Qué difícil debe haber sido para las comadronas enfrentar las complicaciones de los partos, en los tiempos en que la obstetricia era solo una incipiente ciencia. Y más difícil aún, si la que está pariendo es una reina, y se aglomeran en la habitación duques, embajadores, oficiales, marquesas, doncellas, damas de honor; porque el parto de una reina solía ser en algunas cortés un solemne espectáculo.
Stefan Zweig en su novela histórica María Antonieta, describe el desmayo de la reina inmediatamente después de parir; y como el principal proceder terapéutico fue la realización de una sangría, lo que se conoce actualmente como flebotomía. Es decir, a pesar de la gran presión que implica asistir a la mismísima reina, y frente a un enjambre de aristócratas mirones, el médico que fungió como comadrón supo descartar una posible anemia aguda, y se decidió por extraerle sangre a la soberana, con lo cual hubiera podido empeorar su estado de salud; sin embargo, para bien de Francia, logró salvarla.
La novela no describe otra sintomatología en la reina –Zweig era solo escritor, y no médico-, pero es obvio que los que asistían a los partos aprendieron a lo largo de los siglos, de ciertas manifestaciones neurológicas en las parturientas que acababan con sus vidas, y fueron también aprendiendo que podían evitar esas muertes con una simple sangría, o sea con la reducción del volumen de sangre; con lo cual, aquellos médicos o parteras, desde la distancia histórica, bien lejana del invento del esfigmomanómetro, ya venían intuyendo lo que sería uno de los grandes enemigos del embarazo: la hipertensión arterial.
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LA ECLAMPSIA DE MARÍA ANTONIETA
Short StorySobre un presunto evento hipertensivo en el primer parto de la reina francesa María Antonieta