Ainhoa

¿Como curar a un corazón que no sabe que esta roto?... No quiero ser egoísta, pero ella se merece algo mejor que él y no lo sabe.

Aquí estoy por segunda vez esta semana, limpiando las lágrimas de su bello rostro y diciéndole que todo estará bien. Aunque se que eso no es verdad, él volverá nuevamente a hacer lo mismo desde que tenga la oportunidad.

Tome el pelo que se desparramaba por sus mejillas y se los tejí como a ella le gusta.

—¿Qué hizo esta vez? —pregunte con la rabia corriendo por mis venas y controlando mis impulsos de ir donde ese mal nacido y romperle todos los dientes.

—Se fue con ella nuevamente...Creo que esta vez están fuera del país, quizás en el Caribe, no sabría decirte—otra vez volvieron a llenarse de lágrimas sus preciosos ojos marrones.

—Se que no debería decirte esto porque es decisión tuya hacerlo, pero es que ya no aguanto verte sufrir así: déjalo —al decírselo sus ojos se abrieron de tal manera que parecía que iban a salírseles de las órbitas.

—¿Estas loco Isaac? ¿Comó crees que puedo abandonar al padre de mi hija?... Además de todo sigo queriéndolo, siempre ha estado a mi lado desde que tan solo éramos unos adolescentes... se que él me quiere pero algo debo haber hecho para que se enojara y se fuera con ella. Ya hablare con él cuando vuelva y podremos resolver todo y comenzar de cero—Mis puños se cerraron hasta que los nudillos se me volvieron blancos y las uñas se clavaban en mi piel.

¿Porqué los seres humanos insistimos en buscar la felicidad en el mismo lugar donde la perdimos? ¿Porqué no nos damos cuenta que a veces lo mejor es dejar ir algo que aunque duela al principio, luego nos tranquilizara el alma?

—¿Porqué no te das cuenta de que él siempre hará lo mismo? ... ¿Qué estas esperando? ¿Una señal en el cielo con muchos colores? ¡Joder Ainhoa! Eres una mujer de 25 años, demuestra que tienes el timón de tu vida y aléjate de lo que te hace daño.—Me pare del sofá donde nos encontrábamos y camine hasta la cocina a servirle el té que le estaba preparando.

Ella me siguió y se sentó en una de las sillas del comedor, mirándome fijamente y estudiándome con sus grandes ojos.

—¿Porqué me dices que lo deje? Tú más que nadie sabes que lo amo. Se que el ha hecho cosas que no son buenas, lo entiendo. Pero también me ha dado muchísimas alegrías y cuando ha fallado admite su error y pide perdón. Además generalmente soy yo la que lo provoco, siempre le vivo reclamando cosas o dejándome llevar de mis celos y eso a él le molesta mucho pero aun así lo sigo haciendo. —Excusas, excusas, excusas...

—No trates de excusarlo de las cosas que te ha hecho. Si alguien te lastima pues no te merece, así de simple— le dije mientras le ponía la taza en la mesa.

Me senté a su lado y ella me seguía observando, ahora con los brazos cruzados sobre su pecho como si ella fuera una adolescente y yo la madre que la regaña por llegar tarde a casa.

—Isaac, a mi me enseñaron a luchar por lo que yo amo y a no renunciar a la primera. Cuando me case mi madre me dijo que en el matrimonio vendrían tiempos difíciles donde habría que dejar que el amor actuara para que las cosas no acabaran mal. También me dijo que después de que tenemos hijos las cosas cambian y que es mejor que mi hija tenga a su padre siempre.— Excusas y mas excusas...

— ¿Y no te enseño por casualidad a tener dignidad? —¡Oh rayos! Pensé en voz alta.

—Lárgate de mi casa ahora mismo Isaac—Dijo mientras se ponía de pie y me mostraba el camino hacia la puerta.

Camine hacia la sala, tome mi chaqueta del sofá y me largue...

Ainhoa había sido mi mejor amiga desde que tengo uso de razón, la había conocido cuando apenas era un niño. Vivíamos en la misma calle, hacíamos muchas maldades juntos y molestábamos a todos los vecinos. A medida que fuimos creciendo nuestra amistad creció también... Pero llego la época de nuestra vida en que todo cambia: La adolescencia. Esa etapa tan difícil de la vida del ser humano, donde nuestras emociones y hormonas nos dominan.