J O R G E
Siento su tacto. El calor de sus piernas enroscándose con las mías y colocándose por encima de estas entre mis sábanas. Su entrepierna está caliente y húmeda mientras se frota contra mi cuerpo. La cojo de la cintura para darnos la vuelta; tiro de sus braguitas y me coloco encima de ella para besarla.
Dios, sus gemidos son adorables. Ya no quiero volver a salir de esta cama nunca más. No quiero hacer nada más aparte de sentir su tacto, saborearla y olerla, y hacer que sonría y que sude y que se corra. Es mía.
Pero entonces abro los ojos y pestañeo hasta que me acostumbro a la tenue luz del día.
Estoy solo. Respiro profundamente por la nariz, intentando recuperar su olor, el que percibía en mi sueño.
Vuelvo a cerrar los ojos.
—Joder. —Jadeo y me humedezco los labios; los tengo sequísimos.
Cierro los puños. Las palmas de mis manos todavía recuerdan el tacto de sus nalgas. La necesito. Necesito ese cuerpo suave, el mismo que tuve anoche entre mis brazos. Lo necesito tanto que hasta me duele la mandíbula de apretarla.
Me paso la mano por el cuello para secarme el sudor. Bajo los ojos y veo la erección de mi polla entre las sábanas.
«Joder.»
Tengo que echar un polvo. No hay más. Silvia no es especial.
No lo es.
Es una chica joven que está buena, que vive en mi casa y a la que veo cada dos por tres con sus pantalones cortos y sus piernas largas, y con su culo respingón y unos labios que saben a melocotón. Hostia ya. Es como poner un bistec delante de un pitbull hambriento para luego ordenarle que ni lo toque.
Gruño mientras la sangre me circula por la polla y me la pone aún más dura.
Dios, si ahora le dijera que entrara en mi habitación, ¿lo haría? Me siento tentado a retirar todo lo que dije ayer solo por volver a tenerla entre mis brazos.
Pero no.
Ya me siento suficientemente mal como para perder el control y dejar que las cosas vayan a más. No lo aguantaría. Lo de anoche no fue más que el resultado de llevar demasiado tiempo sin hacerlo. Y punto.
Que es una niña, por favor. Si tuviera dos años menos, hasta podrían meterme en la cárcel por lo que casi hice anoche.
Tengo que quemar toda esta energía.
Aparto las sábanas, salgo de la cama y me pongo un bóxer ajustado y unos vaqueros. Tras echarme agua fría a la cara, lavarme los dientes y peinarme con un poco de gomina, tengo la polla mucho más calmada y puedo salir de la habitación. Me pongo una camiseta y cojo todo lo que necesitaré para trabajar antes de bajar.