Capítulo I.

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Los tenues rayos del sol se colaban por la ventana golpeando duramente el rostro del rubio. Estiró su cuerpo entumecido de la noche anterior, cuatro avisos, cada uno peor que el anterior.

-Buenos días mundo-susurró de mala gana mientras se sentaba en el borde de la cama.

Usualmente era un hombre bastante energético, pero la sucesión de hechos acontecidos le habían dejado agotado. Estiró el brazo para coger su teléfono, quitando el cargador de golpe y mirando con ojos entrecerrados la pantalla luminosa.

"¿Quieres que pase a recogerte hoy? Así podemos hablar de lo que pasó ayer"

Aquellas palabras hicieron que cayese en la cuenta, había olvidado por completo el verdadero motivo de su agotamiento mental y físico, Edmundo Díaz.

-Mierda-murmuró.

Habían discutido fuertemente en la estación, ¿cómo iba a explicarle el por qué?

Eddie, me enfadó muchísimo que aquella mujer a la que salvamos te invitase a una cita y le dijeses que sí y perdí los papeles.

-Ni de puta broma pienso hablar de eso-dijo en voz alta soltando el móvil en la encimera de la cocina mientras se adentraba en el baño para darse una ducha matutina.

(...)

-Buenos días Buck, ¿qué tal dormiste?-preguntó Hen al ver cómo el rubio entraba al parque con unas gafas de sol y un café negro en su mano derecha.

-De maravilla-respondió.

No dormí una mierda.

-No es eso precisamente lo que se intuye por tus pintas-comentó Chimney uniéndose a la conversación.

El alto comenzó a desvestirse cuando de pronto vió a sus dos amigos levantarse bruscamente y salir de los vestuarios casi corriendo. Giró su cabeza para encontrarse con justamente lo que rezaba no ver: Eddie caminando hacia él con cara de pocos amigos.

-Evan Buckley-escupió con tono molesto.

El rubio sonrió nerviosamente mientras se rascaba la nuca.

-¿Buenos días?-tartamudeó con la sonrisa aún en los labios.

Eddie cruzó los brazos, ya estaba uniformado, parecía haber llegado mucho antes que él, cosa que no era para nada una sorpresa, como tampoco lo era el verle claramente enfadado.

El moreno no articuló palabra, sólo se quedó mirando al menor, que bajo su atenta mirada se vistió rápidamente antes de que su cabeza le jugase una mala pasada por estar semidesnudo frente a él.

-¿Sólo vas a quedarte ahí parado asesinándome con la mirada o vas a decir lo que estás pensando?

-Eso depende, ¿vas a responderme como un hombre adulto o vas a dejarme en visto e ignorarme como has hecho con mis quince mensajes?-respondió cortante.

Aquella era una de las cosas que más le habían llamado la atención del moreno, su forma tan directa de decir las cosas sin titubear.

-Vaya golpe duro, empezamos fuertes por lo que veo-respondió intentando atarse el cinturón, pero su pulso tembloroso por la mirada penetrante del mayor no ayudaba.

-Deja que te ayude-dijo.

-No es necesario-respondió a toda prisa.

Por favor no me toques, no creo poder soportar tu cercanía de esta forma tan cruel.

A lo que el otro hizo caso omiso, tomó la hebilla e introdujo el otro extremo, abrochando así el cinturón azabache. Sus dedos estaban tan cerca de su intimidad que el pobre tuvo que contener la respiración y pensar en otras cosas para no sucumbir a sus instintos y que el mayor notase su....emoción.

Ojos de ángel (buddie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora