Capítulo 19

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¡AVISO! ESTE CAPÍTULO CONTIENE DESCRIPCIONES SOBRE SEXO SIN CONSENTIMIENTO QUE PUEDEN SER SENSIBLES PARA QUIEN LO LEA. 

Por lo demás, disfruten de la lectura ;)















Mi psicóloga siempre me ha dicho que el dolor es más llevadero cuando es compartido. Que esa carga que llevaba siempre encima solo empezaría a hacerse más ligera cuando comenzara a abrirme con las personas.

En ese momento empecé a soltar la carga.

Había vuelto a sentarme en la silla de mi escritorio, con las rodillas hasta el pecho y los brazos abrazándome, hecha un ovillo sobre mi puesto mientras miraba a Silas a los ojos, quien se encontraba sentado en el borde de mi cama.

—No es un secreto para ti que en la relación que tuve con Jonatan él ha abusado de mí...—hice una pausa y tragué saliva —, pero hubo veces que me marcaron y significaron más que otras...que dejaron una cicatriz más difícil de sanar.

Por los ojos de Silas pasó una emoción que no supe descifrar. Él tomo el borde de la silla en la que me encontraba y la arrastró hacia él, dejándome más cerca para que pudiera tomarme de la mano mientras hablaba.

—La primera vez que estuvimos juntos de... esa forma, fue mi primera vez. Fue la noche en que perdí mi virginidad. Antes de eso ya habíamos hecho cosas, pero todo me dolía, y él lo justificaba diciendo que era por seguir siendo virgen. Esa noche... Dios, fue la noche más dolorosa de mi vida, nunca había creído que un acto que la mayoría de la gente consideraba satisfactorio a mí pudiera hacerme sufrir tanto. No entendía como podía doler tanto, y solo quería que acabara. Recuerdo sentirlo dentro de mí, lo mal que se sentía, recuerdo decirle que parara, pero había sido inútil, así que llegó un punto en el que mi cerebro desconectó del shock que estaba sufriendo mi cuerpo y quedé a su merced. Nunca había sentido mi cuerpo tan ajeno a mí.

Sentí mis ojos humedecerse al revivir aquella note mientras seguía contándole una pequeñísima parte de mi historia a Silas, su mano sobre la mía me dio un ligero apretón buscando reconfortarme.

—Todavía recuerdo cuando terminó, o cuando creí que había terminado. Él llegó al orgasmo, sin importarle en lo más mínimo cómo me encontraba yo, y se corrió sobre todo mi cuerpo, literalmente. Quiso recrear una puta película porno conmigo y me llenó de él por todo el cuerpo —una lágrima se deslizó por mi mejilla, pero Silas se apresuró a limpiarla con su otra mano y acariciarme con dulzura con el pulgar —. Nunca me había sentido tan sucia en la vida —confesé con la voz quebrada —. Aun puedo recordar cuando dijo que estaba a punto de correrse, recuerdo esa pequeña chispa de alivio y felicidad de solo pensar que ya todo terminaría. Entonces hizo aquello, me empapó de su placer, por todos lados, brazos, piernas, abdomen, incluso en la cara. Un placer que había obtenido a costa mía, a costa de mi cuerpo, como si de esa forma pudiera demostrarme que mi cuerpo le pertenecía a él. Y lo hizo. Porque luego de eso me mandó a ducharme, sola, a limpiarme, y ese baño... esa ducha que me di esa noche... no volví a ser la misma Alana. Desde entonces, cada vez que llega la hora de bañarme me es imposible no recrear ese día, ese momento en concreto. Repito la misma escena cada vez que me ducho, a día de hoy, el recuerdo sigue igual de vivo, como si hubiese ocurrido ayer. Imagino que estoy en ese baño, recuerdo como se sentía mi cuerpo en ese momento, mientras me limpiaba de él, recuerdo haber puesto el agua lo más caliente posible, recuerdo haber sentido que mi piel quemaba hasta el punto de llegar a hacerme daño de verdad —me sorbí la nariz y con una mano, me arremangué la camisa por el estómago para mostrarle una pequeña cicatriz que tenía en el vientre, una pequeña mancha blanquecina un poco más debajo del ombligo —esta fue la única quemadura que no logré sanar. Nunca le apliqué el tratamiento correcto porque verla todos los días me recuerda que debo seguir luchando para sanar la herida más importante: mi herida interior. Porque hasta el día de hoy no puedo borrar su rastro de mi cuerpo, y hasta que no lo haga, no sentiré que mi cuerpo me pertenece.

El día que aprendí a amarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora