II

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- ¿Hace cuanto fue? -preguntó Privel con una mano en la cabeza, sosteniéndola con frustración.

- Creo que fue a las 2... -respondió Caín, aun mareado por las cervezas que tomó hace un rato.

Ya eran las 7.

Privel alzó la mirada, enfadado por todo lo que había escuchado de la boca de su amigo, se levantó y caminó hacia la cocina en silencio. Calentó un poco de agua en el hervidor para prepararle un café a su alcoholizado amigo y volvió a la sala para continuar la conversación. Soltó un suspiro mientras se sentaba junto a Caín quien tenía la mirada perdida en su celular, en la pantalla del mismo había una foto de el junto a Christian de fondo.

- Ya deja esa mierda. -soltó Privel con un tono molesto mientras le arrebataba el celular y lo reemplazaba con la taza de café que le había preparado- Él se lo pierde, amigo.

- Lo sé... -respondió mientras sostenía la taza- Pero no sabes cuanto duele... -unas cuantas lagrimas comenzaron a caer, inundando nuevamente sus ojos, ya hinchados de tanto llorar.

Tenía una horrible punzada en el pecho que le impedía respirar de vez en cuando, su cuerpo temblaba de la poca fuerza que le quedaba y sentía un fuerte mareo por la fuerza en vano que hacía para impedir que su llanto saliese con tanta intensidad, y la cantidad de alcohol que había ingerido no ayudaba en nada.

Sintió como las manos de Privel lo atraían hasta su pecho para atraparlo en un fuerte abrazo que, aunque no lo reconforto del todo, lo hizo sentir seguro y ayudó a detener su llanto.

Las caricias en su espalda y latidos calmados de su corazón lo hicieron sentir en compañía. Su respiración comenzó a tranquilizarse y los temblores a detenerse, a su alrededor ya todo estaba con un poco más de paz.

- Esto es tan gay de tu parte... -dijo burlándose de Privel, quien no hizo más que soltar una sonora carcajada por las ocurrencias de su amigo.

- Creo que tú me lo contagias. -Respondió entre risas mientras soltaba a Caín de ese intenso abrazo.

Ver la sonrisa de Privel provocó en él una muy parecida.

Gracias al café y la atención que le dio dejo de sentirse mareado, a los pocos minutos dejó de sentir los efectos del alcohol y comenzó a recobrar sus sentidos. Siguieron hablando un poco más sobre cualquier cosa que los distrajera de la ruptura, se preguntaron por las clases en la universidad, recordaron esos viejos y buenos tiempos de la infancia, la época en la que se conocieron, la curiosidad que sentían del otro, la vida de Caín antes de llegar al país, sus madres, Esmeralda...

Christian, otra vez.

- Aún no puedo creer que me haya hecho esto... -soltó con melancolía mientras bajaba la mirada intentando contener las lagrimas que amenazaban con salir de sus ojos nuevamente.

Volvieron al inicio.

Privel vió con tristeza como su amigo intentaba ocultar su sufrimiento. Fue testigo durante años de los extraños comportamientos que tuvo Christian con Caín, siempre dudó de esa relación y nunca se guardo esas dudas. En más de una ocasión le dejó saber a su amigo que algo no se veía bien, pero Caín nunca escuchó sus advertencias.

Su tristeza se transformó en ira al ver lo que estaba pasando con su amigo, pero decidió no demostrarlo. En este momento él era la única persona que podía mantener en calma a Caín, y así sería.

Levantó el rostro de Caín para verse fijamente por un largo momento, notando lo lindo que era con los ojos llorosos. Bajó la mirada y vio fijamente los labios de Caín, estaban algo secos y lastimados, alrededor de ellos unas dulces pecas que resaltaban a la vista.

Se acercó a él, dejando sus labios a pocos centímetros de distancia, volvió a levantar la mirada para verlo a los ojos y pudo notar el rojo de sus mejillas que se expandía hasta su nariz y resaltaba las pecas de su rostro.

Se veía adorable.

Una sonrisa picara se formó en los labios de Privel mientras se acercaba más a su amigo, y Caín, mientras tanto, sentía como su corazón latía con fuerza por la cercanía de sus rostros. Cuando sus alientos chocaron comenzó a cuestionarse si realmente esto estaba pasando, sintió como el tiempo se detenía a su alrededor hasta que vio esa sonrisa tan característica de Privel.

- Tal vez eres malo en el sexo. -dijo rompiendo aquella tensión sexual que había formado y provocando que Caín soltara una fuerte carcajada.

- ¿Quieres comprobarlo? -respondió de forma coqueta acercándose más a los labios de Privel.

La distancia era peligrosamente corta, pero pareciera que a ninguno de los dos le molestaba estar tan cerca del otro.

- Caín... -susurró tan cerca de sus labios que ya podía sentirlos sobre los suyos- supongo... -posó su mano con firmeza sobre el cuello de Caín y sonrió- supongo que sigues ebrio.

Se separaron poco a poco mientras reían por la situación, volviendo a su distancia inicial. Esta era una costumbre de ellos, pero nunca antes habían estado tan cerca como para sentir los labios del otro a esa profundidad, al menos no durante estos años.

El nivel de confianza y complicidad entre Caín y Privel era tanto y tan raro que a los ojos de las personas ellos podrán ser perfectamente una pareja. Desde su infancia son cercanos, hasta un punto bastante cuestionable y poco común, de hecho, en más de una ocasión se besaron en su inocencia solo por diversión cuando Caín estaba soltero.

- Creo que sigo un poco borracho, ¿me pasé? -mintió, hace un buen rato que había dejado de sentirse mareado.

- Cuando estas así de borracho te ves adorable. -dijo Privel mientras acariciaba la mejilla de Caín con dulzura.

Siempre existió cierto interés entre ambos, pero ninguno lo sabía y tampoco querían admitirlo. Privel siempre pensó que Caín era adorable y sobre todo atractivo, le gustaba mucho ese tatuaje en su pecho y los piercings de sus pezones. También le gustaba lo bien que combinaba el rubio natural de su pelo con en color marrón de sus ojos y las traviesas pecas que los rodeaban.

Caín, en cambio, siempre vió en Privel a un hombre seguro y decidido cosa que, a sus ojos, era algo muy sexy. Le encantaba ese corte de cabello loco y el piercing de su ceja, también amaba como resaltaba ese tatuaje del ying en su hombro, pero sus ojos, tan claros y profundos, siempre lo atraparon.

No, esto estaba mal.

No podía dejarse llevar por la tentación, no después de aguantar por tantos años las ganas de arrebatarle un beso de esos hermosos y rosados labios. No podía perder los estribos solo porque ahora estaba soltero. No podía poner en jaque una amistad tan firme y duradera.

Cerró los ojos con fuerza para quitar tales pensamientos de su cabeza, cosa que estaba funcionando, hasta que lo sintió.

Sintió como la mano firme de Privel sujetaba su mentón con fuerza y lo atraía hacia él, tomando de sus labios un pequeño beso que le causó cosquillas en el estómago.

- Como cuando éramos niños, ¿recuerdas? -preguntó Privel con una sonrisa adorable en el rostro.

Tenía un sabor extraño.

- ¿Bebiste? -cuestionó Caín, conocía bien a su amigo y sabía que tampoco tenía una buena tolerancia al alcohol.

- ¿Antes de verte? Jamás. -volvió a besarlo, de forma simple e inocente, pero con mucha decisión.

Había olvidado lo suaves y cálidos que eran los labios de Privel, pero seguían teniendo ese sabor extraño. No era el sabor que él recordaba.

Decidió alejarse, no estaba en condiciones para ese tipo de juegos, al menos no todavía. Vió en Privel una sonrisa, esa sonrisa burlona que siempre tenía después de hacer cualquier cosa ligeramente cuestionable, y sonrió también.

Al menos sabía que no estaría solo.

Después de una nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora