V e i n t i n u e v e

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C a e l a n

El corazón me late de prisa cuando entramos al elevador. Sé que Allen se siente igual porque casi puedo escuchar sus latidos. Así que estiro la mano y detengo el elevador, al instante el espacio queda iluminado únicamente por una luz roja que la hace ver más sexi y... provocadora.

—¿Qué pasa? —pregunta en un susurro y veo como si pecho sube y baja apresuradamente.

No puedo controlarme, aunque tampoco quiero hacerlo, me acerco a ella y pego sus caderas a las mías para que sienta lo duro que estoy.

—Mira como me tienes, Allen —susurro en su oído, dando ligeras lamidas en el lóbulo de su oreja. Sabe tan bien que apenas puedo contener el gemido de satisfacción que quiere escapar de mis labios—. Te veías tan jodidamente bien allá adentro.

—Caelan... estamos en un elevador —me dice, jadeando.

—¿Y no quieres hacerlo?

Pone sus manos en mis brazos, respondiéndome. Ella lo quiere. Tanto o más que yo.

Bajo mi boca por su cuello y hago suya mi piel, dándole ligeras mordidas y luego lamiendo para aliviar el dolor. Ella inclina más su cuerpo hacia mí, provocando que pierda la cordura. Me encanta su olor, su sabor, la temperatura de su cuerpo y como parece desearme con todas sus fuerzas.

Me separo un poco de ella y observo su rostro. Tiene los ojos entrecerrados y respira agitadamente por la boca, como si no fuera capaz de respirar con normalidad.

Apenas he tocado su cuello y está así.

Joder, soy muy afortunado.

—Te sienta muy bien el poder, Allen —susurro, mientras empiezo a desabotonar su pantalón.

Desde que la vi caminando hacia la oficina de Steven me sentí... así. Se veía poderosa, fuerte, se veía como si pudiera derribar absolutamente todo lo que tuviera enfrente. Me defendió como nunca antes nadie lo había hecho y se ha esforzado cada segundo desde los últimos días para ayudarme con todo este problema.

¿Cómo podría no amarla?

¿Cómo podría no desearla?

—Justo ahora estoy en tus manos —susurra, haciéndome sonreír.

—¿Aún no sabes el poder que tienes sobre mí, Allen?

No la dejo responder, en cambio, meto mi mano dentro de su ropa interior, y con mi palma empiezo a frotar su clítoris. Pongo mi mano libre en su nuca, para que no deje de mirarme. No hay nada mejor que ver el placer que le provoco, que ver como no se puede resistir a mí. Me encanta ver sus ojos llenos de deseo, me encanta ver sus labios húmedos y como se sonrojan sus mejillas cada vez que le provoco placer. Amo sentir su humedad, lo caliente que está siempre cuando la toco y lo bien que sabe.

Froto mi polla contra su muslo mientras no dejo de acariciarla. Cuando hago un poco más presión, ella trata de echar la cabeza hacia atrás, pero la acerco más a mí hasta que nuestros labios están rozándose.

—No dejes de mirarme.

—Es que... Dios... no puedo, yo...

—Lo sé, preciosa. Hazlo. Córrete en mi mano. Déjame saber lo mucho que los disfrutas.

Mis palabras y mis movimientos no hacen más que impulsar su orgasmo y después de unos par de minutos, se corre en mi mano, dejando escapar deliciosos gemidos que afectan justo en mi entrepierna.

Mierda, se ve tan preciosa cuando se corre.

Permito que se remueva entre mis brazos hasta que su orgasmo va disminuyendo poco a poco. Saco mi mano lentamente de su intimidad y ve con atención mis labios cuando lamo mi palma, probando su sabor. Le encanta que haga eso y a mí me encanta hacerlo. No quiero desperdiciar nada de ella, todo es motivo de placer y de adorarla. Cuando termino, le sonrío y noto que sus rodillas tiemblan, yo pongo mis manos en sus caderas y la giro, haciendo que se vea en el espejo del elevador.

El poder del amor #2 B.P [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora