Extra • Escondidas

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No es que las parejas de dos mujeres estuvieran prohibidas en Arendelle o que se sintieran avergonzadas de sus preferencias, solo que a veces preferían esconderse en los rincones solitarios del palacio para poder ser tan melosas cómo podían.

Elsa se reía entre besos por las cosquillas y comentarios ridículos de Honeymaren que la hacían sonrojarse. A la morena le gustaba burlarse de las expresiones nerviosas de su novia, pero Elsa prepararía una venganza después.

— Ya deja de molestarme —suplicó la ojiazul luchando consigo misma para dejar de reírse y ponerse seria.

— Perdón, pero te ves tan linda —volvió a besarla, acariciando su mejilla con cuidado. Elsa se relajó un poco y decidió regresar el gesto. Besándose con suavidad y dulzura, ignorando su alrededor lleno de cajas de madera y polvo hasta que la puerta del almacén se abrió de golpe y las hizo separarse con un sobresalto.

— ¡Las encontré! Ahora iré a buscar a Kristoff y Sven —exclamó Olaf, el muñeco de nieve que Elsa fabricó unos pocos años atrás.

La platinada dejó salir un suspiro y observó a Honeymaren.

— ¿Estábamos jugando? —preguntó la castaña.

— Al parecer sí —Elsa miró a su novia y supuso lo que pasaría después — ¿Quieres que sigamos acariciandonos o quieres ir a jugar con Olaf?

— Amor, me encantaría seguir contigo, pero no voy a permitir que un muñeco de nieve me gane o sea mejor que yo —aclaró Honeymaren. Elsa se rió por lo bajo y la siguió hasta la sala del trono. Olaf las saludo un minuto después siendo acompañado por Kristoff y Sven.

— ¡Ya estamos completos! Kristoff, es tu turno de contar —mencionó Olaf, sin embargo Elsa alzó la mano —. Elsa, tienes la palabra.

— De hecho, Honeymaren quiere ser la siguiente en contar.

— Por mí esta bien —dijo Kristoff acercándose a Anna para tomarle la mano —. Ya me tengo que ir a trabajar, los veo mañana —el rubio beso la mejilla de su prometida y se despidió del resto levantando su mano hacía ellos.

— Última ronda, ya es tarde —decretó Anna con un bostezo. Llevaban casi toda la tarde jugando y aunque Anna casi siempre era quien mayor energía tenía, desde que asumió su rol como reina se fatigaba con facilidad.

— Bien, voy a contar hasta cien, escondanse —avisó la morena girando a la pared y cubriendo su vista.

Elsa se acercó con cautela a Anna para decirle que ya se podía ir a dormir si lo prefería, ella y Honeymaren podían distraer a Olaf un rato más.

Anna le agradeció por el gesto y se fue a su habitación. Olaf se había ido a esconder en cuanto escuchó a Honeymaren llegar a veintinueve demasiado rápido.

La ojiazul fingió irse a esconder, pero en realidad siguió a Olaf hasta su escondite y regresó con Honeymaren que siguió contando. Elsa decidió ponerse detrás de un sillón y esperar Honeymaren la descubriera.

— ¡Y cien, aquí voy! —la morena se giró y descubrió con velocidad una cabellera rubia platinada sobresaliendo detrás del sillón —. Lo haces muy fácil...

Elsa bostezó. Ella también estaba cansada y casi deseaba delatar a Olaf para poder regresar al bosque con Honeymaren y dormir hasta la tarde siguiente.

— Creo que podemos quedarnos un rato aquí, retomar lo que hacíamos en la bodega.

Honeymaren permitió que Elsa le robará un beso que escalo en profundidad en pocos segundos, pero la apartó.

— En serio quiero ganar.

Elsa se rindió por completo. Asintió con la cabeza, aceptando que Honeymaren no se detendría hasta encontrar a Olaf y vencerlo. Elsa se sentó en el sillón y dio sutiles pistas de la ubicación del muñeco de nieve. Luego de algunos minutos, se quedó dormida en el sillón, Honeymaren continuo recorriendo los pasillos.

Por todo el pasillo lo buscó, cada habitación, incluso lo busco debajo de las sillas esperando encontrar su nariz o sus botones, pero no había un solo rastro de él. Honeymaren jamás aceptaría la derrota, pero tampoco iba acudir a las trampas de Elsa.

— Muy bien, si yo fuera un muñeco de nieve mágico que habla... ¿En donde me podría esconder?

Fácilmente pasaron otros veinte minutos y ya estaba desesperada.

— La sala de cuadros, detrás de la pintura de la doncella con muchos perros... Es un compartimento secreto —Elsa despertó por unos minutos y prefirió decirle la verdad a Honey —. Casi es media noche. Ve por él y ya vayamos a dormir.

Honeymaren odiaba obtener la victoria de esa manera, pero ya estaba cansada. Fue a la sala de pinturas y no encontró a Olaf.

—Dioses —murmuró. Olaf era como un hijo para Elsa ¡y ahora estaba perdido! —. Dioses, no permitan que algo le pase a ese muñeco —rezó.

Volvió con Elsa y la encontró abrazando a Olaf.

— ¡Pensé que se habían olvidado de mí!

—Para nada, solo eres muy bueno jugando —le mencionó Elsa conteniendo un bostezo.

—Sí, eres increíble —Honeymaren se sentó junto a ellos en el sillón —. Mañana deberíamos volver a jugar.

—¡Sí, sería muy divertido! –Olaf bajó del regazo de Elsa y se despidió de ambas para ir a dormir. La ojiazul se giró hacía Honeymaren. Apoyó el codo en el posa brazos y sostuvo su cara sobre los nudillos de su mano.

—¿En serio vas a quedarte otra noche porque un muñeco de nieve te venció?

— El abandono su escondite, en teoría, yo gané.

Elsa negó con la cabeza manteniendo una sonrisa. Tomó la mano de Honeymaren y la hizo levantarse del sillón.

—Vayamos a dormir.

— De acuerdo —aceptó sin más protesta —. ¿Sabes? Podríamos ir a escondernos en el almacén ahora que todos están dormidos...

Elsa se detuvo a medio camino y dio media vuelta. Honeymaren se burló de ella por su facilidad para caer en la trampa. El almacén era el último lugar donde cualquiera buscaría a una reina y por eso era el lugar perfecto.

Elsamaren • One-shots (songfics)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora