La luz del festival

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"🫀En el festival de la luz de la Luna , brillan los corazones y se iluminan los sueños🫀."

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A Chut. A Chut... Perdón.

En la gloriosa Ciudad de Velafort, donde los festivales son parte del alma misma del lugar, se avecina un evento como pocos, uno que se celebra solo en cada luna azul, un espectáculo que se vive una vez cada seis años. Las calles de Velafort se llenan de vida, risas y emoción a medida que se acerca la noche mágica.

Cada habitante, desde el humilde comerciante hasta el guerrero más audaz, se viste con sus mejores galas. Los nobles, en sus espléndidos trajes, se mezclan con los ciudadanos, creando una vibrante mezcla de colores y culturas. La atmósfera es densa de incertidumbre y esperanza, pues todos saben que esta es una noche donde el destino puede cambiar y los sueños pueden hacerse realidad.

Con la llegada de la medianoche, la ciudad se ilumina con antorchas danzantes, y el aire se llena de gritos de ánimo y el sonido del acero al chocar. Los guerreros, ardientes de valor y ansiosos por el honor, se lanzan a la competencia por el gran premio: el Dije del Guardián de la Luna, un emblema forjado en la leyenda, y el respeto eterno de su pueblo.

Pero la emoción no es sin su tragedia; en cada combate hay un recordatorio de los sacrificios que se han hecho, de las sombras que acechan en el camino del guerrero. Las historias de aquellos que no regresaron resuenan en cada rincón, haciendo que cada victoria sea a la vez un momento de gloria y un eco de melancolía.

Y cuando los grandes fajares surgen en el cielo, iluminando las caras de los espectadores, Velafort late como un solo corazón, unido en honor y celebración. Este no es solo un festival; es una epopeya viviente, un tributo a los valientes y un reflejo del espíritu indomable de la ciudad. En la noche estrellada, Velafort brilla con la luz de sus héroes y los sueños que nunca se apagan.


En los jardines de la casa de la familia Corvus, la brisa suave acariciaba las flores mientras Farha se encontraba perdida en sus pensamientos. La presión que sentía en su pecho era abrumadora; iba a dirigirse a todo el pueblo y la expectativa que recaía sobre sus hombros era enorme. Ese encargo de su padre pesaba como una roca en su mente.

— ¡Farha! ¡Farha! ¡FARHAA! —la voz de su madre resonó en el aire.

De repente, Farha dio un salto, sacudida de su trance. Giró la cabeza velozmente, una mezcla de nerviosismo y sorpresa.

— Mami —respondió, apenas consciente de cómo la llamada había cruzado su mente.

— Hija, ¿en qué piensas? ¡Pareces tan distraída! ¿Acaso has encontrado ya a tu primer lacayo de amor? —bromeó Mónica, con una sonrisa en el rostro.

— No, madre, jajaja —Farha intentó reír, aunque el pánico todavía la atenazaba.

Su madre, una de las mujeres más hermosas de la ciudad, siempre había estado atenta a cada paso que ella daba. Era una madre extraordinaria: astuta, inteligente y de una delicadeza asombrosa. A pesar de su vasto potencial mágico, nunca había tenido que recurrir a ninguna habilidad, algo que admiraba y respetaba.

— Entonces, ¿es sobre la presentación? —preguntó Mónica, con una mirada comprensiva.

— Sí, madre. Estoy muy nerviosa por lo de hoy. ¿Y si me confundo? Podría arruinarlo todo para mi padre —respondió Farha, sintiendo que el agobio la envolvía aún más.

— Farha, no pienses demasiado en eso. Sabes tan bien como yo que eres carismática, ¡tienes un don para conectar con la gente! Todo saldrá bien. Ahora, en vez de preocuparte, ve a arreglarte para lo de hoy —le aconsejó su madre con dulzura.

UN DESTINÓ DE PODERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora