Capítulo 10

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Un ruido interrumpió mi sueño, abrí los ojos buscando de dónde procedía aquel sonido. Giré mi rostro hacia mi escritorio, y observé borrosamente a Alya vistiéndose de nuevo.

-Buenos días – dije mientras despertaba del todo. Ella lo ignoró y no respondió. Su actitud era muy extraña – ¿te ocurre algo? – insistí. Ella siguió en completo silencio, terminando de vestirse.

-Ayer no ocurrió nada entre nosotras – contestó tajantemente mientras se abrochaba el pantalón.

-¿Qué? ¿De qué hablas? – pregunté confusa.

-Lo que pasó anoche, no sucedió – dio media vuelta observándome seriamente – tú y yo, no nos hemos acostado. Por tu bien espero que me hayas entendido. – Amenazó.

Nada más decir eso, cruzó la puerta de la habitación y desapareció. No comprendía que era lo que acababa de ocurrir, ¿por qué esa actitud tan hostil ahora?

Tiempo después de esa muy incómoda situación me alisté y me dirigí a Procyon, al llegar al pasillo observé a Alya a lo lejos con Afelios, traté de acercarme, y en cuando me vio, simplemente se marchó de allí. Al momento alguien me tocó el hombro.

-Hey, ¿qué tal el viaje de ayer? – me preguntó Aron, sonriente como siempre.

-Genial – respondí con la mirada perdida.

-Oye, ¿está todo bien? – preguntó volviéndose hacia mi rostro.

-¿Qué? – me sacó de mis pensamientos.

-Si te encuentras bien Ciara.

-Sí, sí claro, es solo que necesito pensar, nada más – le di una falsa sonrisa – venga vamos, o llegaremos tarde a clase.

El timbré sonó, sin embargo, decidí no ir a la asignatura que me tocaba, no tenía cuerpo para estudiar ahora. Me quedé vagando por los pasillos, hasta llegar a la puerta prohibida y me paré frente a ella, la miraba de arriba abajo. Observé que en ella estaban grabados todos los símbolos de los signos aleatoriamente de una forma poco llamativa. Me acerqué para apreciarlo más de cerca y rocé con la yema de mis dedos aquella puerta que de la nada hizo que los grabados que tenía tatuados en ella comenzaran a moverse como si se tratase de un engranaje, se posicionaron haciendo un círculo y en el medio empezó a trazarse de la nada el símbolo que había en la caja, el de mi sueño, el infinito atravesado por la recta con espirales contrarias en las esquinas. Estaba atónita ante la situación, iba a tocar el símbolo cuando un ruido hizo que me asustara y salí corriendo de ahí a esconderme, era la directora Keila. Se paró en frente de la puerta, sacó una llave de su bolsillo y consiguió abrirla, adentrándose en la sala. Quedé pensativa ante cómo conseguiría abrir la puerta sin esa llave y en cómo desapareció ese extraño símbolo de nuevo nada más me alejé de ella. Estaba decidida, regresaría esta noche a investigar, pero ahora volvería a las clases.

-¿Qué te pasó en la fiesta? – preguntó él, mirándome profundamente.

-Ohdey, joder, eres tú – me quejé – no sabes el susto que me has dado.

-Eso no contesta a mi pregunta – insistió.

-Comencé a encontrarme mal y tuve que marcharme, siento no haberte dicho nada – su mirada fue a mis labios.

-Es una pena – comenzó a bajar sus manos a mi cintura y acercarme a él – tenía muy buenos planes para esa noche – dijo a pocos centímetros de mi boca.

Ohdey iba a besarme cuando el timbre lo interrumpió. Rápidamente me cogió de la mano y me llevó a los baños, encerrándonos en uno.

-Para qué me has – me interrumpió dándome un beso que no esperaba, pero lo continué.

El corazón de OriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora