5. Golpes

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Carlos había estado insistiéndole casi dos horas para que aceptara, le hizo ojitos, le prometió cosas, suplicó y suplicó, hasta que terminaron ahí, en el lago de Chapultepec, Hirving iba cociéndose con el pants, pero después del trauma que su pantalón le había hecho pasar, había optado por sus pantalones holgados, pero los que tenía eran calientes y estaba sufriendo las consecuencias de haberlo elegido, aparte de que usaba una playera negra que probablemente era del doble de su talla para ocultar su figura.

Todo eso con una sensación térmica de casi 35 grados.

Carlos le había dicho que se cambiara un montón de veces antes de salir, pero lo había amenazado de que si regresaba a la habitación ahora sí iba encerrarse en ella para ya no salir, los titubeos del originario de Torreón le dijeron que había ganado esa discusión.

Realmente no entendía el comportamiento del menor, hasta el día anterior tenía una imagen completamente diferente de él y de repente llega, se aparece en su casa y se comporta como un niño pequeño, no logra comprender que es lo que quiere de él cuando prácticamente podría tener a quien quisiera, Kevin por ejemplo.

Pero no, ahí estaba viendo los puestos y mostrándole las cosas que le parecían interesantes solo recibiendo una pequeña sonrisa de respuesta.

—¿Quieres un helado?

—No.

—¿Una brocheta?

—No.

—¿Unos cacahuates?

—Que no, Carlos —todo le estaba poniendo de mal humor, el calor, la gente y sobre todo el hecho de que si quería comer algo pero su conciencia le recriminaba que no tenía que hacerlo. Se encogió en su camisa y siguió caminando hasta que vio algo que le iluminó.

Un niño con un chango azul en su cabeza.

Lo peor es que no solo era uno, sino que a su alrededor había un montón de personas con esas cosas en la cabeza, había estado mirando a sus zapatos todo ese tiempo que no se había percatado de tremendo objeto que obviamente necesitaba en su vida.

—¿Viste algo que te gustó? —la voz de Acevedo le sorprendió por atrás haciéndole dar un respingo y girarse rápidamente.

—Eh... no —mintió y siguió caminando bajo el horrible calor siendo seguido del menor que iba comiendo algunos dulces que había comprado.

Sentía que el estómago le rugía, pero dudaba encontrar alguna ensalada o alguna comida similar en este lugar, así que iba a esperarse a llegar a casa para prepararse algo de comer.

Para Carlos fue fácil darse cuenta de que algo le llamó la atención a Hirving, sobre todo teniendo en cuenta de que no había dejado de mirarlo en ningún momento, pues a pesar de la calurosa ropa, a sus ojos se veía bien, aunque pensaba que le gustaría usar el conjunto algún otro día que no hiciera tanto calor.

Pero eso no hacía que se viera menos hermoso para él.

Intentaba comprender como es que funcionaba todo para el mayor, es decir, quería llegar a comprender como se desenvolvía, quería tener su confianza y no sabía exactamente como lograrlo, Hirving era un mapa que tenía que aprender a leer con las pequeñas señales que le daba y que seguramente eran de manera involuntaria.

No entendía que pasaba con esos dichosos pantalones que al parecer ya no le quedaban, ¿un valor sentimental? Tal vez, pero tampoco no es como que Lozano se fuera a abrir si se lo preguntaba.

En ningún momento dejó de mirarlo y fue ahí donde se percató de a donde estaba dirigida su mirada.

A los changos en la cabeza de una pareja.

Chico De Portada [Lozavedo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora