré la puerta. Estando allí mismo, en la entrada, Syler se dirigió al mueble donde estaban colocadas las rosas que él mismo me había mandado unos días antes y dijo:

—Veo que has recibido las flores.

—Sí... Muchas gracias. Son preciosas.

—Te las mereces —dijo.

Al instante cogió una de ellas, le cortó el tallo y me la introdujo entre el pelo. Luego dejó deslizar el dorso de su mano por mi mejilla hasta dejarla caer en el vacío. Segundos después tomaba una de mis manos y la besaba sin dejar de mirarme directamente a los ojos.

—No son tan bonitas como tú. ¡Tú eres la flor más bella de todas ellas!

Me conmovió de tal manera que no supe qué hacer. Por mi boca sólo salió unas gracias con una voz muy leve que apenas creí perceptible. Me cogió de sorpresa su forma de actuar. Sabía que era muy agradable y amable, pero no esperaba que tuviese esa elegancia a la hora de relacionarse en la época que vivíamos, en la que parecía que esas formas estaban pasadas de moda. Ahora las parejas eran más directas, iban al grano y decían las cosas vulgarmente. Pero.... él era diferente según a los jóvenes que conocía o con los que me había relacionado.

No sé, parecía que procediese de otro siglo o de otro mundo. Era un tanto raro, pero no puedo negar que me gustaba su comportamiento. Estar con él me reconfortaba y me hacía sentir bien.

—No hace falta que me lo agradezcas —contestó.

—Está bien... Como quieras.

—Pero entra, no te quedes ahí... Llegas a tiempo. Me disponía a cenar. Dime, ¿tienes hambre? ¿Deseas acompañarme? Creo que habrá para los dos de sobra. Suelo cocinar demasiado —le decía mientras me daba media vuelta para dirigirme a la cocina.

Él me seguía de cerca. No supo que contestar y se quedó un momento cortado, supongo, o meditó lo que me iba a decir. Poco después comentó:

—¿Estás sola?

—Sí. ¿Por qué lo preguntas?

—Por nada en particular. Solamente creí que estarías con tu compañera de piso.

—No... Salió a cenar fuera.

—¿Por qué no fuiste con ella? ¿Tal vez esperas a alguien?

—No, no espero a nadie. Simplemente me quedé en casa porque estoy cansada. Hemos tenido un día muy movido, ¿sabes? Pensé pasar la noche de hoy tranquila. ¿Por qué? ¿Qué quieres hacer? Me da la impresión que tienes algo planeado. Al menos eso me parece.

—Bueno... Sólo que... he venido hasta aquí con la intención de invitarte a salir a cenar por ahí, pero veo que el invitado seré yo esta noche.

—¿Y qué tiene de malo?

—No tiene nada de malo. Por mí está bien. Será un placer acompañarte a cenar. Sólo... que quería ir contigo a cenar y celebrarlo.

—¿Celebrar qué? si se puede saber...

—Que al final he tenido una suerte tremenda con una entrevista de trabajo hoy. Así que...

—¡Qué bueno! Me alegra mucho oírte decir eso. Ojalá la suerte te acompañe siempre —le decía mientras preparaba otro cubierto sobre la mesa y servía la cena.

Estupor SobrenaturalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora