Capítulo 287

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Toco el timbre y antes de un minuto Melendi me abre la puerta.

- Me has tenido todo el día preocupada.

Es mi forma de saludarle, a la par que darle un abrazo que corresponde con cariño.

M: Te lo voy a resumir de forma que te encantará oírlo.

Anuncia.

- Soy toda oídos.

M: Tenías razón.

Suspira.

M: Pero no me apetece hablar mucho del tema.

- Pues habla poco, pero algo tendrás que contarme.

Exijo.

- Y sí.

Confirmo.

- Me ha encantado oírlo, pero hubiese preferido que las cosas te vayan bien.

Sonríe amargamente.

- He traído ensaladilla de marisco.

Me guía hasta la cocina. Está preparando nuestra cena.

M: No hacía falta.

La deja en la heladera y abre una botella de vino, sirviendo dos copas.

- Melen, no puedo.

Me mira dubitativo.

- Estoy de gira.

Aclaro.

M: Es domingo, ¿hasta cuando no vuelves a cantar? ¿Viernes? ¿Sábado?

Suspiro.

- Viernes.

M: No se hable más.

Me cede una copa y lleva la suya directamente a su boca.

- ¿Qué ha pasado?

M: ¿Y si empezamos por el postre y luego te lo cuento?

Propone abordándome por la cintura.

- No.

Me alejo de inmediato, haciéndole la cobra y suspirando. Esta semana no hemos hablado y vaya mal momento.

- He vuelto con Mateo.

Aclaro.

M: Vaya, creo que tú tienes más para contar que yo.

Da otro gran trago a su copa.

M: Le hacía en Miami.

- Frené su viaje.

Una sonrisa tonta se me dibuja en la cara, aunque intento ocultarla.

M: A ver Lumi, hace una semana estabas llorando porque se iba.

Hablamos después del concierto del sábado. El también tenia su show, y ninguno podía dormir.

M: ¿Cómo he podido perderme tanto?

- Fui a buscarle, no podía verle partir.

Le cuento.

- Y se quedó. Es súper reciente.

Destaco lo obvio.

- Todavía tenemos que traer aquí a su hermano, ha estado solucionando temas de trabajo y tal.

Explico.

M: Me alegro por vosotros.

Promete sincero.

- Gracias.

M: ¿Y José?

Aquella tarde en que mi hermano me advirtió que no me apoyaría en esto hablé con Melen. Salí muy tocada de la casa de mamá, y los oídos de mi mejor amigo son un refugio que no falla.

- Fatal. No sabes ayer el día que pasé.

Le cuento.

- Pero creo que logré convencerle.

M: Es que a ti ni Dios te contradice.

Me hace reír.

M: ¿Puedo saber entonces por qué me traes esa cara?

Suspiro sentándome en la banqueta y me llevo la copa de vino a los labios.

- Porque soy una idiota.

M: Eso ya lo sabemos.

Ruedo los ojos. Que tonto es.

M: Venga, suéltalo que te estás rayando.

- No sé.

M: Va a crecerte la nariz como a Pinocho.

Me hace sonreír.

- Siento que me estoy tirando por paracaídas, sin paracaídas.

M: ¿Por qué?

Indaga.

M: ¿Sigues sin confiar en él?

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora