Capitulo 10

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Nunca te rindas.

Eres fuerte.

Si siete veces caigo ocho me levanto.

Todo lo que declares con tu boca así será, si dices que estás mal, estarás mal. Si dices que estás superbién, todo te irá bien. Recuerda, las palabras tienen poder.

No te limites, la única persona que puede limitarte es tu misma.

Son palabras que me decía una y otra vez Sabrina y es lo que me repito a diario.

Agradece que puedes abrir los ojos y tienes la oportunidad de remediar las cosas. Muchos no tienen ese privilegio.

Puede que haya perdido una batalla, pero no la guerra.

Por muy duro que sea debo hacerlo.

Hoy me levanté y sin importar tener unas grandes ojeras en mi rostro sonrió a mi reflejo. Es difícil dormir en una cama suave después de haberte acostumbrado a una casi de ladrillo.

Recuerdo que para el primer mes que ingresé a prisión era una pesadilla. No solo acostumbrarme a los ronquidos de mi compañera, también era que el colchón era demasiado duro y no podías dormir fácilmente.

Lo primero que hice cuando gané mi primer cheque fue comprar camas para todos, la comodidad de una buena noche es importante para el resto del día. Si tu cuerpo está agotado no rindes en nada, por eso la cama que tenía había hecho mi vida más práctica.

No era ni muy suave ni muy dura.

Extrañaba mis cosas. No sé qué fue lo que pasó con las cosas y la ropa que había en el departamento, lo único que sé es que ahora no tenía nada.

― ¿Estás bien? ―Pregunta Mamá Elvira sirviendo el desayuno al llegar al comedor.

―Bien, solo que ahora no me acostumbro a dormir en una cama tan suave―Puedo ver la tristeza en sus ojos al recordar donde estuve ―Pero no te preocupes, estaré bien en unos días.

―Sé que lo harás.

Los chicos llegan al comedor y hacemos una pequeña oración antes de comer nuestros alimentos.

Ahora los Muñoz tienen menos niños que antes, me pregunto por qué será. Siempre esta casa albergaba un montón que no hacía más que correr de un lado a otro. Lo bueno es que cuando empecé a ganar dinero hice que construyera otro piso y se ampliará la vivienda y tuvieran acceso a varias salas, entre ellas una de juegos y descanso que consta de consolas, mesa de billas y juegos de mesa. Ahora cuento con menos de 10 niños, solo 4 los conozco desde que llegaron a este hogar y los 6 son nuevos.

―¿Cómo es la vida en prisión?―Pregunta una pequeña de unos 8 años de rizos rubios ―¿Es verdad que debes cambiar cigarrillos por comida?― Me río por sus ocurrencias.

― ¿Es verdad que hacen navajas con cepillos de dientes? ―Pregunta otra.

―Niñas―Elvira en tono de advertencia ―Que les dije.

―No molestar a nuestra hermana―Responde la de rizos.

―Y que no habláramos de la cárcel.

―No pasa nada madre, son niños después de todo y la curiosidad está en su naturaleza―Respondo.

―Todos esos son chismes, la cárcel no es como la pintan. Bueno, no de esa forma.

― ¿Qué quieres decir?

―Hay gente mala, pero también gente muy buena. De hecho, conocí maravillosas personas que me enseñaron el valor de la vida y de que no debemos rendirnos nunca.

―Eso es lindo.

―Si, se convirtieron en mi familia, así como lo son ustedes para mí.

― ¿Somos una familia? ―Pregunta una familia, pequeña, de unos 6 años, son de las nuevas.

―Claro, una familia no consiste en tener un vínculo de sangre, la familia también es la que viene del corazón.

― ¿Entonces eres nuestra hermana?

― ¿Quieren que lo sea?

― ¡Sí!

―Pues lo seré entonces.

Las niñas se levantan y me abrazan.

Terminamos de desayunar, las niñas me cuentan sus historias de vida y de cómo llegaron a la casa hogar, me conmueve saber como estas pequeñas terminan sin familia, lo bueno es que dieron con un buen lugar y no se sentirán solas.

― ¿Estás lista? ―Papá Germán aparece limpiándose las manos con un trapo.

― ¿Lista?

―Debes acompañarme, necesitas algunas cosas.

Madre me empuja con una sonrisa en sus labios y terminó acompañando a papá sin saber dónde nos dirigimos.

Me pierdo con la mirada en la ventanilla, hay cosas que han cambiado en estos 4 años. Lugares nuevos y otros no cambian nada. Frunzo el ceño cuando nos metemos por un camino donde hay cientos de bodegas, miro a papá Germán y él está con una sonrisa en sus labios sin apartar la mirada del camino. Cuando llegamos a un gran almacén donde hay varios locales, apaga el motor y se baja.

― ¿Qué esperas?, Ven― Empieza a caminar y yo bajo y tengo que correr un poco para ir detrás de él.

Este almacén es de varias bodegas donde guardas cosas, es un depósito y hay varias puertas cerradas con candados, nos detenemos en una y saca de su bolsillo una llave y cuando abre la puerta la luz se enciende y ahogo un jadeo en mis labios.

― ¿Cómo...? ―Mis ojos se llenan de lágrimas y corro por la habitación donde están amontonadas mis cosas. La sala, comedor, mi alcoba y el colchón están envueltos en plástico. Todo lo está para cubrirlo del polvo―Pensé que lo había perdido todo.

―Como tú nos pusiste como tus beneficiarios y cuidadores, nos encargamos de tus cosas―Se acerca a la cajonera y la estira retirándola de la pared, se agacha y busca algo hasta que saca un maletín que está un poco empolvado ―Esto te pertenece, nos encargamos de guardar todo en especial lo de la venta del departamento y el auto―Abre la mochila y tiene dinero.

―Pero, ¿Por qué no lo utilizaron?

―Es tuyo, te pertenece. Sabíamos que saldrías en cualquier momento y comenzar no iba a ser fácil. Con esto puedes encontrar un lugar mejor―Mis ojos se llenan de lágrimas y siento sus manos envolverme―No es que nos guste que estés en casa, nos encanta y sabes que ese siempre será tu lugar. Pero también sabemos que debes avanzar y volver a volar mi pequeña paloma y con este dinero será un comienzo.

―Gracias.

Siento como besa mi cabello

Ahora a comenzar mi vida de nuevo.

Love InfluencerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora