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Mientras Roier estaba profundamente dormido por el sonido de la lluvia y la tranquilidad que la persona que lo acompañaba le transmitía, Spreen lo miraba con mucha atención. Como la obra de arte más hermosa en un museo, que por desgracia, no tenía permitido tocar o apreciar cada una de sus facciones y la belleza de cada una de estas, pero él no sabía lo que significaba ese impulso de abrazarlo y atraerlo más a él, atrapándolo en un abrazo. Según él, era para que no le dé frío por la lluvia, mientras que el sol era cubierto por varias nubes espesas y oscuras. Parecía estar embobado y aunque quisiera quitar su mirada del rostro tan tranquilo que poseía el otro en ese momento, simplemente no podía. Apartaba su mirada de a ratos, pero su mirada siempre volvía a la persona a su lado.

No sabía explicarlo, tenerlo cerca provocaba un sentimiento de calidez en su pecho. ¿Qué era eso...? No quería sentirlo más, le daba miedo lo que podía traer consigo ese chico de cabello castaño. Quería alejarse, dejarlo ahí, completamente solo en medio de la lluvia e ir a su hogar, pero no podía moverse. No quería interrumpir lo que sea que esté soñando Roier en el momento, no quería quitarle esa paz. Simplemente no podía dejarlo.

Suspiró y lentamente se fue separando, sosteniendo con delicadeza la cabeza del chico y poniéndose de pie al mismo tiempo, improvisando una almohada para el otro con su mochila. Como estaba casi vacía, no tenía demasiados objetos que pudieran incomodar al otro. Ahí lo dejó, acostado, para evitar distraerse con su expresión tan calmada, parecida a la de un maravilloso ángel, pacífico en su totalidad, mas no se alejó. Se sentó al lado de Roier, apoyando su espalda baja en el tronco y flexionando una rodilla, apoyando su cabeza ahí mientras se abrazaba a sí mismo con un brazo, sosteniendo su hacha en su mano libre.

No podía permitirse seguir perdiendo el tiempo y la concentración en que ningún ser extraño se les acerque con la intención de dañar la integridad de ambos, pero incluso alejando al chico de él, su mente seguía reproduciendo la imagen del lindo castaño que dormía plácidamente sobre su hombro, incluso tomándose la libertad se usar un poco su imaginación para poder visualizar los rayos del sol acariciando su rostro con tal suavidad que solamente le daba un poco de iluminación y calor a su piel de porcelana.

Inevitablemente sus orejas se sacudieron un poco, atentas al sonido que se escuchaba entre los árboles a una distancia algo lejos, pero aún así lo suficientemente cerca como para llamar su atención. Toda imagen y pensamiento se esfumó de su mente al notar esto, poniéndose de pie con su hacha en mano, atento a su alrededor. Justamente lo que temía... Había aparecido un grupo de muertos vivientes siendo atraídos por la carne que el de suéter rojo había tirado. Parecía ser que incluso los zombies podían distinguir el olor tan peculiar de la carne incluso entre el olor a humedad, causado por la lluvia tan agresiva que caía sobre la tierra.

Alzó su hacha y sin pensarlo se acercó al grupo de monstruos, evitando emitir algún sonido y tratando de eliminar a estas criaturas de la manera más rápida posible, puesto a que no quería que su compañero sea despertado por todos los sonidos causados por ellos, también cuidando que ninguno se acerque al susodicho para arruinar su tan tranquilo sueño. Estaba tan concentrado en no insultar, atacar directamente al cuello de los muertos vivientes y cuidar que Roier no despierte, que no se había dado cuenta que existía otra parte del grupo que vino a atacarlos a ellos y a su tranquilidad. Esta parte atacó por la espalda al pelinegro, haciendo que este mismo reaccionara con un codazo al sentir que algo lo tocaba por la espalda, volviendo a rebanar los cuerpos de los enemigos. La lluvia no tardó demasiado en mojar su cabello por completo y su sudadera un poco más abajo de sus hombros.

Aunque el híbrido tratara de hacer el mínimo ruido posible, de todas maneras el de suéter rojo se había despertado, parpadeando un par de veces para aclarar su visión y poder divisar al contrario, sentándose en el tronco donde anteriormente se encontraba dormido. No dijo nada, se quedó en silencio al ver al pelinegro peleando con un muerto viviente, que al segundo se desvaneció ya que el asesino había clavado con fuerza su hacha en su cráneo. Los lentes ajenos se encontraban bajos y pudo notar que un ligero color carmesí se adueñaba de sus orbes color violeta oscuro... ¿Acaso era eso sed de sangre? No, en lo absoluto. Sus ojos volvieron a la normalidad después de que intercambiarán miradas.

Kiss of death || SpiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora