📖CIENTO CUARENTA Y NUEVE📖

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⚠️ALERTA DE CONTENIDO⚠️

Todo había ocurrido muy rápido, más de lo que mi estado físico actual me permitió vislumbrar y reaccionar. Pero, mi mente estaba tan activa qué en pocos segundos me repitió la escena en cámara lenta:

Niggel había caído al suelo después del golpe del chico. Carla había corrido hasta Dymytrie dispuesta a terminar lo que yo había iniciado. Kikyō forcejeaba en los brazos del chico. Y yo, yo ya me encontraba en marcha, sin despegar la vista de mi enemigo. Las escaleras aun me quedaban lejos, ¿en que momento me había alejado tanto?

Kikyō volvió a gritar esperando que aquello fuera suficiente para subir a su máxima potencia el poder Ackerman, pero ya no podía más, ya estaba en mi límite. Niggel me lanzó una mirada, una qué decía que entendía que yo no llegaría a tiempo y sin previo aviso, saco fuerzas de algún lugar y se lanzó contra su atacante. Hubo un breve forcejeo, donde Niggel intento quitarle el arma al chico, pero solo consiguió qué soltara a Kikyō.

-Sobrevivan. - me pareció leer en los labios de Niggel antes de que el chico lo sometiera y le metiera una bala en la cabeza.

Juraría que escuche la bala golpear el suelo y rebotar en cada rincón de la cabeza de Niggel. De sus ojos vi que se le escapaba la vida con una última petición en sus labios. Su sangre comenzó a fluir por los escalones, marcando me el camino hacia su asesino.

Una segunda descarga de vitalidad inundó mi cuerpo, terminando con la poca consciencia qué tenía, llevándome a plantarme delante del asesino de Niggel para poder clavarle el cuchillo sin piedad una y otra vez, sin parar, sin dejar de maldecir, sin ser capaz de detenerme.

-¡Al fin! Tomamos la vida de uno de ustedes. - se burló Dymytrie entre risas desenfrenadas, gritando y a nada de ahogarse por la sangre que brotaba de su boca.

Carla lo había apuñalado varias veces, pero el odio de Dymytrie lo mantenía con vida. Me levante después de darle un último golpe al chico que yacía debajo de mi, le atravesé la cabeza y baje las escaleras con tranquilidad.

-Carla, yo lo termino. - dije entre dientes.

La chica me miró, al principio con sorpresa, luego con un destello de terror (realmente no sabía que expresión tenía yo en ese momento para ganarme esa mirada de miedo) y finalmente con una sonrisa de satisfacción.

-Haz qué pague. - me dijo.

No soltó a Dymytrie hasta que yo hubiera llegado hasta ellos.

-¿Últimas palabras? - le dije a Dymytrie.

Ni yo podía reconocer mi voz, era tan carente de emoción, tan distante, pero a la vez cargada de autoridad y poder. Nunca se había sentido tan bien tener la vida de alguien en mis manos.

-Bienvenido a la Ciudad Subterránea, Ackerman. - soltó.

Estalló en carcajadas, haciendo que su sangre me cayera en la cara. Asqueado, chasquee la lengua.

-Vete al infierno.

Y le clave el cuchillo en repetidas ocasiones, sin parar, en toda la cara. Sus risas me persiguieron con cada puñalada, hasta que llego un punto en que su boca y garganta quedaron destrozadas impidiéndole reír o hablar. Seguía con vida, claro, no dejaría que se fuera sin antes hacer qué sintiera el dolor que Niggel debió sentir; le clavaria mis arma sin descanso en cada parte de su cuerpo, mientras sus quejidos formarán una dulce melodia en mis oídos. Así hasta que yo quedará satisfecho y le diera la muerte qué no merecía.

Pasaron segundos, minutos o quizá horas antes de que yo me detuviera, más por voluntad propia qué por la mano de Kikyō qué se posaba en mi hombro intentando detenerme.

-¡Lo mate! - solté después de dar mi último golpe en el corazón de Dymytrie.

-Al fin, te divertiste demasiado y yo solo pude mirar. - se quejo Carla.

Voltee a ver mis manos, rojas en cada rincón, no parecían ser mis manos.

-¿Kai? - susurro Kikyō aterrada.

Me cubrí la cara con mis manos, pero lejos de llorar como la última vez, me carcajee.

-¡Lo mate! - repetí entre risas desenfrenadas.

Me estaba regocijado de tener el cadáver de Dymytrie a mis pies. Era una sensación tan satisfactoria y estimulante, quería que se repitiese, una y otra vez hasta que me cansara de ver la sangre, hasta que el sonido de los huesos romperse me ensordecieran.

-¡MALDITA SEA REACCIONA, ACKERMAN! - me abofeteo Kikyō.

¿Cuánto había pasado? La voltee a ver incrédulo. Sabía lo que había estado haciendo, me había dejado llevar lo admito, pero ¿por qué me golpeaba? Le acababa de salvar la vida.

-¡Puff! Kikyō, arruinas el momento. - se quejo Carla.

Voltee a verla, parecía muy entretenida viendo como mi demencia salía a flote; aunque ahora que comenzaba a calmarme, se levantó y regreso a la casa.

-Niggel... - susurre intentando aferrarme a la lucidez qué me había traído la bofetada de Kikyō.

-El está... - intento decirme la rubia.

-Muerto. - soltó Carla sin piedad.

Mire donde ya estaba la castaña. Efectivamente, el cuerpo sin vida de Niggel se encontraba en la cima de las escaleras, aun con su mirada clavada en mi dirección. Recordaba que había pasado, pero no me asustaba eso, me asustaba pensar en que me había gustado y quería más. Quería venganza por Niggel.

-Los hombres de Boris vendrán en cualquier momento. - comente.

Más allá del sentimiento de venganza, no podía sentir más. Solo veía con claridad lo que tenia que hacer para seguir sobreviviendo.

-Es verdad. Tenemos que largarnos de aquí. - coincidió Carla.

-Recojan todo lo que nos sea útil: comida, ropa y lo que trajimos de la superficie. - les ordene poniéndome de pie. - Nos vamos en 5 minutos.

-Pero... - intento replicar Kikyō.

-Carla trae una cobija o algo, nos llevaremos a Niggel, nadie tiene porque saber que solo quedamos 3. - insistí ignorando a Kikyō.

Me encamine a la casa, subí las escaleras como su no notará el sonido de mis pies pisando los charcos de sangre y entre en la casa, para buscar todo lo que había encontrado de mis padres hasta el momento. Entre la ropa encontré una mochila y allí guarde todo, incluso nuestros uniformes y cosas de la superficie. Aquella vida ya parecía un sueño del pasado.

5 minutos, exactos, después: Carla había encontrado otra mochila la cual relleno con comida y ya tenía la cobija para llevar a Niggel; por su parte, Kikyō se había cambiado de ropa y llevaba en brazos una muda para nosotros. Ayude a Carla a envolver a Niggel en la cobija, lo cargamos entre los dos y nos alejamos de la casa de mi padre a paso tranquilo.

-Hay toque de queda. - dije cuando note que kikyō miraba por todos lados. - Escuche a uno de ellos lo decía mientras subían las escaleras.

-¿No será más obvio que los vean así? - pregunto.

-No vamos lejos. - anuncie sin responder a su pregunta realmente.

Solo se me ocurría un lugar al cual ir...

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora