Miro la hora cuando el estomago me reclama algo de comer. Son casi las doce y centrado en preparar el viaje para traer a Alex aquí no he probado alimento desde esta mañana. Cansado voy a la cocina a prepararme un bocata, cuando está listo me lo llevo a la terraza. Septiembre se presenta más fresco que otros años, pero me cuesta resistirme a las bonitas vistas de Madrid. Mi móvil suena con su nombre. Hemos cogido la bonita costumbre de hablar cada noche antes de dormir y agradezco que su extraño comportamiento de hoy o la cena con Melendi no la hayan hecho olvidarse de ello.
+ Hola...
- ¿Dormías?
+ No.
Un silencio incómodo se apodera de nosotros.
- Me apetece verte.
Es ella quien los rompe, con voz dulce.
+ Malú, es tarde, Eva duerme y...
- Estoy fuera.
Me interrumpe.
- ¿Me abres?
Me dirijo apresurado a la puerta, y tal como ha anunciado, allí la encuentro. Me saluda besando mis labios con ganas, y aunque quisiera corresponderle, me alejo, mirándola confundido.
- Hoy he sido una idiota, lo siento.
Se disculpa sincera.
- ¿Puedo?
Pide permiso para abrazarme. La recibo y al instante la tengo escondida en el hueco de mi cuello.
- Quiero contarte lo que me pasó.
Anuncia sin salir de su sitio. Acaricio su pelo, dispuesto a escucharla.
- Me acojoné...
Confiesa y se aparta ligeramente apoyando su mentón en mi torso para mirarme a los ojos.
- No de ti.
Aclara.
- De mí.
Su abrazo incrementa la fuerza buscando ser correspondida.
- Me haces sentir demasiadas cosas.
Su sonrisa dulce y tímida me enternecen.
- Todas nuevas para mí.
Sus ojitos color chocolate brillan expresivos.
- Me daba miedo estar obsesionándome contigo y perderme a mí.
Explica.
- Y busqué consejo en mi mejor amigo.
+ ¿Tu tienes que ser tan adorable incluso cuando quiero enfadarme contigo?
Sonríe tímida.
- No quiero que te enfades conmigo.
+ Es que las cosas no se hacen así, Malú.
También le hablo dulce.
- Ya lo sé, pero no sé cómo sí se hacen, y voy a necesitar que tú me enseñes.
Pide poniéndose de puntillas y roza mis labios. Me dejo hacer, saboreando los suyos.
+ Me tenías nervioso.
Ahora le cuento mi parte.
+ No sabía si te habías arrepentido de algo, si querías dar marcha atrás a lo nuestro, si lo que te asustaba era mi reacción al haber quedado con Melendi o si te hice algo sin ser consiente de ello.
- Lo siento.
+ ¿Te ha servido hablar con él? ¿estas más tranquila? ¿Quieres que nosotros también lo charlemos?
La acribillo a preguntas.
- No hace falta.
Reparte besos por mi barbilla.
+ No quiero que te pierdas a ti por estar conmigo. Me enamoré de ti, no de mí.
Le recuerdo acariciando la punta de su nariz con la mía.
Sonríe precioso.
+ De verdad.
Intento explicarme mejor.
+ Quiero que siempre estes a gusto contigo estando conmigo. No creo que vayas a perderte, pero tampoco deseo que temas hacerlo.
- No lo haré.
Asegura.
- Solo voy a tener que aceptar que me tienes muy enamorada, y que en contra de la independencia de la que siempre he presumido, tendré que dejar de luchar con las ganas que tengo de estar todo el rato pegadita a ti.
Vuelve a conseguirlo. Vuelve a robarme una enorme sonrisa.
Atrapo su carita con mis manos y acaricio sus mejillas antes de besarla con vehemencia.
Creo que va a explotarme el corazón.
+ Te quiero tanto, vida.
Prometo con mi frente apoyada en la suya. El oxígeno nos ha obligado a separarnos, pero nuestros ojos cerrados aún buscan conservar el sabor de aquel beso cargado de sentimientos.
+ Reinona, tengo que decirte algo...
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Todos los secretos (Segunda parte)
RomantikUna historia en la que TODOS tienen algo que ocultar