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Los días siguientes fueron un tormento. No había momento en que la imagen de aquella bestia no llegara a mi mente, concentrarme se estaba volviendo un martirio. Anne que no tiene un pelo de tonta se había percatado de que algo no estaba del todo bien y espero paciente a que fuera yo quien decidiera contarle, sin embargo también sabía que de mi no sacaría ni una palabra.

Sábado por la mañana, el lúgubre ambiente cubre todo lo que toca, el aire es gélido y el agua nieve empapa los parques y estaciones de autobús. La gente se aglomera en pequeños grupos para disimuladamente generar calor colectivo. Las cafeterías están repletas de parejas y grupos de amigos que aprovechan la mañana para ponerse al día acompañados de una buena taza de café.

Estoy a 5 minutos de llegar a la estación, para ser honesta no tenía la intención de levantarme, hace frío y técnicamente es el único día disponible en mi larga lista de pendientes que tengo para descansar pero, a las 8:30 dandelions comenzó a sonar en mi celular. Es el tono de llamada que Ann había elegido para personalizar su contacto, es nuestra canción favorita y dice que nosotras sonamos como aquella canción cuando estamos juntas.

―En 20 minutos... cafetería de siempre... te espero.

Su dulce voz sonaba molesta y tras el claro mensaje solo colgó. Anne puede ser muy paciente pero cuando pierde los estribos es una criatura aterradora, como salida de los cuentos macabros, una vez golpeó a un chico, le rompió la nariz y lo mandó dos semanas al hospital por haber roto una página de su libro favorito, eso sin mencionar que ella tenía doce años y el desgraciado alcanzaba el metro setenta. Tras ese pequeño recuerdo decido no poner a prueba lo que me hará si no me presento a su cortés invitación.

Aquella cafetería no es muy concurrida, en realidad pocas personas la conocen. Es famosa solo entre los fanáticos de lo oculto. De arquitectura gótica, con pinturas perturbadoras de doncellas desnudas y criaturas bizarras arrebatandoles la vida, con mesas de madera avejentada; cortinas de terciopelo rojo con grandes cordones dorados que las mantienen abiertas y una banda sonora de piano que parece querer suicidarse. A pesar de tener una apariencia tan misteriosa la mayoría prefiere algo más convencional. Llegando incluso a contar rumores sobre prácticas de magia oscura entre los comensales que visitan el lugar.

Suelto un suspiro y empujo la gran puerta de vidrio negro, busco entre la gente con la mirada hasta que me percato de una pequeña mano cubierta con un guante blanco agitarse sobre una silueta, en una mesa casi al final del mediano espacio. entró en calor casi de inmediato y el aroma a chocolate blanco impregna mi nariz, no puedo decir que estoy disgustada por estar allí solo me hubiera gustado dormir un poco más.

tras acercarme a la mesa Anne me mira escaneando de arriba abajo como si esperara verme algo diferente, me quito el abrigo y lo pongo tras el respaldo dejándome caer en la silla que rechina un poco al trastabillar hacia atrás.

―Bien, ¿que era tan urgente para que me hicieras venir de madrugada?

Anne toma su taza humeante de chocolate con pequeños malvaviscos flotando en ella, sorbe un poco y me mira fijamente, de esa forma tan peculiar en la que sin palabras exige una respuesta.

―De acuerdo te contaré ―le dije torciendo los ojos con desgano― pero no esperaras que te tome enserio cuando tienes un bigote de espuma en los labios ¿o si?

Me río burlona mientras ella abre los ojos sorprendida y un lindo rubor le adorna sus redondas mejillas, suelto una carcajada tras ver la mueca de vergüenza tan hilarante que intenta controlar y sonríe haciendo que su ceño se parezca más el de un puchero.

SomniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora