Capítulo 3: Interrogatorios

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Había perdido la cuenta de cuántas tazas de café me había tomado.

La fractura de Trish requirió una operación de emergencia y, debido a la desaparición de Litzy, su casa fue tomada como "posible escena del crimen" por lo tanto, estaba siendo inspeccionada por casi todos los policías del pueblo.

La verdad es que todos los que asistimos a la fiesta estamos bajo el foco de los oficiales, por ende, Hans, Valquiria, Dalila y yo pasamos la noche en el hospital.

No hemos sabido nada de Jeff, así que estamos obligados a quedarnos con Trish hasta que lo liberen, ya que no tenemos ningún otro familiar a quien informar. Los padres de ambos murieron hace dos años, así que ellos viven solos en esa antigua casa.

- Luces más horrible de lo normal con ese rostro tan pálido – Hans se burla de mi aspecto extendiéndome un paquete de galletas – Cómete algo, niña – Él toma asiento a mi lado – ¿Llamaste a tu padre?

- Si, está trabajando. Vendrá directamente hacia acá en cuanto pueda – Le informo probando una de las galletas porque mi estómago ruge del hambre. Cierro los ojos al saborear aquella golosina. Oh, Dios mío, esto sabe a gloria.

- No es que tengamos mucha prisa de todos modos – Hans se encoge de hombros – Acabo de llamar a mi madre y me dijo que las clases están paralizadas hasta que terminen de hacer los interrogatorios a los jóvenes capturados.

- ¿No se puso histérica cuando le dijiste dónde estábamos?

- Un poco – Confiesa con una sonrisa ladeada – Pero le pedí por el duende santísimo que se calmara. No es como si fuésemos fugitivos, luego de esto iremos a dar nuestras declaraciones.

- ¿Cómo es que no encuentran a esa chica? – Digo pensativa.

Me he planteado esa duda durante casi toda la noche, porque en este pueblo nunca ocurren cosas como esas, creo que es la primera vez que alguien desaparece en décadas.

- No lo sé, Yuni – Hans agita la mano restándole importancia al asunto – A Litzy le encantaba hacer llamados de atención, sus padres se las ingeniaban continuamente para mantenerla cuerda, pero creo que en esta ocasión se le zafó un tornillo.

- ¿Y crees que realmente estuvo en la fiesta anoche? Yo no la vi.

- Quizás estaba follando en uno de los cuartos de arriba – Sugiere cínicamente

- No seas imbécil, Hans – Lo regaño, golpeándolo en el brazo.

Involuntariamente recuerdo que por un minuto casi subí a la primera planta de la casa cuando estaba siguiendo a Hunter como una ridícula. Omitiré ese detalle.

- Lo siento, es que he conocido a esa niña desde hace tiempo y no me sorprendería – Alega él – Posiblemente esperará a que pasen unos días antes de volver a aparecer. Ya lo verás, Litzy está bien.

Honestamente espero que tenga razón, porque aquella noticia ocasionará un fuerte impacto entre los habitantes de Illinois. Ya puedo imaginarme los encabezados de los periódicos, las noticias en la televisión y los comentarios indiscretos, aunados a las insoportables amenazas de los McGregory. Por ende, suspiro cansada.

- Iré por un café – Le informo a Hans, pero él me mira mal.

- ¿Otro café?

- Es el último, ¿Sí?

- Más te vale.

De esta manera, me dirijo hasta la cafetería del hospital para despejar la mente, sintiéndome adolorida. Anoche aprendí que dormir en un banquillo puede ser una absoluta pesadilla.

¿Por Qué Siempre Él?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora