El mundo nos destruye a todos | minsung

Han es extraño

Minho

Jueves. Geografía de Estados Unidos.

El Bartlett Dirt ha hecho una lista con los diez intentos de suicidio más destacados del instituto y mi teléfono no para de sonar porque Han Jisung ocupa el número uno de la lista. Un estudiante del club de periodismo, ha llenado la primera página del periódico escolar con información sobre suicidas adolescentes y sobre qué hacer si estás pensando en suicidarte, aunque a esto nadie le presta atención.

Desconecto el teléfono y lo guardo. Para distraerme, y también distraerlo a él, le pregunto a Chan por el trabajo «Recorrer Indiana». Forma equipo con Jeong Yun Oh, o como le decimos todos, Jaehyun. El tema que han elegido es el béisbol. Tienen pensado visitar el museo del béisbol del condado y también el que hay en Indianápolis.

—Suena muy bien —digo.

Empieza a acariciarme el cabello y, para que no continúe, me agacho y finjo estar buscando alguna cosa en la mochila.

Giselle y Vernon tienen pensado centrar sus excursiones en el James Whitcomb Riley Museum (que el profesor ya mencionó) y en el museo de nuestro condado, que está aquí, en Bartlett, y que alberga una momia egipcia. No se me ocurre nada más deprimente que ser un alto sacerdote egipcio y acabar siendo exhibido en un museo de Indiana al lado de unas ruedas antiguas de diligencia y un pollo con dos cabezas.

Giselle examina las puntas de su cola de caballo. Es la única persona, además de mí, que ignora que su teléfono está sonando.

—¿Así que qué tal? ¿Es horroroso?

Deja de examinarse el cabello un instante para mirarme.

—¿El qué?

—Han.

Me encojo de hombros con indiferencia.

—Está bien.

—Oh, Dios mío, ¿son amigo?

—No. Somos compañeros de trabajo, nada más.

Pero noto que me ruborizo y todo el mundo se queda mirándome. Giselle es una bocazas.

Por suerte, suena la campana y el profesor exige que todo el mundo se vuelva hacia él. Un poco más tarde, Chan me pasa una nota porque tengo el teléfono desconectado. Veo que está haciéndome señas y la recojo. "¿Sesión doble en el autocine? ¿Tú y yo solos?".

Le escribo: "¿Puedo decírtelo más tarde?".

Le doy unos golpecitos en el brazo y le paso la nota. El profesor se acerca a la pizarra y escribe «examen sorpresa» y, a continuación, una serie de preguntas. Todo el mundo se queja y se oye el sonido de las hojas al ser arrancadas de las libretas.

Cinco minutos más tarde, entra corriendo Han; la misma camiseta negra, los mismos vaqueros negros, la mochila colgada a un hombro, los libros, las libretas y la cazadora de cuero gastado bajo el brazo. Deja caer las cosas por todas partes y recoge las llaves, los bolígrafos y los cigarrillos antes de saludar con un gesto imperceptible al profesor. Lo miro y pienso: «Esta es la persona que conoce tu peor secreto».

Han se para un momento a leer lo que está escrito en la pizarra.

—¿Examen sorpresa? Lo siento, señor. Solo un segundo.