No estaba segura de cuanto me duraría aquel acto de valentía de haber invitado a Silas a quedarse a dormir a mi casa, pero de momento lo iba manejando con normalidad.
Aunque sin duda, ver la alta silueta de Silas desplazarse por la sala de estar mientras miraba cada detalle de aquel espacio tan privado para mí, sin duda no tenía nada de normal en mi rutina.
Pero por alguna razón, no me molestaba tenerlo aquí, era agradable algo diferente en aquel entorno donde solo existía una rutina diaria en la que la mayoría de las cosas que ocurrían eran culpa de mi trauma y mi depresión.
Él me pillo mirándolo y aquello hizo que sonriera con sorna a la vez que me guiñaba un ojo con coquetería ocasionando que yo me sonrojara.
Menuda noche me esperaba.
—Bonita casa —comentó mientras seguía echando un vistazo al entorno, sus pies fueron moviéndose por el apartamento hasta entrar a mi habitación, espacio en el que desbordaba toda mi personalidad, todo lo que me gustaba.
No dije nada mientras lo seguía hasta aquella zona tan íntima y privada para mí, porque ese cuarto era la única parte de la casa que había decorado a mi antojo, había pintado las paredes de negro, y varios posters de anime las decoraban. A un costado estaba mi cama, una cama doble con sábanas oscuras, un ventanal de cristal del suelo al techo que daba paso a la terraza decoraba todo el espacio frontal, dándome unas vistas preciosas del pueblo y justo a la derecha, estaba mi rincón seguro: mi escritorio de madera con su lámpara en donde descansaba mi portátil y mi cuaderno de notas, donde siempre me dejaba llevar por mis sentimientos, donde mis emociones se convertían en palabras, donde mi imaginación cobraba forma de historia y donde podía tener el control de lo que ocurría, donde podía escoger qué final darle a las cosas.
Y por último estaba mi librero, un mueble de madera color negro de más de dos metros de altura que ocupa el resto de la pared a lo largo con una infinidad de libros que había leído y que me faltaban por leer. Era mi propia biblioteca, repleta de páginas en las que me había perdido en busca de refugio, en busca de una realidad distinta a la que vivía, donde descubría y me enamoraba de personajes que me hacían sentir más cosas que las personas del mundo real.
Era mi lugar más personal, y el hecho de que en menos de un día había dejado que dos personas lo conocieran, me demostraba que algo había cambiado.
—Este lugar dice muchas cosas de ti que no conocía —dijo Silas mirándome.
—Hay muchas cosas de mí que no conoces.
Y me di cuenta de que Silas conocía los aspectos más difíciles de mi vida, mis secretos, mis traumas, pero no conocía esos detalles que formaban mis gustos, mi personalidad, lo que soy. No conocía esos aspectos de mí que realmente definían quien era.
Que al final, era eso lo que importaba.
Mi trastorno y mi depresión no me definían.
—Es verdad estuvo de acuerdo él —, pero creo que cada vez estoy más cerca de conocerte.
—Lo estás haciendo ahora —admití.
La mirada de él se oscureció mientras ladeaba la cabeza.
—Quiero que seas sincera conmigo, Alana —dio un paso hacia mí. Mi corazón empezó a latir rápido ante su cercanía y la manera en la que sus ojos me veían — ¿por qué quieres que esté aquí contigo?
Cerré los ojos con fuerza para evitar su mirada. «Porque no quiero estar sola» hubiera respondido sin pensar, pero sabía que estaba equivocada. Porque aquello iba más allá que mi temor a la soledad. Era algo más fuerte y tenía que ver con lo que sentía por él.
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El día que aprendí a amarme
Novela JuvenilAlana Acosta lleva una rutina tranquila en su día a día: trabajar, ir a casa, descansar y prepararse para el día siguiente. Un plan muy básico. Vivir de esa manera es lo que le ha dado la estabilidad y la tranquilidad que necesita, ya que gracias a...