El omega del príncipe 【SomaxCiel】

Capítulo III: Ese alfa esta en el juego

Como el noveno de veintiséis hijos engendrados por el monarca, el rey de Bengala, cabría esperar que Soma mantuviera una relación armoniosa o incluso experimentará rivalidades con sus numerosos hermanos. La posibilidad de ascender al trono puede transformar a las personas; un espléndido halcón blanco podría convertirse en un cuervo oscuro en el momento menos esperado, todo sea para cumplir su sueño. A pesar de ello, el joven príncipe, con apenas 17 años, raras veces interactuaba con sus familiares. Incluso, no podía llegar a recordar el rostro de su propia madre. Sin embargo, en ocasiones especiales, el rey convocaba a los miembros de su propio linaje para anunciar noticias auspiciosas, señalando usualmente la llegada de una nueva vida a su hogar. Hoy era uno de esos días "especiales".

Esa tarde, fui convocado al majestuoso salón del trono real, un lugar adornado con telas de oro resplandeciente por todo el lugar y una larga mesa que albergaba exactamente 27 asientos, todo el comedor estaba colmado de exquisitos aperitivos. Mis hermanos estaban ahí cuando llegué, todos nosotros aguardamos en silencio la llegada de nuestro padre. Los sirvientes vigilaban atentamente nuestras interacciones; ellos tenían el deber de observar nuestro comportamiento y evitar que nos relacionamos entre nosotros, no siempre fue así, era una medida que ocurrió después de que dos de mis hermanos desaparecieron misteriosamente tras mantener correspondencia por carta, y sobre ese tema nadie volvió a hablar. Las sillas parecían menos numerosas, aunque todavía estaban ahí, vacías, como si la ausencia de dos de nosotros hubiera dejado un vacío tangible, aunque tristemente nunca los hubiera conocido.

Cuando todos estuvimos en nuestros lugares, el monarca hizo su entrada con el inconfundible sonido de sus botas resonando en el suelo, parecía como si esperaba este momento. Se sentó y la cena comenzó en un silencio sepulcral, solo el sonido de los cubiertos hacían eco en la habitación, hasta que la voz firme y resonante de mi padre rompió la quietud que aguardaban en todos.

—Hijos míos, el tiempo de un rey suele ser largo y próspero, pero me temo que no para todos — anunció con pesar —Lamento informarles que mi retiro será más temprano de lo previsto. Es por eso que los he convocado aquí. Se han designado dos sucesores para competir por el trono real junto a un ciudadano del reino

Es cierto, los recuerdos de esa vieja tradición vinieron a mi mente: si el monarca debía retirarse, se seleccionaba a uno de sus hijos más destacados para competir con un ciudadano elegido por el pueblo. Mi padre mismo había participado en estas competiciones y había sido amado por el pueblo. Sería hipócrita de su parte romper esta tradición, pues desde pequeños nos habían instruido sobre este proceder. Además, que estos hechos provenían de una leyenda muy famosa en nuestro pueblo, una que si no se cumplía vería la desgracia en nuestro hogar.

Mi padre examinó minuciosamente a cada uno de mis hermanos, parecía buscar discernir nuestras reacciones. Luego, prosiguió con su discurso.

— Desde su juventud, he seguido de cerca el desarrollo de cada uno de ustedes. Mi decisión ha sido tomada considerando diversos criterios, no quiero que piensen que esto fue de la nada— anunció con seriedad — Kalim y Soma son los que han sido seleccionados. Los demás pueden retirarse

Instantes después, todos se pusieron de pie para abandonar la estancia. A pesar de ello, percibí miradas cargadas de curiosidad o incluso de enfado. Uno tras otro, abandonaron la sala, incluyendo a los sirvientes y guardias, que desaparecieron tras las puertas, dejándonos solos.

Mire Kalim, parecía ser de mi misma estatura, pero no podía comprobarlo estando sentado, parecía haber heredado solo los ojos azules de su madre, porque todo lo demás se parecía a nuestro padres, incluido sus mechones de cabello morado, iguales a los míos. Debí haberme quedado mucho tiempo mirando porque Kalim también me miró, levantó una ceja y apartó la mirada, avergonzado igualmente desvié mis ojos hacia el frente donde se encontraba el rey, mirándonos. Kalim tomó la palabra primero. Levantó su brazo en busca de permiso, el cual obtuvo mediante el asentimiento del monarca, y prosiguió con su discurso.