_¿Cómo está tu hija? –le preguntó Lu a Eddie mientras el chófer le abría la puerta de la limusina. Aquel día le tocaba ser la invitada del rey, por lo que no podía ser ella quien condujera. Pero la limusina de Fernando parecía fuera de lugar a las ocho de la mañana de un sábado en su calle de las afueras.
–¡Soy abuelo! –dijo Eddie con una sonrisa de orgullo, pero con un atisbo de inquietud–. Le han puesto Emily. Es diminuta, pero una luchadora nata.
Tenía que serlo. Lucero sabía que Emily no solo había nacido prematuramente, sino también con un corazón muy delicado que habría que operar.
–Esto es para Emily –le entregó un paquete y otro más pequeño–. Y esto para la princesa Jasmine, pero diles que tengan cuidado porque es muy frágil.
Como su corazón, le dijo una voz interior al subirse a la limusina. Se sorprendió al encontrar allí a Fernando.
–Creía que iríamos a recogerte.
–Hoy y esta noche eres mi invitada –le dijo él–. Y hay que tratarte como tal.
Aun así ocupó el asiento situado frente a él. La insinuación estaba muy clara. Aquel día no era su asistente, sino su invitada... y aquella noche sería su amante. Una amante que no tenía la menor experiencia sexual. De alguna manera tenía que encontrar el valor para decírselo.
Giró la cabeza e intentó pensar en algo ingenioso que decir, pero no se le ocurrió nada. Sabía que estaba jugando con fuego, pero por primera vez en su vida estaba con un hombre que la incitaba a explorar los sentimientos y experiencias que siempre había rechazado.Miró brevemente a Fer de reojo. Mientras que ella había pasado una tarde frenética preparándose para la ocasión, depilándose y arreglándose el pelo, y eligiendo regalos para unos anfitriones que tenían de todo, él ni siquiera se había afeitado. Pero incluso con unos pantalones de lino gris marengo y una camisa blanca estaba tan atractivo como siempre. O tal vez más. No parecía haberle costado el menor esfuerzo conseguir aquella imagen relajada y elegante... todo lo contrario que Lucero.
Estaba tan nerviosa que al final se puso a hablar con Eddie sobre su nieta, dándole su apoyo por los difíciles momentos que tendrían que pasar.
Fer se concentró en sus e-mails, intentando no escuchar que el yerno de Eddie pediría una baja laboral para estar con su mujer y su hija recién nacida, y que Eddie los ayudaría económicamente para que pudieran dedicarse a Emily sin preocuparse por las facturas.No quería oír nada, y fue un alivio cuando llegaron al aeropuerto.
–¿Estás bien? –le preguntó Fernando detrás de ella, y Lu obligó a sus piernas a moverse y le sonrió a la tripulación.
–Eso parece.
La hora más larga de su vida.
–¿Por qué no lo has dicho antes? –le preguntó Fernando–. Podrías haber tomado algo para los nervios.
Una vez más había conseguido sorprenderlo. Fernando habría jurado que estaba frenética por volar, pero al parecer era como una mariposa atrapada en la oficina.
–Es muy seguro.
–Sí, claro...Fernando recordó su primer vuelo, sin nervios, tan solo con la emoción de ir finalmente en busca de sus sueños. El hombre mayor que se hallaba sentado a su lado estuvo hablando con él durante todo el vuelo, y Fer decidió hacer lo mismo con Lu.
Le habló de esa primera experiencia, cuando siendo un adolescente sin apenas hablar inglés había viajado a Inglaterra con la esperanza de que lo recibiera un viejo amigo del orfanato, y con el miedo, no a volar, sino a que las autoridades no le permitieran entrar en el país.
E hizo otra cosa además de hablar. Le agarró la mano a Lu, y ella, al sentir su tacto caliente y seco, intentó imaginárselo como un joven valiente y decidido.Fernando siguió hablándole cuando les sirvieron un refrigerio. Lu eligió yogur con arándanos y una copa de champán con una flor de hibisco que abría sus pétalos al entrar en contacto con las burbujas.
–¿Cómo empezaste a trabajar si no estabas cualificado? –le preguntó con curiosidad.
–Mentí –dijo él con una sonrisa–. Pero solo al principio. Era muy listo y tenía confianza en mí mismo, y la gente valoraba esas cualidades –le contó cómo había trabajado sirviendo mesas y limpiando casas durante un año, mientras estudiaba no solo el idioma, sino también sus opciones, haciendo lo que hiciera falta para empezar a ascender. Cuando ahorró lo suficiente se compró un traje de segunda mano–. Pero no un traje cualquiera. Era más caro que un traje nuevo normal. Y con los zapatos adecuados, el maletín adecuado, el corte de pelo adecuado y la dirección adecuada...
–¿La dirección adecuada?
Lucero ahogó una exclamación de asombro.
–Durante un año ahorré para prepararme. Tenía tres camisas, cinco corbatas, un traje... Con mi primera paga me compré otro traje de segunda mano, y al cabo de un año ya tenía mi primer traje a medida. Para entonces ya no tuve que mentir sobre mis cualificaciones, porque sabía que una vez que estuviera dentro no querrían perderme.
–Yo nunca me he atrevido a mentir. Y como necesitaba un certificado para entrar en la universidad, acabada la escuela me inscribí a media jornada en un instituto de Educación Técnica y Superior. Me costó cuatro años graduarme.
–¿Sigues estudiando?
–Química. Aunque ahora apenas puedo dedicarle tiempo... y aún menos si me conceden la custodia de Rachael. A este paso quizá consiga mi título con treinta años.
–¿Estás cursando la carrera de Química?
–Muy despacio, pero sí.
Era como ver una película bonita y de repente verla con gafas tridimensionales. Todos los colores y matices que configuraban a Lu se veían amplificados con cada mirada, y Fernando sabía que aún quedaba más por descubrir.
Cuando Lu se apartó de la ventanilla, su mejilla pasó rozando la cara de Fernando. Pero algo la hizo detenerse y girarse hacia él. Sus miradas se encontraron. El contacto sería la solución y también el problema. Si daban aquel paso liberarían una fuerza que Lu no creía poder controlar. Pero cuánto lo deseaba...
Fue ella quien lo besó. No fue un gesto atrevido, ni siquiera fue un primer beso, porque hacía tiempo que el deseo los había unido.
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El Diablo Se Viste De Colunga - Adaptación.
Romance"EL CABALLERO ESTÁ PREPARADO PARA TOMAR LA INOCENCIA DE LA DAMA " ABRIL 2016