VI. La rosa con espinas

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El sonido de mi móvil me despierta de manera abrupta a primera hora de la mañana.

Me muevo intentando buscar mi móvil y por ello me doy cuenta de que Ryden no está en la cama a mi lado, pero teniendo en cuenta que cada día está metido en un lío diferente, no me sorprende lo más mínimo.

Veo mi móvil brillar con una llamada entrante en la pantalla al otro lado de la habitación.

Me levanto de la cama con el objetivo de coger la llamada, pero en cuanto mis piernas intentan andar, noto el dolor entre ellas.

Él cabrón me ha dejado coja.

Quién pudiese ser tu.

Adolorida y de manera errática ando hacía donde está mi teléfono.

Me apresuro a agarrar el teléfono con rapidez.

Miro confundida el número desconocido que se muestra en la pantalla. No me entretengo ni un solo segundo más y respondo a la llamada.

—¿Quién es?

—Ve a las diez al jardín del internado —me ordena una voz familiar.

—¿Se puede saber quién coño eres? —pregunto de nuevo, esta vez en un tono menos pacifico.

—Lo sabrás cuando me veas a esa hora en ese sitio.

Y sin más, la llamada se cuelga.

Lanzo mi móvil al otro lado de la cama y me paso una mano por el pelo. Estoy intentando mantener la cabeza fría ante ese repentino mensaje de citación.

No llevo ni siquiera un mes en este sitio y ya me he cruzado con un trío, del cual el tío ha acabado siendo una especie de folla-amigo, un lugar escondido del cual solo unos pocos saben de su existencia, escondites de alcohol y drogas y muchas cosas turbias. Y si a eso le juntamos lo de la llamada se podría decir que éste internado es más interesante de lo que al principio lo era.

Si soy sincera, soy el doble de peligrosa encerrada con un porcentaje alto de personas misteriosas que suelta y libre fuera.

Estiro un poco mi cuerpo para alcanzar mi móvil y ver qué hora es.

9:40 A.M

Tengo veinte minutos para prepararme e ir al jardín.

Podría simplemente dejar pasar esa llamada y no ir, pero la curiosidad es mucho mayor de lo que me gustaría.

Aparto las sábanas de mi cuerpo y salgo de la cama. Me froto la cara mientras comienzo a andar hacía mi maleta.

Aunque aún sea otoño, las temperaturas han bajado de manera radical en unos pocos días, por lo que la temperatura se podría considerar invernal. Es este factor el que me hace decantarme por unos pantalones de deporte con pelo y una sudadera.

Lo bueno de tener la habitación casi de las últimas, es que estoy justo al lado del baño de mi planta, por lo que en tan solo unos cuantos pasos ya estoy dentro de este.

Me apresuro a cambiarme con rapidez y a lavarme un poco la cara para intentar despertar de manera completa.

Una vez vuelvo a la habitación y cierro la puerta, me dirijo a mi maleta de nuevo guardo mi pijama. Después miro mi móvil.

9:50 A.M

Si quiero llegar a tiempo, tengo que salir ya de la habitación.

No se que demonios me voy a encontrar en el jardín, pero no me lo pienso mucho a la hora de cruzar el umbral de la puerta y recorrer el pasillo para llegar hasta las escaleras.

La nueva obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora