1. Volare

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Lucía

Volare oh oh oh...

cantare oh oh oh,

Nel blu dipinto di blu,

Felice di stare lassù.

Nel blu dipinto di blu, Doménico Modungo

Aeropuerto de Ezeiza, mayo de 2022

Estaba sentada en el avión mirando por la ventanilla, esperando la partida del vuelo. A punto de cumplir mi sueño de volver a Roma para participar de un seminario de arte antiguo dictado por mi mentor, el Dr. Mateo Matterazzi, un reconocido experto en el arte antiguo de esa ciudad. Miré el cielo azul y las nubes blancas, a través de la pequeña ventanilla, cantando suavemente la melodía de una vieja canción, mientras recordaba la primera vez que inicié ese viaje, con Él.

Molesta, sacudí mi cabeza borrando esos pensamientos y alejando viejos fantasmas, cuando el sonido de mi móvil interrumpió mi divague mental.

—¡Hola, Lu! ¿Llegaste bien al aeropuerto? — me preguntó Laura con entusiasmo.

—Bien, bien. Ya queda poco para el despegue—respondí, con una gran sonrisa.

—Te tengo dos noticias. Materazzi está enfermo y suspendió su ponencia. Y lo va a reemplazar Fabio Ferrari—contestó mi amiga.

De golpe sentí que un escalofrío recorría mi espalda. No podía creer lo que acababa de oír. ¿Cómo era posible que él estuviera allí? ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo iba a reaccionar? Recordé nuestra (mí) historia, cómo nos habíamos conocido en la Universidad, la forma en que me había enamorado como una idiota y el momento en que él me había dejado, diez años atrás. Ambos habíamos sido discípulos del Dr Materazzi, en la Universidad de Roma y compartimos muchas cosas.

—¿Lucía? ¿Estás ahí? — insistió Laura.

—Sí, sí. Estoy aquí— balbuceé, tratando de ocultar mi nerviosismo.

Mi amiga y asistente personal, solamente sabía que Fabio había sido un compañero de estudios, no tenía idea de que había sido mi amigo, mi amante, y que hasta habíamos compartido departamento un tiempo.

—¿Qué te parece? — preguntó Laura.

—Me parece... me parece... - tartamudeé tratando de armar una oración coherente— una sorpresa, no lo esperaba. Quería conversar con Materazzi sobre mi próxima investigación.

—Bueno amiga, vas a tener que aprovechar la oportunidad de consultar a Ferrari que tiene como veinte años menos que Mateo, y está para comérselo en el desayuno— contestó Laura conteniendo la risa.

—Claro, porque es tan simpático y accesible—. Ironicé, recordando lo frío y distante que se había vuelto al final de nuestra relación.

—Bueno, ¿pero no se supone que era tu amigo? — preguntó Laura, curiosa.

—No, solamente cursamos juntos algunas materias, pero nunca nos llevamos bien, nos odiábamos—. Respondí, tratando de evitar la catarata de imágenes de aquellas ocasiones en las que nos habíamos llevado mucho más que bien, que acuden intempestivamente y sin permiso a mi memoria.

—Mmmm, ¿nunca te dijeron que los que se pelean se aman? — respondió Laura.

—¡Ay Laura! tenemos treinta y cinco años, no doce—. Contesté, intentando poner un límite a mi amiga que canturreaba esa frase, como una adolescente.

—Ok, ok, bueno entonces aprovechá la ocasión que el destino te brinda y volteate a Ferrari o sacate de encima la mufa con algún tano que esté bueno entonces, así te olvidás del salame de tu ex—. Sentenció mi amiga riendo entre dientes.

—Basta Laura, no me voy a voltear a nadie y mucho menos a Fabio Ferrari. Voy a ir, sentarme, escuchar las ponencias, pasear por Roma, y comer como si estuviera en Comer, rezar, amar, hasta reventar—contesté ofuscada.

—Ciao, Bella, no hagas nada que yo no haría. Arrivederci—. Me saludó mi amiga.

— Te dejo porque ya nos están diciendo que apaguemos los celulares porque estamos por despegar, te llamo al llegar. Besos—. Corté la comunicación.

Acomodándome en el asiento, aproveché los minutos que restaban para el despegue, y entré a internet para buscar a Fabio, algo que hice algunas veces, desde los últimos tres meses, y que jamás admitiría ante nadie. Fabio no tenía redes sociales, algo que no me sorprendía para nada, dada su personalidad, pero había algunas fotos en la página de la universidad donde trabajaba. Y ahí estaba, luciendo tan malditamente sexy como siempre, solo que algo canoso y con unas arrugas que lo mejoraban aún más, si eso era humanamente posible. Sus ojos oscuros y profundos, llenos de secretos, secretos que alguna vez me propuse desentrañar y fracasé estrepitosamente en el intento. Ojos hermosos e insondables que muchas veces contemplé embobada. Y su boca, que se veía igual de tentadora que diez años atrás, esos labios carnosos que invitaban a morderlos. Suspiré, y apagué el celular, antes de que la azafata me llamara la atención.

No es momento de perderme en fantasías ni en recuerdos que solo me causarán dolor, me dije.

Fabio Ferrari era materia prohibida y terminada en mi vida. Aunque en el fondo de mi ser, seguía deseando volver a tenerlo frente a mí y demostrarle que mi vida había seguido adelante, después de esa última vez que estuvimos juntos, hacía muchos años atrás.

Exasperada, busqué algo para leer en el kindle, un thriller, cualquier cosa menos una de esas estúpidas historias de amor que amaba leer en mis ratos libres y que abundaban en el dispositivo, pero para la que hoy no tenía el humor ideal para empezar. Finalmente me decidí por escuchar algo de música o mirar alguna estúpida película de acción en la pantalla del avión. Me recosté en el asiento, y me quedé dormida plácidamente.

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Espero que les guste esta historia, ¡está escrita con mucho amor!
Gracias por leerme

Marina

Paseando por RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora