Adevertencia: contenido violento y ligeramente sexual.
Inuyasha la miró incrédulo no podía creer que Kagome estaba cotejando la posibilidad de perdonarlo y dejarle "complacerla", se alejó unos pasos, agarró su remera que se encontraba en el suelo, ante la atenta mirada de la joven que se sentó en la mesa.
‒ ¿Qué pasa Inuyasha? ‒ preguntó Kagome triste.
‒ Debo irme, además ya tienes quien me reemplace ‒ musitó molesto.
‒ Yo...yo te quiero a ti ‒ musitó la azabache, acercándose.
‒ Princesa vendré otro día, ahora alguien me espera ‒ musitó y Kagome sintió algo revolverse en el estómago al escuchar esa frase.
‒ Está bien Inuyasha, ve y goza con tu cita, ya nos veremos el viernes ‒ aseguro ¿celosa?, él se colocó la remera rápidamente y la miró una última vez antes de abrir la puerta, observó extrañado el exterior, pues ya no estaba ese hombre tan insistente, bajó rápidamente las escaleras, tampoco se encontraba en la recepción el sarnoso como ya lo había bautizado.
‒ ¿Qué me pasa, porqué me molesta tanto pensar que otro hombre pueda tomar ese delicioso cuerpo? ‒ pensó al llegar a su auto y recostar su cabeza por el volante.
Kagome quedó triste, se acostó en su cama mirando el techo.
‒ ¿Cómo será la mujer que disfrutará tenerte esta noche?, ‒ murmuró, ‒ Kami por qué me duele tanto saber que otra lo tendrá ‒ pensó agarrando su almohada y poniéndoselo en la cara. ‒ arriba perezosa, tienes mucho que hacer ‒ se alentó a si misma dejando la almohada a un lado y levantándose dirigiéndose al escritorio.
La puerta se abrió lentamente, Kagome estaba muy concentrada con sus estudios que no se percató de la presencia extraña en su habitación por lo que continuó escribiendo, ya pasaba de la media noche, estaba cansada, aún así contenta ya había adelantado bastante de su trabajo.
‒ ¿A él si le permites que te haga suya? ‒ se escuchó una voz sádica a sus espaldas lo que erizó todos los pelos de la joven. ‒ Contéstame mujerzuela ‒ gritó por lo que ella se encogió en su silla.
‒ No ‒ contestó de puro terror encogiéndose aún más en su silla y el soltó una risa sínica que logró en la joven un estado de pánico.
‒ Está claro que no me lo dirás mi princesa ‒ murmuró sarcásticamente imitando las palabras de Inuyasha - pero yo te veo, siempre lo hago, toda tu habitación tiene cámaras debo cuidar de mi mujer ‒ aseguró sonriendo sádicamente. Kagome desvió la mirada conectando con la del encargado que la miraba con una sonrisa que ella no podía entender.
‒ Yo no soy... ‒ empezó ella pero Kouga la cortó tomándola por los cabellos levantándola ella gimió de dolor ‒ suéltame, me lastimas ‒ pidió en un gemido de dolor la azabache.
‒ Tú me has lastimado más, no respetas mi amor, vienes y te acuestas con otro en nuestra casa, en nuestra cama ‒ murmuró tenebrosamente cerca de sus oídos, Kagome tembló de pánico, este no era el Kouga que ella conocía.