- La chica de la bata morada.
Su cabello blanco como la nieve caía libremente sobre su espalda, largos mechones marrones cubrían los lados laterales de su flequillo abierto... Sus ojos grises como el día cuando el sol decide fugarse y la tormenta hace acto de presencia, junto a un azul celeste haciendo juego... -Heterocromía iridum le decían-...ella lo detestaba. Detestaba sus mechones, que sus cejas fueran tan blancas como su cabello, odiaba todo su cabello, el color peculiar de sus ojos, odiaba su cara, sus lunares y pecas, la piel exageradamente pálida de todo su cuerpo junto a todas las pecas marrones que la adornan y también detestaba que su piel fuera diferente...tan pálida como la leche y delicada como la porcelana y, detestaba ser débil ante el sol, porque ella amaba el sol.
Detestaba todo de sí... Trataba de entender porqué ella era diferente a las demás personas, porqué le decían "rarita" o "anormal" si ella se sentía tan normal como ellos, porque ella tenía sentimientos, era emocional, y le dolían sus palabras y no entendía, no entendía porqué tenían que ser así con ella, cómo si ellos fueran diferentes, siendo humanos todos al final.
Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando los recuerdos la atacaron nuevamente... Se encontraba sentada al borde de aquel puente, un puente solitario el cuál se encontraba en una autopista de pasada, nadie se detendría allí y mucho menos a esas horas de la mañana. Su bata morada se movía con el viento en tanto ella mecía sus pies envueltos en unas converse que le llegaban a las rodillas, también de color morado, le dolían las muñecas por la fuerza que ejercía para no dejarse caer al momento de inclinarse.
Su cabello cubrió parte de su rostro mientras una lágrimas silenciosas bajaban por sus mejillas, sonrió, una sonrisa llena de ironía bailó en sus labios corazón y cuando una punzada le taladró la cabeza y sus muñecas amenazaron con fallarles, una voz calló a todos sus de demonios.
— ¿Que haces? ¿Vas a saltar? —Preguntó una voz masculina infantil.
Ella no se movió por unos segundos, e intentó soltarse pero, antes de eso, él niño ya había anticipado sus movimientos y fue más rápido.
El pequeño, un castaño, tez trigueña y ojos verdes, era un tanto alto y delgado, sus fracciones aún con ese rastro de inocencia y sus ojos brillando con la ilusión.
Llegó hasta ella y sus manos se cerraron entorno a las muñecas de ella, ella dió un respingo y bajó del puente de un salto, alejándose lo más posible de él. En tanto él se quedaba petrificado en su lugar por su reacción.
— No me toques. —Siseó cortante, sus fracciones endureciendose en segundos, se dió la vuelta dispuesta a irse y en eso él reaccionó.
— ¿Por qué? —Preguntó sin más.
Ella no se volteo pero sí dejó de caminar.
— ¿Por qué, qué? —Replicó.
— ¿Por qué ibas a saltar? —Preguntó nuevamente.
Ella negó.
— No iba a saltar.
— Claro que sí.
— No. Solo... Solo quería experimentar algo de miedo...
— ¿Miedo ? —Repitió confuso.
— Ya sabes, el miedo que sienten todos pensando que van morir si en algún momento tus manos fallan y no pueden con tu peso y... Pum, caes al vacío.
— Ah. Eso es raro...digo, hacer eso solo para experimentar el miedo... podrías intentar con otra cosa. —Comentó con cautela. Inocentemente creyó que la estaba ayudando.
Ella sonrió ligeramente y empezó a caminar de nueva cuenta dándole la espalda.
— No, raro es no poder sentir ni siquiera "miedo" —Murmuró antes de desaparecer en la carretera corriendo como si su vida dependiera de ello, dejando confundido a aquel chico.
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¿Y sí reescribimos las estrellas?
De Todo"Existe un hilo rojo invisible, que conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar el tiempo, lugar o circunstancias. Un hilo que se puede estirar, contraer o enredar, pero que nunca será capaz de romperse." Ahora sé qué hay cos...