Amante

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-Apareció otra nota- Dijo Wei Wuxian arrojando el sobre frente a su esposo evitando mirarlo de frente. Jamás podría odiar a Lan Wangji, pero odiaba estos momentos.

Lan Wangji miró la nota sobre la mesa y después la espalda tensa de Wei Wuxian. Suspiró sin poder hacer nada más y abrió la nota tratando de pasar rápido aquel trago amargo. Los trazos que lo desconcertaban al principio, ahora le eran tan familiares e incluso pudo suavizar su rostro al reconocer aquel estilo tan característico de ciertas líneas.

-¿Yi bien?, ¿para cuándo es la cita?- preguntó el ojigris tratando de mantener un semblante despreocupado, fallando descomunalmente al parecer serio cuando su personalidad era todo lo contrario.

-Mañana en la noche- contesto secamente Lan Wangji. De manera distraída, dobló el papel cuidadosamente guardándolo en el bolsillo de su pantalón, movimiento que no pasó desapercibido por Wuxian quien apretó con fuerza la servilleta en su mano mientras que trataba de tragar el nudo en su garganta y detener las lágrimas en sus ojos.

-Podría no ir- sugirió Wangji después de un momento. Nunca se sentiría cómodo haciendo daño a la persona más importante de su vida, a quien amaba, razón por la cual también era imposible para él, no acudir a la cita.

Wei Wuxian negó lentamente mientras cerraba los ojos – Debes ir- dijo en un susurro completamente rendido, sabiendo que no había forma de ganar esa batalla que había perdido hacía mucho tiempo. Cuando supo del amante de Lang Wangji, le prohibió verlo de nuevo, aquello sólo provocó que no viera a su marido durante dos meses y no podía repetir aquella experiencia de nuevo. ¿Y si ésta vez no volvía? No. Jamás se lo perdonaría. No podía volver a arriesgarse. – Promete que vas a ir- le dijo con los ojos aguados.

Lan Wangji sintió su corazón contraerse y de inmediato fue a envolver en sus brazos a su pareja, tratando de consolarlo con caricias y besos – Ahora sólo somos tu y yo. Aquí. En este momento – dijo firmemente, mirando al amor de su vida tan herido que no sabía qué hacer para ayudarlo. Limpió tiernamente las lágrimas que brotaban.

Wuxian se colgó de su cuello y reclamó sus labios de forma furiosa y demandante. Si al día siguiente su esposo iría a ver a su amante, él se encargaría que esta noche quedara bien grabada en su mente, dejaría marcas en todo su cuerpo asegurando su propiedad y rogando porque esta sea la ultima vez que aparecían aquellas notas en su hogar. Le haría saber que Lan Wangji tenía esposo y que no importaba la existencia de un amante, el Lan jamás lo dejaría a él.

Wei Wuxian tomó la mano de su esposo llevándolo a su dormitorio, Wangji se aferró a esa mano y no pudo evitar mirar con ternura aquellos celos que mostraba el menor. Eran celos totalmente injustificados, pues Lan Wangji amaba con toda su alma a Wei Wuxian, amaba cada parte de aquel hombre, cada faceta, cada risa y gesto. Lo amaba y jamás lo abandonaría, incluso si su amante así se lo pidiese una y mil veces, como siempre lo hacía, nunca consideraría siquiera la posibilidad de vivir sin Wei Wuxian a su lado.

Wei Wuxian buscaba reafirmar aquel lazo que tenía con su esposo, buscaba la seguridad que sólo Lan Wangji podía darle, así que liberó aquella mano, apenas entró a su habitación y lentamente desabotonó su camisa dejando que la tela se deslizara desde sus hombros hasta el suelo, desabotonó su pantalón dejándolo caer y con coquetería tomó el resorte de su ropa interior y juguetonamente la bajó balanceando sus caderas.

La imagen hizo tragar duro a Lan Wangji que sólo podía apretar sus puños fuertemente para no abalanzarse sobre el bello hombre frente a él y es que todo en Wei Wuxian era malditamente erótico, incluso con sus ojos ligeramente rojos, las mejillas coloradas y aquella expresión avergonzada que muy pocas veces le dejaba admirar.

Respirando agitadamente, miró a Wuxian montarse sobre la cama exponiendo su redondo y esponjoso trasero que se contoneaba seductoramente mientras se colocaba en el centro del colchón, entonces se giró y lentamente deslizó la cinta roja que ataba su cabello para dejarlo libre, con ayuda de su mano izquierda y sus dientes ató la cuerda alrededor de su muñeca derecha, entonces se terminó de acostar levantando sus manos sobre su cabeza al momento que abría completamente sus largas piernas invitando a su esposo a acercarse.

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