Aromas y calor

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Cuando el celo de un omega es bien atendido, dura únicamente tres días, no cinco como en su caso donde sus dedos y los juguetes lo dejan totalmente insatisfecho. 

Una a una, coloca una muda completa de prendas para cuando salga, mete su shampoo con aroma a fresas, un jabón de avena, cepillo de dientes y crema dental, un paquete de toallitas húmedas, parches de aroma y todo lo que piensa le podría ser útil al terminar su calor.

Toma su maleta y cierra su casa con llave. Para entrar es necesario mostrar un carné de ETS donde se identifique como una persona limpia. Hace una semana se hizo todas las pruebas necesarias y le fue entregado. No es que se hubiera decidido hace tanto tiempo, pero ser organizado y precavido siempre ha sido una de sus cualidades.

Nervioso observa su reflejo en los vidrios de las tiendas departamentales, su cabello verde rizado, las mismas pecas en su mejillas y sus ojos verdes que parecieran los de un cervatillo a punto de ser cazado. 

Traga saliva fuertemente, está a solo media cuadra y sus piernas parecieran no querer avanzar. Es casi media noche y su calor comienza a molestarle la entrepierna.

Finalmente, luego de tragarse las dudas, llega a esa puerta negra, donde un pequeño letrero dice "Bar Minuit" <Media noche> Tímido toca tres veces, una mirilla es la única que se abre, dentro un par de ojos majenta lo ven intrigados.

-B-buenas noches- Su voz se escucha trémula, pero sabe que el hombre le ha oído pues abre una segunda ventanilla, en la parte media de la puerta.

-Buenas noches, ¿traes tu carnet?

Izuku asiente con la cabeza y busca en sus bolsillos, una oleada de calor le hace temblar mientras lo extiende hacia el hombre.

-Sí, tome.

-Muy bien, todo está en orden, bienvenido puedes pasar un máximo de tres días adentro.

La puerta se abre y la silueta de un alfa de cabello del mismo color que sus ojos le recibe, Izuku sabe que sus mejillas están completamente rojas cuando ingresa.

Las feromonas del pelimorado casi le hacen caer de rodillas, pero este lo ayuda a avanzar por el estrecho pasillo lleno de puertas y cortinas.

Sabe que hay habitaciones para parejas, donde se encargan de sus celos entre ellos, aunque sean o no una pareja como tal. Pero según escuchó, si un alfa gusta de un omega en el nido colectivo y éste le corresponde, pueden trasladarse a una de esas habitaciones.

Su boca se seca al sentir tantos aromas excitados a su alrededor, sus sentidos comienzan a captar todo lo que sucede en su entorno. Si aún estuviera totalmente racional, quizás hubiera salido corriendo, pero su omega, curioso por los aromas lo impulsa a seguir caminando.

Al llegar a un pasillo donde el camino se divide en dos, el alfa pelimorado se voltea para verlo.

Izuku ya está casi por completo perdido en su celo, le cuesta enfocar y su cuerpo entero grita por ser atendido. Aún así, por respeto o protocolo el alfa llama su atención.

-¿Quieres ir al nido omega o al mixto?

Izuku tarda unos segundos en pensar, ha tomado anticonceptivos, pero no se siente listo, todavía no. Así que se las arregla para contestar.

-A-al omega p-por f-favor- No sabe si le sonrió al alfa o si solo pensó en ello, pues sus piernas casi ceden en una oleada de calor que le hace estremecer.

-Bien, entonces ve a la izquierda, si luego te arrepientes, es el camino a la derecha- No sabe bien si ese alfa le sonrió o no, pero camina hacia el lugar que señaló primero.

Los aromas que lo reciben son dulces y llenos de protección. Una cortina es todo lo que lo separa de ese lugar. Tímido se acerca a los lockers donde mete su maleta y cierra, escribe su nombre en la tarjeta de identificación. 

Realmente le cuesta mucho, pero también se desnuda, tímido deja toda su ropa en el mismo locker y se envuelve en una cobija que trajo, no quiere entrar descubierto así que la cobija con su aroma le ayuda a calmarse.

Su lubricante natural le hace sentir incómodo cuando sus piernas se frotan entre sí. Como todo omega tiene piernas gruesas y una cadera más prominente que su cintura. Es un omega masculino, pero debido a que no hace mucho ejercicio, la grasita natural se acumula en los lugares debidos, haciendo que su trasero sea "rechoncho".

Al mover la cortina e ingresar, se pierde por completo, es una enorme habitación de al menos ocho metros por cinco, toda cubierta de frazadas y cojines, suaves y afelpados, muchos peluches incluso. Su omega ronronea al sentir la suavidad de un conejito que ni siquiera sabe en qué momento recogió del suelo acolchado, tampoco sabe qué pasó con su cobija, pues ahora totalmente desnudo se mueve al enredeo de piernas y brazos que se mueve en el centro; todos los omegas se abrazan, besan y tocan buscando aliviar su celo.

Es el paraíso.

Las manos suaves lo ayudan a recostarse, sus ojos nublados por el calor y la mezcla de aromas dulces y embriagantes no le permiten enfocar bien al omega rubio que le besa el cuello y le acaricia la entrepierna. 

Las horas pasan, suaves toques, besos mojados en todo su cuerpo y la fricción de los cuerpos restregándose uno con otro le hacen sentir totalmente extasiado.

No sabe cómo ha vivido tantos años sin el cariño y los mimos que recibe de manos de sus congéneres.

Dejando la timidez de un lado, sus manos se aventuran por primera vez a tocar cuerpos ajenos. Son suaves y terzos, eso piensa al tocar los senos de una omega pelinegra que le sonríe sensual. Animado por ello, se aventura a besar y lamer; por primera vez llena su boca del sabor de feromonas ajenas, mismas que saben dulce y le animal a probar más centímetros de piel.

En algún momento la chica pelinegra desapareció, pues ahora se encuentra recibiendo en su entrada el pequeño miembro de un omega varón mientras él le come la vulva a una omega rubia que gime agudo cada vez que succiona. No es la misma satisfacción que si lo hiciera con un alfa, tampoco hay un nudo que lo haga gritar, pero es agradable recibir por fin un poco de atención en su entrada que feliz recibe los miembros de quienes se aventuran a probarlo. 

Incluso recuerda haberse introducido en algunas omegas y otros omegas durante el climax de su celo, fue delicioso, sentir su pequeño miembro cálido dentro de las paredes de otro, resbaladizo y apretado. 

Nunca creyó que su celo sería una experiencia totalmente agradable, hasta que despertó al tercer día, sediento y hambriento, pero con el cuerpo casi satisfecho, lleno de marcas y las sensaciones cosquilleantes de las manos y bocas que lo tocaron.

Cuando la nube del celo pasa, aún se encuentra en medio de los cuerpos que se tocan y gimen, pero su líbido por fin ha bajado.

Cansado, pero tranquilo, se aleja de los cuerpos que se enredan entre sí. Al entrar, algunos ya están en lo último o en el medio, por lo que según escucha, la habitación nunca se queda vacía, lo único que hacen por limpiarla es cambiar los cojines periódicamente y encender el aire acondicionado para limpiar el aire de la fuerte carga de feromonas.

Una vez regresando a sus cabales, es hora de darse una merecida ducha y relajarse en los baño cumunales que también se encuentran dentro del lugar. 

El agua fría se lleva todo rastro de saliva, semen y sudor. Luego el agua tibia del baño le ayuda a relajar los músculos. Ya cambiado y saciado se acerca a recepción para pagar y salir. Le dan una credencial para ingresar el próximo mes y él con una sonrisa se despide de la hermosa beta pelinegra, dueña del bar.

Mientras desayuna en una cafetería cercana a su hogar, piensa en lo mucho que le gustaría regresar el próximo mes. Por primera vez en su vida, las sonrisas son permanentes y la soledad parece un mal recuerdo nada más.

Nido ColectivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora