Capítulo VI. Ella no es mi novia

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Saleth

El silencio es tan incómodo entre él y yo.

Esta tarde el señor Gabriel me pidió que lo acompañase a un lugar, pero no me dijo a dónde exactamente.

El trayecto ha sido algo largo, silencioso y cansado. Me duele el trasero de ir sentada, necesito ponerme de pie, necesito estirar las piernas.

Gabriel actúa raro, distante. No lo entiendo. Esta vez actúa muy frío, parece una pasa seca, no parece haber amor en su corazón, mucho menos alegría.

— Iremos a ver a mis hermanos — me explica.

— ¿Sus hermanos? — inquiero —. ¿Y por qué me trajo?

— Porque no quería dejarte en la oficina sola — confiesa.

— ¿Acaso... se preocupa por mí? — pregunté tontamente.

— Sí, supongo — volvió otra vez ese tono frío.

— Entonces, ¿no trabajaremos hoy?

— No. Bueno, sí, es un trabajo descomunal soportar a mis hermanos.

— ¿En serio?

— Sí, pero lo comprobarás tú misma.

Volvimos de nuevo a ese silencio que reinó en todo el camino, con la diferencia de que esta vez no era para nada incómodo. Habíamos disipado esa incomodidad con la pequeña conversación que acabamos de tener.

Cuando llegamos, solamente esperamos unos minutos más y un jet privado aterrizó frente a nosotros.

— ¿Eres parte de la realeza británica? — pregunto, asombrada.

— No lo soy — se ríe.

Un chico alto, de cabello castaño, complexión musculosa, vestido de una manera en la que en su frente está escrita la palabra "lujo" es el primero en salir; seguido de una chica rubia, de piel blanca como la nieve, con un rostro hermoso y de cuerpo divino. Y ambos vienen tomados de la mano.

Miro a mi jefe y noto algo. Sus ojos brillan cuando ve a ese chico. Lo mira como si no hubiera nadie más a su alrededor. He visto ese brillo antes y... ¡Dios mío, no puede ser! Él está sonriendo. ¡Mi jefe, el hielo andante, la pasa seca, está sonriendo! Se da cuenta de que lo miro, así que trata de ocultarlo y vuelve a poner su cara seria.

— Las miradas no saben cómo guardar u ocultar los secretos, Gabriel.

— Y es por eso que son más letales que cualquier otra cosa, Saleth.

Una chica de cabello castaño, largo y lacio, delgada y con una cara de ángel, un poco más baja que la rubia, es la tercera en bajar; a su lado, viene un chico alto, delgado, vestido de negro, con lentes de sol, y este sujeta con su mano izquierda la mano de la chica, mientras que su otra mano esta rodeando la cintura de la misma. Él se asegura de que ella no resbale al bajar. ¡Qué lindo es con ella!

Los cuatro se acercan a nosotros. El castaño abraza a mi jefe, ambos sonríen tanto que no dudo que se han extrañado demasiado.

La rubia lo fulmina con la mirada, por lo que el castaño se aleja y le da vía libre. Esta lo abraza pero no sonríe, solo parece querer llorar.

Exorbitante Amor © #3 [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora