Capítulo 24

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Missa:

— Ahora que ya estamos comidos, voy a preguntarte una cosa y quiero que me respondas bien.

Él lo sabía, recordaba que lo había besado. Me mandaría a la mierda, sabía que lo haría. Ni yo podía con lo que estaba sintiendo en esos momentos como para cargar con sus acusaciones. Mi mente estaba en pausa.

Me levanté rápido para volver a mi escritorio, pero una caída de aquellas muy cliché terminó haciéndolo caer sobre mí, pegándome un fuerte golpe contra la pared. Se quejó por la caída, y aunque el golpe fue cabrón, no podía estar más tenso y nervioso. Estaba tan cerca y me tenía acorralado contra la muralla. Necesitaba salir de allí.

— Ay... por la cresta... ¿estás...? —se pausó al verme. Me sentía ardiendo y estaba asustado. Ya no tendría otra opción que confesarlo, pero no podría explicarle el porqué, porque ni yo entendía las razones por las cuales lo había hecho—. Missa.

Al oírlo decir mi nombre de esa manera todo mi cuerpo reaccionó.

— Phillip... —respondí, tratando de salvar algo de mi dignidad.

— Dime si te dije alguna estupidez ayer, sé completamente sincero —¿Qué había dicho? ¿No se acordaba de lo sucedido ese día?

Me quise golpear. ¡Por supuesto que no se acordaba! Estaba tan asquerosamente borracho que no recordaba nada, y ahora me estaba preguntando si me había dicho algo que no debía. ¿Lo había hecho? La respuesta era sí. Se había insinuado de formas muy obvias, pero no las había procesado hasta este momento.

Eso me hizo sentir más nervioso al tenerlo de esta forma. Estaba tan cerca que pensé que en cualquier momento me besaría, y no sé si yo estaría en condiciones de rechazarlo. Ya lo había besado una vez, sin que él lo supiera, sería muy hipócrita si le rechazara en ese momento.

— No dijiste nada —le respondí para tratar de dejar la conversación ahí y volver a la normalidad.

— ¿Entonces por qué llevas todo el día actuando tan raro? —me preguntó muy frustrado. Acercó su cuerpo aún más, lo hacía por inercia—. Me estás evitando, huyes de mí. Dime que pasa Missael.

— No me llames por mi nombre... suena raro —dije riendo para tratar de actuar lo más normal posible—. No estoy distinto, estás imaginando cosas.

— ¿Las imagino? —parecía muy molesto. Los pocos, minúsculos centímetros que quedaban entre nosotros él los acortaba cada vez más—. ¿Por qué estás tan nervioso? ¿por qué te alejas?

— Porqué estás demasiado... cerca —podía sentir su respiración en mi mejilla. Incluso olía su perfume. Yo quería alejarlo, puse mis manos en su pecho para hacer que la distancia se agrandara—. No pasa nada Phillip, solo estoy cansado por el trabajo. Terminando lo que me queda nos podemos poner a jugar si quieres.

A pesar de lo que yo le estaba diciendo él se quedó estático, viéndome. Su vista estaba perdida en algún punto en mi rostro. Se había ido al completo, no me estaba prestando atención.

— ¿Phillip? —murmuré. Lo veía acercarse peligrosamente a mi boca, no parecía querer detenerse. Yo no estaba seguro de si quería que esto pasase, quizá si lo hacía me volvería loco al fin. Él me volvería loco—. No lo hagas...

Mi murmullo fue tan suave que creí que no lo había oído, pero por su reacción si lo hizo. Se alejó muy avergonzado, apretaba los labios, quitó sus manos de los costados de mi cabeza y se tapó la boca con una mano. Su cara parecía volverse de color morado.

No quería que todo se arruinara, no quería asimilar lo que en realidad pasaba, no lo iba a aceptar por nuestro bien, por el bien de Phillip y de mi propio corazón. No era verdad. No sería verdad hasta que se dijese, nada ocurriría y todo seguiría igual que siempre.

— Lo siento... —lo oí susurrar—, si quiero jugar contigo. Háblame cuando estés listo.

Y corrió escaleras arriba.

Yo permanecí quieto, apoyado contra la pared. Me toqué los labios por inercia, recordando el beso que le había el día anterior y lo muy cerca que estaba ahora de mis labios, al borde de volver a darle un beso, esta vez sin excusas, sin alcohol, sin uno de nosotros que olvidara algo.

— ¿Qué estas haciendo conmigo, Phillip?

Me encaminé hacia mi estudio para seguir editando lo más que pudiese, pero me estaba pasando lo mismo que antes de que Phillip interrumpiera. No podía liberar mi mente de él, de él y mis sentimientos confusos. No podía ser nada más, no me permitiría sentir algo así. No era algo que me pudiera pasar a estas alturas de la vida, no pasaría por una segunda adolescencia a mis 29 años.

Ya era suficiente, tenía que afrontar las cosas, tenía que dejar las cosas claras para él y para mí. Ordené el salón, coloqué bebidas, energéticas, chucherías para picar, aceitunas, tortillas, guacamole y planeaba pedir hamburguesas si nos daba mucha hambre a lo largo de la noche. El plan era maravilloso.

Cuando tuve todo listo lo llamé para que bajara y se demoró en hacerlo, aún tenía las mejillas rojas y parecía estar un poco más tranquilo, pero aún así podía notar como sus manos estaban apretadas en un puño. Estaba malditamente nervioso y no entendía por qué.

En realidad, muy en el fondo sabía porque, pero no quería admitirlo.

Encendí la Nintendo para un buen torneo de smash, pasaríamos toda la noche, o lo más que se pudiera jugando y viciando. Era uno de los planes que tenía con él.

— ¡Tará! —le dije mostrándole lo que tenía hecho. Se sorprendió de buena forma, sonrió enormemente y me miró muy ilusionado. Todos los nervios parecían haber desaparecido de repente. Eso me alegró en gran medida, lo haría olvidar lo que sea que estuviese sintiendo—. Una buena noche de tarreo necesita mucha comida, bebidas energéticas y un buen compañero. ¿Aceptas?

Él parecía querer dar saltitos. Asintió muy emocionado y se sentó en los sillones que había acomodado para la noche.

— Prepárate que voy a destruirte, Missoki —ahí estaba mi Phillip de siempre. Relajado, contento y carismático. Me contagié de su entusiasmo al instante y me senté junto a él tomando el control que había dejado libre para mí.

— Yo voy a patearte el trasero, Philliberto.

La noche transcurrió con alegría. Algunas veces yo ganaba, otras veces lo hacía él. Nos molestamos muchísimo, gritamos mucho también. Comimos las cosas que había ordenado y como supuse, pasado las ocho de la noche pedí las hamburguesas para la cena. Él estaba muy tranquilo y feliz, parecía haber olvidado todo lo ocurrido hace unas horas en el almuerzo, inclusive yo había dejado atrás todos mis pensamientos confusos.

En un debido momento, cerca de las once y media de la noche, lo vi de reojo moverse intranquilo. Pensé que sería por lo tarde que era y la nula información del paradero de las chicas, pero no era por nada de eso... 

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora