NUNCA LE DIGAS ESTO A UN PERRO

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Esta historia  me gustó mucho

Hola, esto que me sucedió fue algo que me dejó muy aterrado y por mucho tiempo no pude dormir tranquilo.
Pocas veces he contado esta historia, ya que a quienes le he contado lo que me pasó, no me creen o me dicen que lo imaginé. Pero al leer sus historias me di cuenta que muchos viven anécdotas paranormales y por eso me animé a contárselas.
Vivo en un departamento en la colonia Narvarte poniente, de la CDMX. Un día, llegué a casa cansado después de un largo día de labores, mi perro, un pastor alemán llamado “Antrax” que siempre me recibía saltando sobre mí y jugueteaba conmigo, era su forma de decirme que lo sacara a pasear al parque cercano. Ese día estaba muy cansado y no tenía muchas ganas de salir, pero por la salud de mi mascota lo hice.
Llegamos al parque y aunque es un perro grande, estaba bien educado y no es nada agresivo ni con otros animales o humanos, por lo que suelo dejarlo andar libremente por el lugar y no me juzguen, soy responsable también cargo con bolsas para levantar sus heces.
Mientras veía a “Antrax” divertirse, me senté un momento en una de las bancas del parque. El perro me veía y corría, a la distancia, me buscaba con su mirada y al verme, seguía divirtiéndose tal y como si fuera un infante.
De pronto, un niño se paró a mi lado, el niño observaba con una gran sonrisa lo que “Antrax” hacía. Me volteo a ver y me dijo:
- ¿Es tu perro?- le contesté que sí, que era mi mascota y me dijo algo que me dijo algo que me sorprendió: -¿Sí sabes que tu perro habla? - Era evidente que la imaginación del pequeño era grande y no iba a destruírsela, así que sonreí y afirmé con la cabeza a su pregunta.
El niño dio media vuelta y sin dejar de sonreír me dijo:
- Mi perro me dijo que el tuyo es de los de ellos - Me extrañé y con curiosidad le pregunté que cómo era posible que supiera eso y simplemente me dijo: - Pues pregúntaselo, si son de los que hablan, te va a contestar, porque no todos son así - El niño dio media vuelta y se fue. Volteé a ver a “Antrax” y noté que me observaba, como si supiera que estábamos hablando de él, me vio que lo vi y siguió haciendo lo suyo.
Al regresar a casa. Me quedé con la idea de lo que el niño me dijo y en forma de juego vi a mi mascota fijamente y le pregunté:
-“¿Sabes hablar?”
Repentinamente la actitud de “Antrax” cambió, se quedó viéndome directamente a los ojos un instante, dio media vuelta, muy despacio se alejó de mí y se fue a su tapete y tras dar varias vueltas se acostó. Fue algo extraño, pues no suele ser así de “serio” pues cuando le hablo siempre se alegra y juguetea.
No le di importancia y me fui a dormir. Pasaron las horas y estaba profundamente dormido, cuando escuché que en la cocina se cayó algo. Me levanté de inmediato y con precaución me dirigí a la cocina. Al pasar por el lugar de “Antrax” observé que no estaba.
- Seguro ya fue a ver que fue lo que pasó - pensé.
Al llegar a la cocina, vi que todo estaba en su lugar, pero mi perro no estaba, lo cual se me hizo muy extraño. Le grité, y muy tranquilo, el perro salió de una de las habitaciones vacías, me vio, no se me acercó y fue a acostarse a su tapete, como si yo fuera un desconocido o no le importara.
Al día siguiente, cuando llegué del trabajo, abrí la puerta de la casa, pero en esta ocasión mi perro no llegó a recibirme. Me sorprendí y le hablé, por mi mente pasó que tal vez estuviera enfermo, pero de nuevo, salió muy tranquilo de la habitación y me observó sin hacer un movimiento, le hablé para que se acercara, le mostré su correa indicando que era hora de salir, pero me ignoró y fue a acostarse. Era evidente que algo le estaba sucediendo.
Con duda, le marqué a un amigo que es veterinario para que me dijera qué le podría estar pasando y me dijo que muy probablemente la falta de energía era por la avanzada edad, aunque no me cuadraba su teoría, pues la energía de “Antrax” se había acabado en cuestión de un día. Así que le agendé una cita al día siguiente para que lo revisaran.
Esa tarde no salimos. Ya por la noche me acosté pensando en mi perro, deseando que no fuera nada grave lo que le sucedía y traté de dormirme. Al pasar unos minutos y estando todo en silencio, escuché como si abrieran la puerta, seguido de unos pasos, me asusté, eran bastante claros los sonidos, más aún, pues no me había dormido por completo.
Temeroso tomé un bastón que tenía dentro una espada ornamental y en silencio salí de mi cuarto. Entre la oscuridad vi que la puerta de la casa estaba abierta. No había nadie y ni rastros de “Antrax”. No podía creerlo, tal vez el perro se había salido, pero era imposible, pues estaba cerrado con llave. Al pasar por el pasillo, escuché unos pasos detrás de mí, estaba paralizado del terror, al dar media vuelta, vi que alguien pasó a gran velocidad y salió de la casa, le grité a mi perro para que me ayudara, pero este nunca salió de donde estaba. Fui a cerrar la puerta y la aseguré, al dar unos pasos, escuché que trataban de abrir la puerta y al no poder comenzaron a patearla. Les grité que quién era y qué era lo que querían, que si no se iban llamaría a la policía, pero solo obtuve como respuesta una leve risa burlesca. De pronto, escuché una voz entrecortada que me dijo:
- Alfredo, ¿Querías saber si sé hablar? La respuesta es sí… y no solo eso, también sé hacer otras cosas -
Golpearon fuertemente la puerta, seguido de unos pasos que se alejaban y una aterradora risa.
Todo se quedó en total calma, yo estaba temblando de miedo y esperé hasta la mañana para abrir la puerta, la cual tenía marcas de arañazos.
Desde ese día, desapareció “Antrax” y nunca más he vuelto a verlo.
En ocasiones, cuando regreso a casa, logro escuchar sus pasos como cuando venía a recibirme al llegar del trabajo, pero no está. Incluso, en algunas noches también lo escucho andar por la casa, no sé si solo son mis recuerdos o en verdad mi perro está ahí y viene a visitarme.

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