Capítulo 25: ¿Qué buscas en una relación?

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-¿Mañana comemos juntos?- Dijo tu madre, despidiéndose.

Tú asentiste con pocas ganas y subiste a tu coche. No es que hubieras pasado un mal día, pero querías regresar a Nunca Más y comprobar cómo había afectado tu actitud a la pelirroja. Tenías un mal presentimiento, ya que no te había mandado ni un solo mensaje en todo el día.

Aparcaste en el patio y saliste casi corriendo del coche.

Te pusiste delante de la puerta y pensaste por un momento cuál iba a ser tu actitud. ¿Qué Sarah Weems ibas a ser? ¿La arrepentida? ¿O la que se hace la tonta y hace como si no ha pasado nada? No tuviste mucho tiempo para pensar, porque la puerta se abrió.

-Ey, pelirroja, siento no haber estado en todo el día.- Dijiste fingiendo una sonrisa y entrando en su habitación. Ella te miró pero su expresión no te decía nada bueno. Te inclinaste para darle un beso, pero. Aunque no se apartó, tampoco sentiste que te le devolvió.

-¿Qué quieres?- Te preguntó bruscamente. Eso te confirmó que algo no iba bien.

-Pues, verte, estar un rato contigo.- Decidiste jugar al despiste.

-¿Y por qué querrías estar conmigo? Sólo soy tu compañera de trabajo como tú bien has dicho.

Cerraste los ojos. Era evidente que la había sentado mal. Pensaste por un segundo que quizás estaba exagerando, que al ser tus padres tenías derecho a contarles lo que creyeras conveniente.

-Vamos Laurel, no te lo tomes a mal...- Suspiraste, acercándote a ella. Marilyn dio un paso hacia atrás, negando con la cabeza.

-¿Por qué me lo iba a tomar a mal? ¿Por qué todo este tiempo has sido tú la que me ha presionado para hacer pública nuestra relación?

-Lo sé.- Dijiste tímidamente.- Pero decírselo a mis padres es más complicado.

-Es complicado decírselo a tus padres, pero no lo es follar en el despacho de tu tía. Sí, todo tiene mucho sentido.- Dijo irónica.

Tú te quedaste boquiabierta, pero tampoco tenías argumentos para defenderte.

-Oye, eras tú la que quería ocultarlo a toda costa.- Reprochaste.

-Al principio sí. Estas cosas no se pueden decir sin más, hay mucha gente que no lo entendería.

-Pues mi tía lo ha entendido.- Dijiste en un tono chulesco.

-¿Eso crees? Te recuerdo que casi nos despide.- Contestó.

-Pero no lo ha hecho, y ahora es mucho más tolerante con nosotras.

-Seguramente porque no le queda otro remedio. No hay quién pueda hacerte razonar.

-¿Razonar? Entonces según tú si yo razonara no estaría contigo. Mira, yo te quiero, pero tienes que entender que...

-¿Qué? ¿Qué ahora eres tú la que se avergüenza de mí?

Rodaste los ojos, empezando a perder la paciencia.

-¿Cómo puedes pensar eso? Yo fui la primera que quería estar contigo, y tú la que dijo: la edad blablabla tu tía blablabla.- Dijiste imitando sus palabras con un tono ofensivo.

-Precisamente ¿No te daba igual todo eso? Está claro que tus palabras se las lleva el viento.

-Y las tuyas desde luego que no hay quien las entienda. ¿Qué esperabas? ¿Qué te presentara a mis padres así, por las buenas? Papá, mamá, esta es mi novia de 42 años, pero no os preocupéis, ya no tengo ningún problema.- Dijiste, con tu ira creciendo a cada palabra que decías. Estabas completamente convencida de que tenías razón.

Las cenizas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora