Toco el timbre y antes de un minuto Melendi me abre la puerta.
- Me has tenido todo el día preocupada.
Es mi forma de saludarle, a la par que darle un abrazo que corresponde con cariño.
M: Te lo voy a resumir de forma que te encantará oírlo.
Anuncia.
- Soy toda oídos.
M: Tenías razón.
Suspira.
M: Pero no me apetece hablar mucho del tema.
- Pues habla poco, pero algo tendrás que contarme.
Exijo.
- Y sí.
Confirmo.
- Me ha encantado oírlo, pero hubiese preferido que las cosas te vayan bien.
Sonríe amargamente.
- He traído ensaladilla de marisco.
Me guía hasta la cocina. Está preparando nuestra cena.
M: No hacía falta.
La deja en la heladera y abre una botella de vino, sirviendo dos copas.
- Melen, no puedo.
Me mira dubitativo.
- Estoy de gira.
Aclaro.
M: Es domingo, ¿hasta cuando no vuelves a cantar? ¿Viernes? ¿Sábado?
Suspiro.
- Viernes.
M: No se hable más.
Me cede una copa y lleva la suya directamente a su boca.
- ¿Qué ha pasado?
M: ¿Y si empezamos por el postre y luego te lo cuento?
Propone abordándome por la cintura.
- No.
Me alejo de inmediato, haciéndole la cobra y suspirando. Esta semana no hemos hablado y vaya mal momento.
- He vuelto con Mateo.
Aclaro.
M: Vaya, creo que tú tienes más para contar que yo.
Da otro gran trago a su copa.
M: Le hacía en Miami.
- Frené su viaje.
Una sonrisa tonta se me dibuja en la cara, aunque intento ocultarla.
M: A ver Lumi, hace una semana estabas llorando porque se iba.
Hablamos después del concierto del sábado. El también tenia su show, y ninguno podía dormir.
M: ¿Cómo he podido perderme tanto?
- Fui a buscarle, no podía verle partir.
Le cuento.
- Y se quedó. Es súper reciente.
Destaco lo obvio.
- Todavía tenemos que traer aquí a su hermano, ha estado solucionando temas de trabajo y tal.
Explico.
M: Me alegro por vosotros.
Promete sincero.
- Gracias.
M: ¿Y José?
Aquella tarde en que mi hermano me advirtió que no me apoyaría en esto hablé con Melen. Salí muy tocada de la casa de mamá, y los oídos de mi mejor amigo son un refugio que no falla.
- Fatal. No sabes ayer el día que pasé.
Le cuento.
- Pero creo que logré convencerle.
M: Es que a ti ni Dios te contradice.
Me hace reír.
M: ¿Puedo saber entonces por qué me traes esa cara?
Suspiro sentándome en la banqueta y me llevo la copa de vino a los labios.
- Porque soy una idiota.
M: Eso ya lo sabemos.
Ruedo los ojos. Que tonto es.
M: Venga, suéltalo que te estás rayando.
- No sé.
M: Va a crecerte la nariz como a Pinocho.
Me hace sonreír.
- Siento que me estoy tirando por paracaídas, sin paracaídas.
M: ¿Por qué?
Indaga.
M: ¿Sigues sin confiar en él?
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Todos los secretos (Segunda parte)
RomanceUna historia en la que TODOS tienen algo que ocultar