Inglaterra, en algún momento del siglo XXI.
Descendí del auto sintiendo la calidez diurna en la piel, la adaptación había sido lenta, llevaba décadas sin exponerme y debía reconciliarme con la sensación de la luz solar. El sonido grave de la puerta abriéndose me hizo recordar dónde estaba, y sin nada que pudiera hacer avancé a la reconfortante oscuridad de la casa.
Los esclavos de sangre seguían mis pasos de cerca. Un regalo había dicho mi progenitor, pero no era estúpida, ellos eran la correa. Les dedico una mirada de reojo tratando de entender a Elliot y suspiró llena de resignación.
Mi padre había estado escandalizado con lo que había pasado en San Petersburgo.
Escandalizado, que buen chiste, pienso.
Aunque no podía excusarme. Tenía parte de culpa en lo sucedido, había sido imprudente y olvidado las costumbres de la especie, hecho que por regla general se pagaba con sangre, y mi caso no había sido la excepción.
Observé la esmeralda que relucía en mi dedo anular. A veces repetía en mi cabeza las palabras dichas por Elliot, un síntoma más de lo ilusa que era con respecto a mis semejantes. La familia es tan prescindible cómo cualquier humano. ¿O era algún gen heredado de mi madre?
—La sangre nunca es suficiente.
En realidad era el tono lleno de rencor lo que no lograba olvidar, mi padre odiaba ese anillo con todas sus fuerzas. Maldije en silencio a mi antepasado y subí a esconderme en mi habitación.
Inspiré el aroma a cedro que flotaba en el aire, mientras veía el espacio hasta la cama.
Esa casa era una de las cómodas, vecindario agradable y opulento, vecinos discretos. Y claro, el suave olor a polvo y encierro. Pero nada es perfecto y estando adentro no era de los humanos de quién tenía que preocuparme. La privacidad para alguien como yo era un verdadero lujo.
Cierro los ojos antes de tirarme y contemplar el techo lleno de flores y grabados en oro. Los odio con todas mis fuerzas.
Por meses había tratado de no sentirme así, de controlar la rabia y...el miedo, además de lidiar con los cambios de humor. No era yo misma.
Nila Serpentine jamás era insolente o, descuidada con sus modales, o con los humanos., Estaba agotada. Los últimos meses había gruñido a todo aquel que pareciera medianamente vivo. Lo que había sido revelador pero impropio de mí.
-¿Cuánto más? –me quejé con voz angustiada y escondiéndome entre los almohadones. Sin esperar, mi mente vagó al ataque en el ballet pero me detengo para rectificar, aquel evento ocurrió precisamente porque había escapado esa noche.
Y luego, nada.
Había llegado a casa sin saber cómo, para encontrar a mi progenitor subiéndose por las paredes y al borde de la locura. Lo ocurrido esa noche seguía siendo una incógnita y el descubrir una mordedura en mi cuello no había ayudado a calmar los temores de Elliot, al contrario, los esfuerzos de mi padre se volvieron titánicos para evitar que saliera sin vigilancia.
Y por otro lado, aún persistía esa sensación de estar entre dos mundos, lugares desconocidos, personas muertas y mi reflejo persiguiéndome.
—No –exclamo con determinación, negándome a pensar lo que mi mente exigía.
Me obligo a levantarme de la cama y dirigirme a la computadora para encenderla. No es que tenga mucho que hacer.
ESTÁS LEYENDO
Nido de Serpientes y Espinas
VampireNila es una chica vampiro que ha vivido protegida por su padre, Lord Serpentine. Hasta que una noche olvida algo importante y empieza a ser presa de terribles sueños, a la par los vampiros de Sangre Baja deciden sublevarse ante el Consejo cuando cad...