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Tres semanas. Ya había pasado tres semanas iendo a ese hospital y la verdad el tratamiento era horrible, hacía qué me mareara y las náuseas eran inevitables. Hoy era viernes y acababa de salir de una de esas horribles consultas. Los chicos se repartían los días y hoy le tocó a Zack. Me empezaba a preocupar cuando vi que entró con el doctor y una cara qué lo decía todo, todo y a la vez nada.

—Doctor, dejé de decirle las cosas a mis hermanos por favor —suspire irritada— Soy la que más necesita saber como me va

—Señorita Atlas —él suspiró— El tratamiento no está funcionando y _aún_ no encontramos un donante —hizo énfasis en aún— Pero en la semana que nos queda haremos nuestro mayor trabajo y todo lo posible que esté en nuestras manos para ayudarla.

Salimos y nos subimos al auto de Zack. Él no me miraba y yo estaba neutra. No venía nada a la cabeza. Solo que este camino no era el de casa

—¿Zackie, a donde vamos? —dije suplicando— Sabes lo terrible qué me siento después de esta mierda.

—La boca Jianna —dijo riendo— Solo vamos a tomar algo, los chicos nos esperan.

Asentí. La verdad no iba a discutir. Llegamos a una cafetería qué para mi sorpresa, nunca había visto. Los chicos estaban esperándonos en una mesa, sentados con unos batidos. Yo me senté arlado de Damián, quien me sonrió y me besó la mejilla.

—¿Y esas caras? —dijo Nasly

Zack dudó si hablar o no y todos se preocuparon.

—El tratamiento no esta funcionando y no han encontrado donante. Si para la semana que viene, máximo el miércoles no hay uno, esa cosa se me expandirá por toda la sangre devorando cada uno de mis órganos interiores.

Todos se quedaron callados. Nadie quería decir nada, y no los culpaba. Podía ver en la cara de todos como les había caído la noticia.

—¿Puedo pedirles algo? —dije cabizbaja

Ellos me observaron y luego asintieron.

—Quiero tomarme fotos con todos, quiero que hoy recorramos la provincia completa

Ellos sonrieron y asintieron. Yo y Zack pedimos unos batidos, el mío era con poca azúcar así que no estaba tan bueno pero lo disfruté. Nos tiramos varias fotos juntos y después salimos. Dejamos los coches en un aparcamiento y salimos a caminar. Me divertí mucho con Lucas y Zack, Damián, Nasly y Richard. Me di cuenta de que me dolía. El simple hecho de perderlos o más bien, irme y no verlos más me dolía. Sus sonrisas, sus abrazos, su apoyo, todo. Esta vez no era tan valiente como antes, las noches eran horribles porque no querría pensar en cerrar los ojos y no volver a abrirlos, todo me dolía, y no por la enfermedad, sino porque sabía que ninguno iba a superarme. No quería ver a Damián en un futuro triste por mí, no me lo imaginaba llorando, porque me sentía vacía. Mis hermanos, los qué me habían apoyado, ayudado y amado tanto tampoco los quería ver llorando.

—¿En qué piensas? —dijo Damián sentándose a mí lado

—Nada —dije sonriendole

—No puedes mentirme —dijo tocando la punta de mi nariz— ¿Se te olvidó lo de nada de mentiras y la comunicación?

Y no pude evitar lanzarme a sus brazos a llorar.

—Ya no puedo, ya el papel de valiente se me queda pequeño Damián. Tengo miedo, mucho miedo. Tengo tanto miedo que no puedo respirar

—Jia —dijo levantando mi mentón— Buscaré algo, te dije que te iba a proteger siempre.

—No Damián, basta. Solo quiero relajarme un poco —suspiré— No iré más a los tratamientos y solo quiero respirar un poco de aire

Número 8Donde viven las historias. Descúbrelo ahora