07 "Abogado y Amigo"

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POR LA MAÑANA- 8:00 A

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POR LA MAÑANA- 8:00 A.M


Salimos temprano de casa. La brisa aún era fresca y el sol apenas se asomaba entre los tejados. En el asiento del copiloto, mientras veíamos la ciudad despertarse, rompí el silencio.

—¿Cómo dijiste que se llama tu amigo?

—Todos lo conocen como “Polilla” —respondió Fedor sin apartar la vista del camino—. No necesitas más que ese nombre.

—¿Polilla? Suena… peculiar. Me da curiosidad saber por qué lo llaman así.

Fedor sonrió apenas, como quien guarda una anécdota que no piensa contar aún.

—Es un hombre con historia. Y con cicatrices. Pero también es uno de los pocos que ha logrado mantener el respeto de su gente, sin necesidad de imponer miedo. Ya lo verás.

Después de unos minutos, el paisaje urbano fue cambiando. Las calles se angostaban, los edificios daban paso a casas modestas, y los rostros que se asomaban desde las esquinas nos seguían con la mirada. Era un barrio que hablaba por sí mismo: cicatrices en las paredes, dignidad en los ojos.

Nos detuvimos frente a una casa discreta, pero limpia y ordenada. Bajamos del auto y caminamos hacia la puerta. Fedor tocó con firmeza.

La abrió una joven de rostro sereno, mirada despierta y el cabello trenzado. Parecía evaluar rápidamente si confiar o no.

—¿Sí? ¿A quién buscan? —preguntó.

—Buenos días. Soy Fedor, vine a ver a Polilla —dijo mi padre con tono firme, pero cordial.

—Ah, claro. Él dijo que vendrían. Pasen, por favor. Yo soy Lina —nos sonrió mientras abría más la puerta.

Cruzamos el umbral. El interior olía a café recién colado y a incienso. Mientras caminábamos hacia la sala, Lina levantó la voz.

—¡Polilla! ¡Fedor ya llegó!

Unos segundos después, un hombre apareció desde la cocina. Estaba en una silla de ruedas, pero su presencia llenaba el espacio. Su piel tostada por el sol, los ojos penetrantes. Se movía con calma, como si cada gesto suyo pesara más que mil palabras.

—Fedor, viejo hermano… qué gusto verte —dijo con una sonrisa sincera—. Pasen, por favor, acomódense.

Nos sentamos. Lina trajo café para todos. El ambiente tenía algo de santuario. Silencios cómodos, como si cada palabra se eligiera con cuidado.

—¿Cómo has estado, Polilla? —preguntó Fedor mientras tomaba la taza.

—Sobreviviendo, como siempre. ¿Y tú? ¿Ella es la niña?

—Sí, ella es Amber, mi hija —respondió mi padre, con un leve orgullo en la voz.

—Mucho gusto, señor —le dije, extendiendo la mano.

Misery - Marbella Vice Donde viven las historias. Descúbrelo ahora