Capitulo 1

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Arthas holgazaneaba apoyado contra un árbol y con la cara alzada hacia el cielo disfrutando de la tenue y calida luz del sol con los ojos cerrados. Una suave briza sacudía sus cabellos dorados de vez en cuando dando una impresión de irradiar calma y confianza. De hecho, se veía obligado a tenerla. Sus hombres ya estaban suficientemente preocupados por todos ellos. No podía dejar que ellos supieran que él también estaba muy nervioso. Tras tanto tiempo, ¿cómo sería su reencuentro? Quizá no hubiera sido una decisión tan acertada al fin y al cabo. Pero los informes sobre la peste no paraban de llegar, y, por otro lado, sabía que ella era muy equilibrada e inteligente. Todo saldría bien. Tenía
que salir bien.

Uno de sus capitanes, Falric, a quien Arthas conocía desde hacía años, se adentró con paso firme en uno de los cuatro senderos que conformaban aquella encrucijada para, a continuación, desandar sus pasos y aventurarse en otro camino. Hacía mucho frío y su respiración se hacía patente en forma de vaho a través del yelmo de su armadura; por si fuera poco su enfado iba en aumento por momentos.

-Príncipe Arthas —osó decir por fin después de tanto tiempo de espera— llevamos horas esperando. ¿Seguro que su amiga va a venir?

Los labios de Arthas se curvaron en una leve sonrisa ante el comentario del capitán. No habían informado a los hombres de quién era la persona a la que esperaban por razones de seguridad. El príncipe respondió con los ojos cerrados.

-Estoy seguro —Y lo estaba de verdad. Arthas pensó en todas las veces en las que había tenido que esperar pacientemente a su amiga— Jaina suele llegar con algo de retraso.

En cuanto aquellas palabras brotaron de sus labios, escuchó un bramido distante y unas palabras apenas descifrables.

—¡Yo MACHACAR!

Arthas, como una pantera que hubiera estado sesteando al sol y se hubiera despertado al sentir el más mínimo rastro de amenaza, se preparó para hacer frente al enemigo con su martillo en mano. Observó el camino y divisó la silueta de una mujer esbelta que corría hacia él nada más coronar la cima de una colina. Tras ella surgió lo que Arthas supuso que era un elemental: una mancha provista de una cabeza y extremidades muy bastas que giraba sobre sí misma y parecía estar compuesta de agua de colores.

Y detrás de aquel engendro aparecieron… dos ogros.

—¡Por la Luz! —gritó Falric mientras hacía ademán de salir corriendo hacia aquel singular conjunto de seres.

Arthas hubiera acudido antes que sus hombres al rescate de la doncella si no se hubiera percatado de que se trataba de Jaina ProudMoore.

La maga esbozaba una sonrisa muy amplia.

—Deja tranquila tu espada, capitán —le ordenó Arthas, al tiempo que sonreía— Sabe cuidarse solita.

Así fue, al menos en parte. Jaina de repente se volteó e invocó el fuego con numerosas chispas surgiendo en su mano y reuniéndose en un instante para disparar varias bolas de fuego que surcaron el aire como balas trazando una trayectoria erratica hacia los Ogros. En cuanto el fuego acarició sus regordetes y pálidos cuerpos las criaturas gritaron de dolor mientras se golpeaban el cuerpo en un intento por apagar las llamas. Uno de ellos huyó, como cabía esperar, pero el otro, incapaz de creerse aún lo que estaba ocurriendo, siguió avanzando a toda velocidad.

Justo cuando Jaina estaba al conjurar una llamarada para acabar con el Ogro restante, sus ojos brillaron con una luz antinatural mientras su cabellera dorada en un instante perdía su color dorado tiñendose de un blanco puro como la nieve. El breve estado de trance en el que Jaina entró abrió una ventana de tiempo lo suficientemente amplia como para que el gigante se acercara y levantara su masa preparado para destrozar el cuerpo de la humana.

Arthas: Redención Donde viven las historias. Descúbrelo ahora