Capítulo 24: La familia Weems

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La luz entró por la ventana al amanecer. Te incorporaste un poco y parpadeaste para aclarar tu visión. Miraste a la pelirroja, que dormía plácidamente, y pasaste una mano por su brazo. Ya no era sólo el pequeño incidente con la pintura, el ataque a aquel chico era la guinda del pastel, aunque en la última semana, no volvió a ocurrir nada parecido. Tampoco eso era de mucho consuelo

-Buenos días.- Te dijo, dándose la vuelta.

-Buenos días, pelirroja. ¿Qué tal estás?- Le preguntaste.

-Algo mejor, pero sigo preocupada.

-Bueno, este fin de semana es tranquilo, date cuenta de que vienen los padres de los alumnos. ¿Quieres que vayamos a algún sitio? Lejos de aquí, tú y yo solas, dos días, ¿Qué te parece?- Dijiste sonriente.

-Me encantaría...- Te respondió, besándote.

-Pues ya está. Voy a mirar sitios y por la tarde nos largamos de aquí.

Te levantaste de la cama y te vestiste, dispuesta a pasar un fin de semana romántico. Te pareció oportuno avisar primero a tu tía. No tenías por qué hacerlo, pero tal y como estaban las cosas sería mejor.

Al llegar a su despacho, te encontraste con unas personas que te resultaron familiares. Eran los Addams.

-¿Sarah? ¿Eres la pequeña Sarah Weems?- Preguntó Gómez, sonriendo ampliamente. Tú asentiste, acercándote a ellos.

-Madre mía, cómo has crecido.- Dijo Morticia, poniéndose a la altura de su marido. –Al final tu tía te ha convencido para trabajar aquí, por lo que veo.

-Pues sí, tampoco es que me quedara otro remedio.- Dijiste.

-Es increíble que seas la misma niña que venía a nuestra casa en Halloween.- Dijo el hombre, con su tono siempre encantador.

-Lo que es increíble es que aceptara jugar con vosotros a "despierta al muerto," aún tengo escalofríos.- Dijiste bromeando.

-Oh, me alegro de que lo pasaras bien. Dile a tus padres que cuando quieran hacemos una reunión como las de antes.- Dijo la mujer. Tú asentiste, acostumbrada a ese tipo de comentarios. –Ya nos veremos por aquí, tenemos muchas cosas que contarnos.- Te dijo cogiendo del brazo a Gómez, empezando a andar.

No te diste cuenta de la presencia de Miércoles hasta que ella se movió también. Un pensamiento fugaz pasó por tu cabeza. Al fin y al cabo sabías que ella había estado investigando por su cuenta. Tal vez podría darte un poco de información.

-Miércoles, espera un momento.

La joven se giró hacia ti lentamente.

-¿Qué he hecho ahora?- Preguntó.

-Nada, no has hecho nada. Sólo quiero hablar contigo un momento. Siempre que no prefieras ir a disfrutar del almuerzo con tus encantadores padres.- Dijiste con sorna.

-Habla.- Dijo secamente. La conocías bien.

-Puedes decir que no, pero estoy segura de que has estado investigando por tu cuenta.- Empezaste. –Oye, aunque no lo creas, estamos muy preocupados por lo que está pasando.

-¿De verdad? No lo parece.- Dijo con su tono afilado.

-Mira, soy yo la que te está preguntando, no mi tía.

-Si no te comportaras como ella, podría distinguiros mejor.

Rodaste los ojos antes sus respuestas. Estabas a punto de rendirte, pero se te ocurrió una terrible idea.

-Hagamos un trato, Miércoles...- Dijiste, en un tono más confidencial.

-¿Un trato?

-Sí, un trato.- Remarcaste. –Yo te cuento lo que yo sé, y tú me cuentas lo que tú sabes, ¿qué me dices?

Las cenizas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora